La Virgen María en salida misionera

Celebramos próximamente la fiesta de la Visitación de la Santísima Virgen María a su prima santa Isabel. Según nos narra el Evangelio, Ella se dispuso a caminar para ese encuentro que resultó ser una acción misionera que anuncia la llegada del Salva­dor al mundo: “por aquellos días, María se puso en camino y fue de prisa a la montaña, a una ciudad de Judá. Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y cuando Isabel oyó el saludo de María, el niño saltó en su seno. Entonces Isabel, llena del Espí­ritu Santo, exclamó a grandes voces: Bendita tú entre las mu­jeres y bendito el fruto de tu vientre” (Lc 1, 39-42).

En nuestra Diócesis de Cúcuta es­tamos caminando juntos en salida misionera, realidad que tenemos que contemplar y orar cada día para que se suscite el fervor pas­toral y el celo misionero para el trabajo evangelizador en el que to­dos estamos comprometidos. Este esfuerzo que hacemos todos se fortalece con la presencia de Ma­ría en la vida de cada uno de los bautizados. Al venerarla visitando a su prima Isabel, se ve fortalecida la salida misionera como ruta que hemos trazado para nuestro traba­jo pastoral en este momento que vivimos caminando juntos.

María se puso en camino, es la actitud del misionero que lleva la Gran Noticia y quiere transmitirla a otros. Todos hemos recibido la gracia de Dios en el bautismo, que nos ha hecho discípulos misione­ros del Señor. Discípulo es el que aprende, quien con corazón dis­puesto recibe la Palabra de Dios y la pone por obra. Misionero es el que enseña, es decir aquel que teniendo a Jesucristo en el cora­zón no puede quedarse con Él, sino que siente un ímpetu interior, un llamado de Dios a comunicar­lo por todas partes, así lo expresa el Papa Francisco cuando afirma: “En todos los bautizados, desde el primero hasta el último, actúa la fuerza santificadora del Es­píritu que impulsa a evangelizar” (‘Evan­gelii Gaudium’ #119).

“María se puso en camino y fue de pri­sa a la montaña” (Lc 1, 39), ese ponerse en camino, es la salida misionera de María para comunicar el don de la Salvación a la humanidad, que en la persona de Isabel reconoce con las palabras “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre” (Lc 1, 42), brotando del corazón y de los labios de María un cántico de alabanza, donde expresa su pequeñez frente a la grandeza de Dios: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi Espíritu en Dios mi salvador, porque ha mirado la humildad de su esclava” (Lc 1, 47-48), cántico que significa la apertura a la gracia como don de Dios y transmisión de esa alegría como compromiso misionero.

María en salida misionera nos anima a todos nosotros evangeli­zadores de la Diócesis de Cúcuta, sacerdotes y fieles, a ponernos en camino, en salida misionera, es el compromiso de todos los bau­tizados que frecuentemente nos ha recordado el Papa Francisco en su magisterio: “En virtud del Bautismo recibido, cada miem­bro del pueblo de Dios se ha convertido en discípulo misio­nero (cf. Mt 28, 19). Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador” (EG #120), que tiene la misión de transmitir a Jesucristo después de tenerlo en su corazón.

El Proceso Evangelizador en la Diócesis de Cúcuta con su énfasis particular, en este momento en la acción misionera, ayuda a todos a recibir el anuncio como una se­milla que se siembra y que con la fuerza de la oración podrá dar frutos de santidad en muchas per­sonas que reciben por primera vez el Evangelio. Esta tarea misionera se hace en la vida cotidiana, po­niéndose en camino como María para una visita informal, para un encuentro no programado.

El Papa Francisco nos refuerza el entusiasmo por la acción misio­nera cuando enseña: “Hoy que la Iglesia quiere vivir una profun­da renovación misionera, hay una forma de predicación que nos compete a todos como ta­rea cotidiana. Se trata de llevar el Evangelio a las personas que cada uno trata, tanto a los más cercanos como a los desconoci­dos. Es la predicación informal que se puede realizar en medio de una conversación y también es la que realiza un misionero cuando visita un hogar. Ser dis­cípulo misionero es tener la dis­posición permanente de llevar a otros el amor de Jesús y eso se produce espontáneamente en cualquier lugar: en la calle, en la plaza, en el trabajo, en un ca­mino” (EG #127). Eso es lo que se produce en María cuando va de visita, cuando se pone en camino y llega a la casa de Zacarías.

Nos ponemos en oración como María con los discípulos, para que podamos recibir del Espíritu San­to la fuerza y el fervor misionero para ponernos en camino. Sabe­mos que “con el Espíritu Santo, en medio del pueblo siempre está María. Ella reunía a los discípu­los para invocarlo, y así hizo po­sible la explosión misionera que se produjo en Pentecostés. Ella es la Madre de la Iglesia Evan­gelizadora y sin Ella no termi­namos de comprender el espíri­tu de la nueva evangelización” (EG 284). Nos ponemos bajo su protección y amparo y la custodia del Glorioso Patriarca San José, para que alcancemos del Nuestro Señor Jesucristo, la gracia del fer­vor misionero que nos ponga en salida para anunciar su Evangelio.

En unión de oraciones, caminemos juntos, en salida misionera. Reciban mi bendición.

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