Sean mis testigos

El encuentro con Cristo alcanza su meta cuando se establece una verdadera rela­ción de amistad entre el creyente y el Señor. Una vez que se profesa la fe, diciendo: “Tú eres el Cristo”, el discípulo se pone totalmente a disposición para escuchar a su Maestro y aprender de Él.

 El año 2025 será el año de la escucha atenta del Maestro, un año en el que el dis­cípulo misionero buscará impregnar el mundo con experiencias de encuentro con Jesús. Se suscitarán experiencias significativas que facilitarán el encuentro con Je­sucristo a través de diferentes formas y situaciones de la vida cristiana.

Diciembre

Celebren la Navidad: El Nacimiento del Señor (Lc 2, 16)

“Fueron a toda prisa y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre”.

El sentido de vida de todo cristiano se encuentra en Jesucristo. Celebrar el misterio de la Navidad se convierte para el cristiano en el punto de partida de una nueva relación con Dios, consi­go mismo y con los demás. La fe cris­tiana es, ante todo: encuentro y acogida del amor de Dios revelado en Jesucristo, adhesión sincera a su persona y la decisión libre de seguirlo. Es por eso que el lema de este mes es el punto de par­tido de un caminar durante el 2025 de experiencias que posibiliten el testimonio del amor de Dios en nuestra Diócesis. Celebrar la Navidad es la oportunidad de volver a los valores esenciales que dan razón al ser humano, volver la mirada a la familia de Nazaret y encontrar allí la respuesta a los anhelos más profundos del hombre de hoy.

Enero

Vivan la fe: El Bautismo del Señor (Mc 11, 22)

 “Jesús les dijo: Tengan fe en Dios”.

La fe en Jesús es un sí a Él; esto es confiarse totalmente, y a su vez, acoger como don todo lo que Él ha revelado y transmitido por la Iglesia. El momen­to significativo del mes de enero, lleva a comprender el comienzo de nuestra vida de gracia. El bautismo del Señor es la fiesta que nos recuerda la santificación de las aguas en las que por gracia hemos renacido como hijos de Dios llamados a crecer en la fe y a amar a Dios y al prójimo a ejemplo de Cristo.

Febrero

Iluminen su familia: Fiesta de la presentación del Señor (Lc 11, 34)

 “Mira, pues, que la luz que hay en ti no sea oscuridad”  La luz de Cristo dada al cristiano el día del bautismo, es una invitación no solo a alimentarla para caminar como hijos de la luz, sino para comprender preci­samente que en el mundo debe brillar nuestra luz por las buenas obras que podamos realizar, custodiando siempre para que nada la apague.

Marzo

Crean en el Evangelio: Solemnidad de San José (Mc 1, 5)

“El tiempo se ha cumplido y el Rei­no de Dios está cerca; conviértanse y crean en el Evangelio”.

El varón justo de Nazaret, san José, es la solemnidad que se convierte en mo­mento significativo del mes de marzo, un volver a la sencillez de la fe hecha obediencia en el discernimiento del plan de Dios para nuestra vida. Esto requiere de nuestra parte acogida del don de Dios y respuesta a la llamada a la conversión como manifestación concreta de la fe en Jesús.

Abril

Anuncien la Resurrección: Triduo Pascual (Mt 28, 7)

“Y ahora vayan enseguida a decir a sus discípulos: ha resucitado de entre los muertos e irá delante de ustedes a Galilea; allí le verán”.

El misterio pascual —la pasión, muer­te y resurrección de Jesús— es el mo­mento significativo mediante el cual los discípulos misioneros encuentran sentido a sus vidas, a través del amor que vence al mundo. Es la vivencia del amor hasta el extremo, que lleva a impregnar al mundo con una nueva manera de ser. Anunciar la resurrección es el mandato del Señor, un anuncio que se hace a través de la vida en comunión de la Iglesia y de la construcción de un nuevo tejido social mediante la fraternidad universal.

Mayo

Recen el Santo Rosario: Mes Mariano (Hch 1, 14)

 “Todos ellos perseveraban en la ora­ción con un mismo espíritu, en com­pañía de algunas mujeres, de María la madre de Jesús y de sus hermanos”.

