[vc_row][vc_column][vc_column_text]Por: Seminarista Jorge Enrique Higuera Guerrero, experiencia pastoral en la parroquia San Cayetano
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La Iglesia está siempre invitada a asumir el desafío de una ecología integral, como una dimensión constitutiva de la evangelización, hoy se hace necesario un diálogo en el cual todos nos sintamos involucrados y que el tema central sea “el cuidado de la Casa Común”, así como nos lo ha propuesto el Santo Padre en su Carta Encíclica sobre el medio ambiente: Laudato Si’, donde expone algunos aspectos sobre el cuidado de nuestro planeta, de la tierra que nos acoge, y cuya salud resulta determinante para la salud de todos los seres humanos que la habitamos.
Desde las primeras líneas de la Encíclica, el Papa Francisco justifica su título recordando a su homónimo el santo de Asís, al hablar del uso irresponsable que hacemos de los bienes que Dios ha puesto para todos los humanos en nuestra hermana la madre tierra (LS, 2). Recuerda el Papa en este número que también nosotros somos tierra, y más adelante nos propone como ejemplo al mismo Francisco de Asís, atento siempre “al cuidado de lo que es débil”, a la observancia de “una ecología integral, vivida con alegría y autenticidad”, y que estaba convencido de “hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior” (LS, 10).
El Santo Padre, además, habla de las múltiples formas de contaminación ambiental que afectan cada día a masas ingentes de la población mundial: “La exposición a los contaminantes atmosféricos produce un amplio espectro de efectos sobre la salud, especialmente de los más pobres, provocando millones de muertes prematuras” (LS, 20). Frente a la contaminación producida por las actuales formas de vida (la industrialización masiva, el transporte, las nuevas técnicas agrarias, etc.), incluso las tecnologías más avanzadas se muestran incapaces de ofrecer soluciones, por estar supeditadas a los intereses de las altas finanzas y del capital.
La “cultura del descarte”, por la que nuestra sociedad insensible tiende a prescindir desechándolas de todas aquellas personas a las que considera un lastre por culpa de la enfermedad o de su edad avanzada, se aplica a gran escala, escribe el Papa Francisco, a infinidad de productos, utensilios y materiales, que se desechan después de usados sin pensar en su posible reutilización. La acumulación de toda esta basura en mares, ríos y lagos, o en espacios vulnerables de la tierra, tiene igualmente unas consecuencias graves para la salud de quienes se ven obligados a convivir directamente con semejantes despojos, que son, como siempre, los más pobres (cfr. LS, 22).
Acciones de la pastoral ecológica de la Diócesis de Cúcuta
Foto: Pastoral ecológica de la Diócesis de Cúcuta
La pastoral ecológica surge en nuestra Diócesis como una iniciativa de Monseñor José Libardo Garcés Monsalve, quien a raíz de su arduo trabajo pastoral en esta Iglesia Particular de Cúcuta, ha colocado su atención especialmente en las zonas rurales y desde estos ambientes nos exhorta a que como Iglesia podamos asumir el compromiso de cuidar y preservar nuestra Casa Común, proponiendo un plan de acción que pueda servir de ejemplo para las demás instituciones que también se preocupan por la preservación del planeta en pequeños entornos. Sabiendo pues, que el tema ambiental involucra a cada creyente. Hoy se presentan varios factores que perjudican en gran manera las poblaciones rurales y dichas acciones son realizadas muchas veces por quienes habitan en estas zonas de nuestra población.
Entre las acciones que busca la pastoral ecológica poder reflexionar y proponer mejoras para un cambio de mentalidad se encuentran: El deterioro del medio ambiente por la irresponsabilidad en el uso y abuso de los plásticos, venenos agroindustriales, icopor y residuos de electrodomésticos, estos factores que contaminan, en especial, los ríos y sus zonas de influencia, perjudican el responsable desarrollo de la agricultura; Además, de la minería indiscriminada y la tala de árboles.
Estas iniciativas están orientadas por un grupo de sacerdotes y laicos, quienes coordinados por el padre William Elías Gélvez (párroco de San Cayetano), buscarán llevar a cabo los objetivos planteados en esta pastoral: incentivar campañas para el cuidado de la Casa Común: reciclaje, cuidado del agua, siembra de árboles; procesos de apoyo técnico a iniciativas como las huertas caseras; acciones de protección ambiental, donde se visibilizan y denuncian situaciones o actividades que afectan el medio ambiente y sus poblaciones; acciones pedagógicas y de formación para diferentes poblaciones e implementación de proyectos ecológicos. Igualmente, en torno a la evangelización, se desarrollarán procesos y experiencias sobre espiritualidad ecológica, conciencia del consumo, defensa de la creación, formación y catequesis ecológicas, entre otras. Ofreciendo a la comunidad diocesana material de apoyo que pueda ser desarrollado y orientado por los sacerdotes y agentes pastorales de cada comunidad parroquial, con el fin de crear conciencia en niños, jóvenes y adultos acerca del uso adecuado de los recursos naturales.
Como dato relevante al respecto, tengamos muy presente que el 97% del total del agua existente en el mundo corresponde al agua salada que se encuentra en los mares y océanos. Tan sólo el 3% restante es el “agua dulce” (la que es, por tanto, útil para el servicio del hombre y susceptible de potabilización para el consumo humano), que se renueva cada año y discurre constantemente con arreglo al ciclo hidrológico determinado por la acción del sol. El agua dulce disponible para el consumo de la humanidad representa poco más del 1% del total. Esto explica la escasez de agua en las zonas más deprimidas del planeta, y que algo más del 10% de su población total (unos 800 millones de seres humanos) no dispongan de agua potable, ni siquiera en unas condiciones mínimas de calidad y salubridad.
Frente a tanta injusticia clamorosa en cuanto a la distribución y el uso del agua, inequidad la llama él. El Papa Francisco alza su voz profética: “El agua potable y limpia representa una cuestión de primera importancia, porque es indispensable para la vida humana y para sustentar los ecosistemas terrestres y acuáticos” (LS 28).
Es por eso que estamos llamados como cristianos a asumir nuestra responsabilidad y ya que cada uno de nosotros tiene un espacio en esta casa, que podamos también colocar en práctica esos sentimientos que inspiran nuestra vocación al servicio y la “compasión”, a “sentir con” estos hermanos nuestros las miserias que padecen en sus propias tierras, sean de África, de Asia, de América y de manera especial en nuestra Iglesia Particular.