Miremos y contemplemos el Crucificado

El próximo viernes 3 de mayo celebramos en Colombia la exaltación de la Santa Cruz, una fiesta de la religiosidad popular de nuestro pueblo, que nos debe lle­var a hacer con el Apóstol Pedro la profesión de fe en el Señor diciendo: “Tu eres el Cristo” (Mc 8, 29), re­conociendo a Jesús como el enviado del Padre para conducirnos a la sal­vación prometida y esperada.

Cada uno de nosotros de rodillas, mirando y contemplando el Cruci­ficado, deberá pronunciar desde el corazón las palabras del centurión romano que estaba frente a la cruz: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (Mc 15, 39), que ha venido a traernos el perdón de Dios, como regalo, fruto de su amor y mi­sericordia, que debemos entregar a los demás siendo instrumentos del perdón para con nuestros hermanos.

Para muchos esta fiesta se convier­te en algo superficial y mundano, perdiendo el verdadero sentido de la Cruz, que es la fuente de la Sal­vación. Es el madero donde fue cla­vado Nuestro Señor Jesucristo, que según decimos en el credo, padeció, fue crucificado, murió, fue sepul­tado y resucitó al tercer día y está sentado a la derecha del Padre. En el Crucificado está la síntesis de todo el Misterio Pascual que celebramos en la Semana Santa y que vivimos a lo largo del año, asumiendo la pro­pia cruz y uniendo nuestros dolores, sufrimientos y enfermedades a la Cruz del Señor y haciéndonos uno con Jesús Crucificado.

La sociedad actual ha querido anular la Cruz, el dolor y el sufri­miento que hace parte de la natura­leza humana, ven­diendo falsamente la idea de una vida en perfecto bien­estar y prosperidad, que, en ocasiones desde la predicación de algunos, comerciando con lo sagrado, quieren vender sacramentales ofreciéndoles a las personas la cancelación de todo sufrimiento en sus vidas. Desde la Palabra de Dios te­nemos la certeza de predicar la verdad cuando anunciamos a Jesucristo Cru­cificado: “Porque mien­tras los judíos piden mila­gros y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo Crucificado, que es escándalo para los judíos y locura para los paganos. En cambio, para los que han sido llama­dos, sean judíos o griegos, se trata de un Cristo, que es fuerza y sabiduría de Dios” (1 Cor 1, 22 – 24), ahí está la fuerza de nuestra fe en el Resucitado, que pasó por la Cruz y entregando su vida por todos, nos liberó de la esclavitud del pecado y nos dio la verdadera vida.

De tal manera que siguiendo a san Pablo podemos ser auténticos discí­pulos misioneros del Señor, si con­templamos el Crucificado y unimos la cruz de cada día a la Cruz del Señor, así lo afirma el mismo Jesús en el Evangelio: “Y diri­giéndose a sus dis­cípulos añadió: Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, cargue con su cruz, y me siga. Porque el que quiera sal­var su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la conservará” (Mt 16, 24 – 25). Jesucristo mismo nos ha dado ejemplo de entrega de la propia vida por la salvación de todos y nos invita constantemente a tomar la Cruz y seguirlo.

Este año el lema del Plan de Evangeli­zación de nuestra Diócesis tiene el Crucificado sobre la Palabra de Dios y al pueblo de Dios contemplando ese Crucificado y haciendo profesión de fe diciendo: “Tú eres el Cristo” (Mc 9, 28). Desde esta profesión de fe, celebrar la fiesta de la exaltación de la Santa Cruz tiene gran sentido cristia­no y nos debe ayu­dar a vivir nuestra vida en gracia de Dios, transformados siempre en el Señor que nos ha ofrecido desde la Cruz la sal­vación.

Estamos llevando a la visita pasto­ral de cada una de las parroquias un Crucificado que preside todas nues­tras reuniones, para expresar con ese signo la centralidad de nuestra vida en Cristo Crucificado y fortalecer nuestra fe en el Señor que fue cla­vado en la cruz, murió, pero resucitó y está sentado a la derecha del Pa­dre. De tal manera que la cruz que fue signo de escándalo para muchos, para nosotros se convirtió en signo de luz y en fuente de salvación eter­na.

Mirando y contemplando el Crucifi­cado el corazón se llena de esperan­za. La esperanza es la virtud que nos mantiene en pie, que nos ayuda a salir adelante en las incertidumbres y dificultades de la vida y para el cristiano la esperanza brota del árbol de la cruz, que lo sana de la tristeza, porque es el mismo Jesús que sana, consuela, levanta y da esperanza: “Vengan a mi todos los que están cansados y agobiados, y yo los ali­viaré. Carguen con mi yugo y apren­dan de mí que soy sencillo y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus vidas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt 11, 28 – 30), de esa manera cuando es­temos agobiados y sin fuerzas por la cruz de cada día, arrodillémonos a mirar y contemplar el Crucificado y encontraremos paz en medio de las fatigas diarias de la vida.

Al celebrar esta fiesta de la exalta­ción de la Santa Cruz, renovemos nuestra fe en el Crucificado y reavi­vemos el deseo de ir en salida mi­sionera a predicar a ese Jesucristo Crucificado que es fuente de nuestra salvación. Que la Santísima Virgen María que estuvo al pie de la Cruz, con dolor, pero con esperanza, nos ayude a mirar y contemplar el Cru­cificado y el Glorioso Patriarca San José custodie en nosotros la gracia de Dios y la fe, para seguir en nues­tra vida a Jesucristo Crucificado, fuente de nuestra salvación.

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