En la conclusión de la 124ª Asamblea Plenaria, los líderes religiosos de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) hacen un llamado a aferrarse a la felicidad profunda y perdurable que surge del encuentro con el Señor y «nos libera de la desesperanza y del desaliento, evitando convertirnos en predicadores de desgracias que solo propagan pánico y ansiedad». Describen el contexto de su país como «tiempos complejos, a veces contradictorios, donde coexisten una esperanza y paciencia arraigadas en nuestro pueblo, que demuestra su grandeza de corazón, junto con una incertidumbre y una vulnerabilidad creciente de las personas».
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En su declaración, los pastores señalan las situaciones que amenazan la dignidad ilimitada de la persona, como el dilema de los ancianos que deben elegir entre comer o comprar medicinas debido a que sus jubilaciones no son suficientes, el cierre de comedores comunitarios por falta de apoyo, o los ataques a la vida de los no nacidos. Los Prelados recuerdan las palabras de San Alberto Hurtado, quien afirmaba que «en tiempos difíciles no debemos dejar de amar a los demás y alegrar sus vidas».
En cuanto al amor, enfatizan que «nuestros actos son la forma de demostrar a nuestro pueblo que comprendemos su sufrimiento. Reconocer sus heridas y compartirlas de cerca, tomar partido por los más débiles, defender su dignidad, comprometernos personalmente con sus alegrías y esperanzas, así como con sus sufrimientos y problemas».
En la carta, los líderes eclesiásticos exhortan a buscar «el don de la esperanza que nos sostiene en tiempos difíciles y nos impulsa hacia adelante sin rendirnos, tomados de la mano de los más vulnerables con quienes vamos construyendo juntos la Patria de fraternidad que anhelamos y por la que muchos dieron su vida». También invocan a María, «que permanece al pie de las cruces de tantos hermanos», para que sea ella quien «nos otorgue la fuerza, la solidaridad, el compromiso y la alegría que necesitamos para seguir esperando contra toda desesperanza».