“Tú eres el Cristo” (Mc 8, 29)

Nuestro lema pastoral para este año 2024 es la profe­sión de fe de Pedro, cuan­do Jesús pregunta a sus discípulos para ellos quien es Él. “Y Él les preguntaba, y ustedes, ¿Quién di­cen que soy yo? Pedro le contestó: ‘Tú eres el Cristo’ (Mc 8, 29). Pe­dro, en nombre de todo el grupo, proclama abierta y certeramente la identidad de Jesús: “Tú eres el Cristo” (Mc 8, 29), es el Mesías, el enviado de Dios para conducir a su pueblo a la salvación prometida y esperada, Él es el Salvador del mundo que desde la Cruz ha per­donado a toda la humanidad caída en el pecado y ha rescatado al ser humano del abismo de la muerte.

Para entender la profesión de fe de Pedro en nuestra vida, se hace ne­cesario un encuentro personal con Jesucristo, que es el amor sin lími­tes que nos salva. Nuestro Señor Jesucristo entregó su vida en la cruz por todos nosotros, mostrán­donos cuánto nos ama. Un discí­pulo misionero tiene que experi­mentar el amor de Dios que salva y por eso el corazón ardiendo de fervor por la evangelización, sus­cita en el misionero el deseo vehe­mente de anunciar al Señor por to­das partes. Así lo expresa el Papa Francisco cuando afirma: “La primera motivación para evan­gelizar es el amor de Jesús que hemos recibido, esa experiencia de ser salvados por Él que nos mueve a amarlo siempre más” (Evangelii Gaudium 264). No es posible anunciar a Jesucristo con la vida, si no se ha experimentado su amor misericordioso, que per­dona y salva.

Cada uno de nosotros por el Bau­tismo y la Confirmación somos discípulos misioneros del Señor.

Discípulo es el que aprende y mi­sionero es el que enseña y trans­mite la fe, no de manera teórica, sino que enseña con la vida, trans­mite la gracia de Dios que está dentro de sí. Así lo expresa Apa­recida cuando dice: “Los discípu­los, quienes por esencia somos misioneros en virtud del Bautismo y la Confirmación, esta­mos dispuestos con la valentía que nos da el Espíritu, a anunciar a Cristo donde no es aceptado, con nues­tra vida, con nuestra acción, con nuestra profesión de fe y con su Palabra” (DA 377). Por tanto, hacer profesión de fe como Pedro, reconociendo en Jesús al Cristo que nos salva, implica ponerse en salida misio­nera para anunciarlo con ardor y fervor pastoral.

Todos los evangelizadores nece­sitamos estar en constante reno­vación personal y comunitaria, para no perder el horizonte de la misión, puesto que comunicar a Jesucristo no es cuestión de un momento, sino de toda la vida. La fuerza de la oración tiene que for­talecer al misionero para que siga predicando el Evangelio a tiempo y a destiempo, sin desfallecer y ante el desánimo hay que volver al Señor, en actitud orante. El Papa Francisco en Evangelii Gaudium así lo expresa: “Si no sentimos el intenso deseo de comunicar a Je­sucristo, necesitamos detenernos en oración para pedirle a Él que vuelva a cautivarnos. Nos hace falta clamar cada día, pedir su gracia para que nos abra el co­razón frío y sacuda nuestra vida tibia y superficial” (264).

En el desarrollo del proceso evan­gelizador y la salida misionera en la que estamos comprometidos, llegan los momentos de desáni­mo y pérdida del sentido por lo que estamos haciendo. En estas circunstancias debemos volver a mirar y contemplar el Crucificado en gracia de Dios, y en actitud de oración profunda, hay que re­tomar el camino que nos traza el mismo Je­sús, con la certeza que no estamos solos, que Él está con nosotros todos los días hasta el fin de los tiempos (Cf Mt 28, 20). El Papa Francisco en Evange­lii Gaudium, nos pre­para y alienta para la misión cuando expre­sa: “Cuánto bien nos hace dejar que Él vuelva a tocar nuestra existencia y nos lance a comuni­car su vida nueva. Entonces, lo que ocurre es que, en definitiva, ‘lo que hemos visto y oído es lo que anunciamos’ (1 Jn 1, 3). La mejor motivación para decidirse a comunicar el Evangelio es con­templarlo con amor, es detenerse en sus páginas y leerlo con el co­razón” (264).

Es por esto que el misionero tiene que ser un contemplativo del Cru­cificado, que en gracia de Dios comunique el Evangelio por todas partes. Sin la gracia de Dios, sin la oración, sin el alimento de la Euca­ristía cada día, no es posible ser un verdadero discípulo misionero del Señor. Se pondrán hacer muchas cosas, pero no se comunica con valentía la Persona de Jesucristo y su Evangelio. En este sentido nos dejamos iluminar por el Papa Francisco cuando dice: “Para co­municar a Jesucristo urge reco­brar un espíritu contemplativo, que nos permita redescubrir cada día que somos depositarios de un bien que humaniza, que ayuda a llevar una vida nueva. No hay nada mejor para transmitir a los demás” (EG 264).

En este compromiso misionero hoy renovamos la profesión de fe en el Señor Jesús diciendo con Pe­dro: “Tú eres el Cristo” (Mc 8, 28) y de rodillas frente al Santísi­mo Sacramento, mirando y con­templando el Crucificado, abri­mos nuestro corazón a la gracia de Dios, dejando que Él nos contem­ple, reconociendo su mirada de amor para con nosotros, recibien­do su perdón y comunicando este encuentro con Jesucristo en salida misionera, por todos los confines de nuestra Diócesis. Que la San­tísima Virgen María y el Glorioso Patriarca San José, alcancen del Señor la gracia de sentirnos todos los días amados por Él.

En unión de oraciones, reciban mi bendición.

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