Ser testigos del Maestro implica tam­bién apoyarse en el modelo de la pri­mera discípula misionera: la Santísima Virgen María, ella supo contemplar cada momento de la vida del Salvado, al custodiar como un tesoro en su corazón, los misterios revelados por el Padre en el rostro de Jesús. Como ella, cultivemos en nosotros una mirada contem­plativa de la vida de Jesús a través del rezo y meditación del santo Rosario.

Junio

Compartan con el necesitado: Corpus Christi (Mt 25, 40).

 “Si alguno que posee bienes de la tie­rra, ve a su hermano padecer necesi­dad y le cierra su corazón ¿Cómo pue­de permanecer en él el amor de Dios?

Ser testigos en un mundo cambian­te no significa que el cristiano deba ser indiferente a las realidades que lo desbordan ni vivir un Evangelio desen­carnado. El testimonio de Cristo pasa, inequívocamente, a través del rostro del necesitado; por ello, la solidaridad con el hermano que sufre es una característica esencial del discipulado. En lo profundo del corazón del discípulo misionero resuenan las palabras del Maes­tro: ‘Cada vez que lo hicieron con uno de mis pequeños hermanos, conmigo lo hicieron’”.

Julio

Cuiden la vida: Semana de los Niños, Jóvenes y adulto mayor (Ef 5, 15).

“Miren atentamente como viven; que no sea como imprudentes, sino como prudentes”.

Hay un tesoro dado al discípulo misio­nero: la vida. Ella es un don que debe ser acogido como tal, desde su concep­ción hasta su muerte natural. Cuidar la vida supone en el corazón del discípulo misionero la presencia de Cristo en cada etapa de la vida, y con esta presen­cia, se toma conciencia de la cercanía de Dios en cada momento de nuestra existencia.

Agosto

Vivan en comunión: Congreso del PEIP (Hch 2, 44).

 “Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común”

Agosto se viste de alegría y júbilo en nuestra diócesis y en nuestra ciudad. El Congreso Nacional de Evangelización es una oportunidad no solo para fortale­cer nuestro plan pastoral, sino también para avivar nuestro sentir, tanto como Iglesia diocesana e Iglesia colombiana.

 Acoger a las 22 diócesis de Colombia que siguen el PEIP es una ocasión propicia para alegrarnos en el Señor y descubrir lo que el Espíritu quiere para nuestra Iglesia: un renovado impulso misionero que fortalezca la acción cate­quética en aras de la evangelización.

Septiembre

Trabajen por la paz: Semana por la paz-Semana Bíblica (Mt 5, 9).

 “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hi­jos de Dios”

El discípulo misionero lleva en su cora­zón al Príncipe de la Paz; se ha dejado transformar por Él y da testimonio de Él, siendo un instrumento de paz, un bienaventurado que sabe impregnar los lugares por donde pasa con los mismos sentimientos de Cristo. Sabe acoger la Palabra como Palabra Divina y mostrar al mundo una nueva manera de ver y resolver las cosas desde el corazón de Cristo.

Octubre

Vayan y hagan discípulos: Mes misionero (Mt 28, 19).

“Vayan y hagan discípulos a todas las gentes, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.

“Sean mis testigos; vayan y hagan discípulos”. Esto significa recordar el mandato original, la orden del Maestro que, después de dos mil años, no ha cambiado. Somos una Iglesia en salida misionera, renovando constantemente este impulso que nos lleva a salir al encuentro del otro, llevando no solo un contenido, sino una presencia.

Noviembre

Busquen la santidad: Todo los Santos (1 Per 1, 15).

“Así como el que los ha llamado es santo, así también ustedes sean santos en toda su conducta”

Ser testigos del Maestro supone asumir un proyecto de vida nuevo, elevando la mirada hacia la promesa de eterni­dad que nos fue dada el día de nuestro bautismo. De este modo, el cielo que se nos ha prometido se hace realidad en cada instante de nuestra vida mediante la fidelidad al Evangelio. La santidad se convierte, entonces, en una forma de ser en el mundo.

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