“Yo soy el Buen Pastor, conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí” (Jn 10, 14)

El próximo domingo con­templamos en la liturgia de la Iglesia a Jesucristo Buen Pastor, que da la vida por sus ove­jas, así lo expresa en el Evangelio: “Yo soy el Buen Pastor, el buen pastor da la vida por las ovejas” (Jn 10, 11), además, el Evangelio destaca las características de Jesús Buen Pastor y nos dice que va en busca de las ovejas para llevarlas hasta el Padre. Jesucristo como Buen Pastor está atento a cada uno de nosotros, nos conoce, nos busca y nos ama, dirigiéndonos su Pala­bra, conociendo la profundidad de nuestro corazón, nuestros deseos, nuestras esperanzas, como también nuestros pecados y nuestras difi­cultades diarias, “Conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí” (Jn 10, 14).

La acción del Buen Pastor que da la vida por las ovejas, que no las abandona, son acciones que mues­tran cómo debemos corresponder a la actitud misericordiosa del Señor. Seguir al Buen Pastor y dejarse en­contrar por Él, implica intimidad con el Señor que se consolida en la oración, en el encuentro personal con el Maestro y Pastor de nues­tras almas, es la actitud del conoci­miento y el amor que tenemos por el Señor, que nos lleva a profesar la fe en Él diciendo: “Tú eres el Cristo” (Mc 8, 29), reconociendo como el centurión, al mirar y con­templar el Crucificado que “Verda­deramente este hombre era Hijo de Dios” (Mc 15, 39) y que desde la cruz ha conocido nuestros pecados y ha dado la vida por nosotros, en un acto de amor infinito del Padre celestial por toda la humanidad caída y rescatada desde la Cruz.

Jesucristo Buen Pastor se ha que­dado con nosotros en cada uno de los sacerdotes, que, participando del único sacerdocio de Jesucristo, hacen visible al Buen Pastor, sien­do Pastores del pueblo de Dios, cuidando las ovejas, saliendo en busca de la oveja perdida y com­portándose como pastor en medio del redil y no como asalariado que abandona las ovejas en el momen­to del peligro. “El Sacerdocio es el Amor del corazón de Jesús”, repetía el Santo Cura de Ars. Un Amor que desciende del cielo para entrar en el co­razón de cada peca­dor, para romper sus cadenas, para sacar­lo de las tinieblas y llevarlo a la vida de la gracia. Así es cada sacerdote Buen Pastor, es el Amor del Corazón de Jesús para la comunidad parroquial, para cada una de las familias, para todos los fieles de la comunidad, cercanos y alejados de Dios, todos caben en el corazón del Buen Pastor.

Cada sacerdote en el mundo es sa­cramento de este Sumo Sacerdote de los bienes presentes y definiti­vos. El sacerdote actúa en repre­sentación del Señor, no actúa nun­ca en nombre de un ausente, sino en la persona misma de Cristo Re­sucitado, que se hace presente con su acción eficaz. El Espíritu Santo garantiza la unidad en el ser y en el actuar con el único sacerdote. Es Él quien hace de la multitud un solo rebaño y un solo Pastor y la misión del sacerdote es apacentar las ovejas que debe ser vivida en el amor íntimo con el Supremo Pas­tor (Cfr Benedicto XVI, Audiencia General, 14 de abril de 2010), dan­do la vida por las ovejas, conocién­dolas por su nombre y dejándose conocer por el Supremo Pastor.

El próximo domingo es un día es­pecial para dar gracias a Dios por el Sumo Sacerdocio de Nuestro Señor Jesucristo, que como Buen Pastor nos rescata a cada uno de nosotros de las tinieblas del peca­do y levantándonos nos lleva so­bre sus hombros. Pero también es un día para agradecer al Señor por cada uno de nues­tros sacerdotes, que dejándolo todo han sabido escuchar la voz del Pastor Su­premo, para cum­plir la misión en el mundo de pastorear al pueblo de Dios con los sentimien­tos de Jesucristo Buen Pastor, dando la vida por las ovejas que han sido puestas bajo su cuidado.

Cada sacerdote como Pastor de una comunidad parroquial necesita de la oración y del acompañamiento de su pueblo. La santidad del pue­blo de Dios está en las rodillas del sacerdote, que, como Buen Pastor, sabe acompañar desde la oración a cada uno de los fieles. Pero tam­bién la santidad de cada Sacerdo­te está en las rodillas de los fieles, que en actitud contemplativa fren­te al Señor ora por sus sacerdotes. Agradecemos hoy, el don de cada uno de los sacerdotes de nuestra Diócesis de Cúcuta y también de las vocaciones, para que el Señor siga enviando obreros a su mies, para rescatar tantas ovejas perdi­das que necesitan volver al redil a beber el vino de la gracia de Dios y llegar un día a participar de la fe­licidad eterna. Oremos por los jó­venes que se encuentran en nuestro Seminario Mayor San José, para que sepan responder al llamado del Señor y se vayan configurando con Jesucristo Buen Pastor, hasta llegar a dar la vida por el rebaño que se les será confiado.

Pidamos la gracia de la renovación sacerdotal para nuestro tiempo, que nos comprometa a todos en salida misionera, para ir en busca de la oveja perdida, de quien re­chaza a Jesús o no lo conoce y po­derlo retornar a tomar el alimento que ofrece Jesucristo Buen Pastor en la Eucaristía, en donde somos transformados en Cristo cuando comulgamos en gracia de Dios y aprendemos desde la Eucaristía a resolver nuestra vida desde Dios.

Pongámonos en oración de rodi­llas frente al Santísimo Sacramen­to y en actitud contemplativa mi­remos y abracemos el Crucificado y tengamos muy presentes a todos los sacerdotes del mundo entero y de nuestra Diócesis, para que cada día el celo pastoral de los ministros conduzca al pueblo de Dios a hacer profesión de fe en Jesucristo Cru­cificado y bajo la protección y am­paro de la Santísima Virgen María y del Glorioso Patriarca San José, todos los sacerdotes seamos fieles a Jesucristo y a la Iglesia.

En unión de oraciones, reciban mi bendición.

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