Cristo se entrega por todos
El Siervo del Señor, ahora muestra su amor y su solidaridad hasta el final: hasta la muerte en cruz. En este día no celebramos la eucaristía pero si una celebración litúrgica de la gloriosa Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo. La Pasión de Cristo este día es:
Proclamada: proclamamos el misterio de la cruz en las lecturas.
Invocada: invocamos la salvación del mundo por la fuerza de la cruz.
Venerada: adoramos la cruz de Cristo.
Comunicada: participamos del Cuerpo entregado de Cristo.
Este día está cargado de muchos signos. El sagrario está abierto y vacío. El altar despojado. El color litúrgico es rojo. Los ministros se postran al inicio de la celebración. Se entra en silencio. Se concluye la celebración con una oración universal. Caminamos con un profundo respeto y esperanza a la espera de la resurrección del Señor.
El Signo de la Cruz:
La cruz para los judíos era signo de derrota, de humillación. Ahora para nosotros, seguidores de Jesús, es signo de victoria, de libertad.
La cruz signo de muerte, ahora es signo de vida, la nueva vida que Cristo nos alcanzó con su entrega amorosa y su sacrificio.
La cruz señal de dolor, sufrimiento, ahora con el sacrificio de Jesucristo en ella es señal de entrega generosa y confiada a la voluntad del Padre.
¿Cómo podemos vivir este día?
Este día manda la Iglesia guardar el ayuno y la abstinencia.
Se acostumbra rezar el Vía Crucis y meditar en las Siete Palabras de Jesús en la cruz.
Se participa en la Liturgia de Adoración a la Cruz con mucho amor, respeto y devoción.
Se trata de acompañar a Jesús en su sufrimiento.
A las tres de la tarde, recordamos la crucifixión de Jesús rezando el Credo.