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El Papa Francisco después de regresar de su descanso, reflexiona un tema en el que todos los fieles deben detenerse un poco y pensar en sus actos como Iglesia y como cristianos: “la verdadera riqueza de nuestra vida está en su Amor infinito”.
Su Santidad Francisco reitera el libro de los Hechos de los Apóstoles, y se detiene sobre la primera curación realizada por los apóstoles, en este caso, de Pedro, a un hombre paralítico de nacimiento y esas palabras de fe que pronuncia en nombre del Redentor: “no tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo. En el nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y camina”.
Menciona que a eso debe estar llamada la Iglesia, las parroquias y toda realidad eclesiástica, a compartir los bienes espirituales en donde no existen fronteras y en donde la acción del Espíritu Santo derrama sus gracias bautismales y reaviva a los cristianos en una misma comunidad.
Y afirma que Pedro y Juan enseñan a “no poner la confianza en los medios, que siempre serán útiles, sino en la verdadera riqueza que es la relación con Cristo resucitado”. Y lamenta que las parroquias “se preocupen más por el dinero que por los Sacramentos”, exhorta para que compartan y se identifiquen con los demás al escuchar el clamor de los pobres.
La fe debe ir acompañada de las obras, sino sería una fe muerta, por lo que cada acción de caridad que se realice, debe hacerse en nombre de Jesús, ya que el paralítico fue puesto en pie gracias al ‘Nombre que salva’.
Por último, dice a los fieles que “pidamos al Señor que nunca olvidemos que la verdadera riqueza de nuestra vida está en su amor infinito, y que nos esforcemos en compartirlo también con los demás. Que Dios los bendiga”.