Por: Pbro. Freddy Antonio Ochoa Villamizar, Vicario de Pastoral de la Diócesis de Cúcuta
Foto: Centro de Comunicaciones Diócesis de Cúcuta
En el corazón de los creyentes en Jesucristo, la celebración de la Pascua es el tiempo más esperado en el año; porque en ella, surge una alegría única, que es gozo, plenitud, que es extasiarse en la existencia en Dios. No es una alegría efímera, ni exterior, que se puede confundir con algarabía.
Los relatos pascuales nos conducen al centro de la fe cristiana: la Resurrección de Jesucristo y la experiencia de encuentro con Jesús. El Señor que vive es quien le abre el horizonte de la existencia a quien lo encuentra.
Toda la vida cristiana es una escuela de redescubrimiento de la experiencia pascual. Cada día, particularmente cada domingo y especialmente el tiempo de Pascua, son una oportunidad de vivir la “efusión de gozo pascual”, de desbordarse de alegría porque “Cristo nuestra Pascua ha sido inmolado”, “porque Él quitó, el pecado del mundo, destruyó la muerte y restauró la vida”.
Así como en Galilea el Señor Jesús, nos llamó a la fe y a la conversión, y en la Cuaresma que pasó, recorrimos con firmeza este camino, ahora, entremos a la Pascua recorriendo este camino que vivieron los discípulos del Señor, que los llevó a ser testigos de Resurrección.
Que a los discípulos misioneros de Jesús de este tiempo nada nos quite la alegría de la Resurrección. Que la crisis que vive la humanidad, los problemas familiares, la crisis social, la crisis económica, todos los males que nos puedan acechar, no sean mayores que nuestra fe en Jesucristo resucitado, nuestra esperanza. Que, por el contrario, tengamos la convicción profunda que estas sombras de muerte Cristo las venció y con Él nos abramos al misterio de la resurrección y la vida.
Si la cuaresma nos permitió escuchar con devoción la Palabra de Dios, con mayor razón en la Pascua; si la oración nos fortaleció el camino cuaresmal, que ella nos mantenga la alegría pascual; si la caridad nos abrió al hermano, que la Pascua nos impulse a dar más de lo que podemos pensar. Que esta zona de frontera se llene de gozo en el Señor por el testimonio sincero y creíble de los fieles creyentes en Cristo. Que nosotros y todos, digan: ¡he visto y sigo viendo al Señor!
Que cada celebración de la fe, cada encuentro pastoral, cada acción evangelizadora, manifiesten y alienten la alegría de la Pascua, que como la llama viva del Cirio Pascual ilumine la mente y el corazón de los que están desalentados, extraviados, marginados e indiferentes. Que se sienta en la ciudad, en los pueblos y veredas que Cristo Resucitó, porque su alegría está a flor de piel en todos los creyentes. Que como los caminantes de Emaús, en la vida, en la Palabra, en la Eucaristía, en la vida en comunidad encontremos al Señor Resucitado y su alegría permanezca siempre en nosotros.