Por: Pbro. Víctor Manuel Rojas Blanco, licenciado en Teología Bíblica (P.U.S.C) y párroco
Cuantas personas frente a un mal o sufrimiento de enfermedad terminal se han preguntado “¿por qué permite Dios tanto dolor?” Esta y otras dudas han resonado en los corazones de los creyentes durante siglos. Solo una fe bien formada y sólida permite encontrar respuestas profundas a estos interrogantes. Las siguientes líneas van a ser decisivas en las respuestas que podamos tener ante situaciones donde el mal y el sufrimiento han sido determinantes.
El problema del mal y el sufrimiento ha sido una constante preocupación para la humanidad a lo largo de la historia. Este es un tema complejo que puede abordarse desde múltiples ángulos: filosófico, cultural, bíblico, teológico y práctico. A continuación, este artículo pretende hacer un acercamiento desde estas dimensiones y cómo un católico debe enfrentar el mal y el sufrimiento desde la fe en Dios a través de Jesucristo.
- Perspectiva filosófica
Desde un punto de vista filosófico teísta y ateo, el mal se ha entendido tradicionalmente de dos maneras: mal moral y mal natural. El mal moral se refiere a los actos deliberados de los seres humanos que resultan en daño o sufrimiento. Este tipo de mal es el resultado de las decisiones libres y conscientes de los individuos; mientras que el mal natural incluye desastres naturales, enfermedades y otras calamidades que no son producto directo de la acción humana. Este tipo de mal se plantea como un desafío para aquellos que creen en un Dios omnipotente y benevolente.
Quienes dicen ser ateos utilizan el mal como una razón para decir que no existe un ser divino, por su ausencia para proteger y ayudar a quienes sufren sus consecuencias.
San Agustín de Hipona, uno de los filósofos cristianos más influyentes en el tema del mal, argumentó que el mal no es una sustancia o entidad, sino una privación del bien (“privatio boni”).
Santo Tomás de Aquino también abordó el problema del mal desde una perspectiva teológica y filosófica. En su obra “Suma Teológica”, afirmó que el mal es una deficiencia o carencia en las cosas buenas creadas por Dios. Mantuvo que, aunque Dios permite el mal, lo hace para sacar un bien mayor del mismo.
Por otra parte, otros reconocidos por su ateísmo, también abordaron esta problemática. Friedrich Nietzsche criticó duramente la religión y la moralidad cristiana, viendo el mal como una construcción social utilizada para controlar y reprimir a las personas. Propuso la superación de las categorías tradicionales de bien y mal mediante la afirmación de la vida y la creación de nuevos valores. Jean-Paul Sartre afirmó que el mal es una consecuencia de la libertad radical del ser humano, y cada individuo es responsable de dar sentido a su vida a través de sus elecciones.
El Papa Benedicto XVI, también conocido como Joseph Ratzinger, abordó el problema del mal desde una perspectiva teológica y filosófica. En sus escritos, enfatizó la necesidad de confiar en la providencia divina y la redención a través de Cristo, mientras reconoce el misterio del mal en el contexto de la libertad humana y el amor de Dios.
2. Perspectiva cultural
En muchas culturas antiguas, los desastres naturales y las enfermedades se veían como castigos divinos por los pecados cometidos por individuos o comunidades. En el contexto cristiano, aunque existe un reconocimiento de que el pecado puede traer sufrimiento, la fe pone un fuerte énfasis en la misericordia y el amor redentor de Dios.
Para los católicos, la comprensión del mal se enmarca en la fe en un Dios amoroso que, aunque permite el mal, también ofrece redención y esperanza a través de Jesucristo.
3. Perspectiva bíblica
La Biblia ofrece varias perspectivas sobre el mal y el sufrimiento. En el Antiguo Testamento, encontramos el libro de Job, que aborda el problema del sufrimiento del justo. Job es un hombre recto que sufre tremendamente sin causa aparente, y la respuesta divina subraya la soberanía y el misterio de Dios, sugiriendo que los seres humanos no siempre pueden comprender los caminos divinos.
Job es un recordatorio de que, aunque el sufrimiento es un misterio, la fe en la providencia y el amor de Dios puede sostenernos en medio de las pruebas más severas. En este libro bíblico, Elifaz, Bildad y Zofar, los amigos de Job, representan una teología retributiva, que sostiene que el sufrimiento es consecuencia del pecado. Después de ellos aparece Elihú, un joven que le ofrece una perspectiva diferente. Sugiere que el sufrimiento puede ser una forma de disciplina divina y un medio para purificar y enseñar al justo. Esta perspectiva desde la fe ayuda a que el cristiano le dé un sentido positivo al sufrimiento y por lo tanto al mal.
En el Nuevo Testamento, el sufrimiento se encuentra en el centro del mensaje cristiano a través de la pasión y muerte de Jesucristo. Jesús, el Hijo de Dios, sufrió y murió en la cruz, un acto que redime a la humanidad del pecado y abre el camino a la vida eterna. San Pablo, en sus epístolas, habla del sufrimiento como una participación en los padecimientos de Cristo (Colosenses 1, 24) y una forma de crecer en santidad y dependencia de Dios.
En cuanto a la problemática del mal, se presenta una relación con el demonio. En la Sagrada Escritura, desde el engaño en el Jardín del Edén hasta la derrota final en el Apocalipsis, se presenta al demonio como el instigador del mal, trabajando contra los propósitos divinos.
4. Perspectiva teológica
Teológicamente, la existencia del mal y el sufrimiento se entiende dentro del contexto del libre albedrío y el amor de Dios. Dios creó a los seres humanos con la capacidad de elegir libremente, lo que implica la posibilidad de escoger el mal. Sin embargo, el amor de Dios es tan grande que Él respeta esta libertad, incluso cuando resulta en sufrimiento.
El Catecismo de la Iglesia Católica afirma que Dios no es el autor del mal, pero permite su existencia para sacar de él un bien mayor (CIC 311).
5. Perspectiva cristiana para enfrentar el mal y el sufrimiento desde la fe
Enfrentar el mal y el sufrimiento es una realidad inevitable de nuestra existencia humana. Sin embargo, como católicos, estamos llamados a ver más allá del dolor y la injusticia, y a encontrar sentido y propósito desde la fe en Dios a través de Jesucristo. Recordemos que nuestro Señor, en su infinita sabiduría y amor, permite el mal no para condenarnos, sino para ofrecernos la oportunidad de crecer en santidad y dependencia de Él. Por eso, al enfrentar el mal y el sufrimiento en nuestra vida diaria, debemos recordar que estamos participando en una batalla espiritual contra el maligno y que, con fe en Cristo, podemos encontrar fortaleza, esperanza y redención para enfrentar y vencer el mal y el sufrimiento desde la perspectiva cristiana.