Por: Profesor Miguel Alberto Palacios
Imagen: Centro de Comunicaciones Diócesis de Cúcuta
Muchos cucuteños se preguntarán: ¿De dónde salió esta imagen? ¿Por qué hasta ahora nos cuentan esta historia? ¿Cuál es el significado de ella en la vida de los cucuteños? Seguidamente trataré de dar respuesta a estas inquietudes. Veamos:
La Virgen María, considerada en la teología católica como la madre de Dios, ocupa un lugar excepcional entre los católicos y en la cultura occidental. Su devoción se ha multiplicado en numerosas representaciones y advocaciones espirituales que hoy, son objeto de culto y veneración en diversos santuarios del mundo, y por supuesto, en Norte de Santander.
A lo largo de los siglos, los diferentes pueblos y culturas han rendido culto a advocaciones regionales de la Virgen que, sin embargo, es la misma María de las Escrituras, la madre de Jesús. Los autores piensan que el creyente que venera, por ejemplo, a la Virgen de Belén, o a la de las Angustias, sólo está expresando su amor por la María única y su hijo Jesucristo. Esas adaptaciones particulares son posibles mediante el fenómeno de inculturación, definido por Juan Pablo II en su Encíclica Slavorum Apostoli como “la encarnación del Evangelio en las culturas autóctonas”.
Las apariciones de la Virgen María, con reconocimiento canónico en Colombia son: Nuestra Señora de Chiquinquirá; Nuestra Señora de las Lajas; y Nuestra Señora de las Gracias de Torcoroma.
A mediados del siglo XIX se posesionó como párroco de San José, el sacerdote Domingo Antonio Mateus y asumió la construcción del templo con alma, vida y sombrero. Los constructores fueron los ingenieros bogotanos Pascual Pinzón y Gregorio Peña. Mayordomo fue Antonio Ángel, que también desempeñaba el cargo de sacristán del templo San Juan de Dios. El estilo de las torres le dio a la construcción un aspecto castrense, pero los arcos de medio punto y los contrafuertes le añadieron un inconfundible toque romántico.
El clero era propietario de la manzana en la que estaba el templo. Durante la construcción el lote se parceló para obtener recursos para la financiación del proyecto. El templo de San José, erigido sobre el costado oriental de la plaza principal -que para entonces aún no tenía nombre-, estaba terminado a comienzos de los años 70 del siglo XVII. Después de unos días donde se sintieron algunos presagios, el martes 18 de mayo de 1875, sucedió en Cúcuta el hecho más luctuoso de la ciudad, el terremoto.
El 22 de mayo de 1875, el arzobispo de Bogotá, Vicente Arbeláez envió una carta al tener conocimiento del infortunio, como medio eficaz para provocar la caridad cristiana alrededor de los sobrevivientes. La carta del Primado de Colombia es el más bello homenaje de simpatía a la noble ciudad de Cúcuta con motivo del terrible siniestro que llevó la desolación y la muerte a esos ricos y hermosos valles en donde Dios había derramado la hermosura, la fertilidad y la abundancia.
Algunos días después del terremoto y de “recoger” lo que podía servir, los feligreses cucuteños encontraron entre las ruinas del templo las imágenes de Nuestra Señora de los Remedios, que junto con la de San José, aparecieron incólumes entre las ruinas a que redujo el terremoto, el templo y la ciudad.
El tiempo transcurrió y los jerarcas de la Iglesia decidieron encomendar al sacerdote Gregorio Arenas (septiembre de 1875), como párroco de San José. Fue él quien decidió “proteger” bajo buen recaudo estas dos imágenes.
Pasaron otros párrocos: Nepomuceno Landazábal, Jesús B. Rincón, Lucio Martínez, José María Camacho, José Reyes Díaz, Marcos Hernández, José María Camargo, Wenceslao Serrano y Domiciano Valderrama, a quien le correspondió recibir el siglo XX, como párroco de San José.
Pero fue el sacerdote Elías Rincón, quien como párroco inició la construcción del nuevo templo de San José. Documentos históricos relatan que: “Emilio Ferrero hizo el 5 de noviembre de 1905, la siguiente remembranza al cumplirse 30 años del terremoto y celebrar la reiniciación de los trabajos de construcción del templo. Allí queda claro que la primera piedra de la construcción de la Catedral de San José, fue traída de San Antonio del Táchira: En un ardoroso día de 1889, un grupo de 50 personas, se movía lentamente por el camino que de San Antonio del Táchira conduce a esta población. Jadeantes, cubiertos de polvo, bañados de sudor y caldeados por el fuego del sol y por el que despedía la abrasada arena del camino, traen los hombros oprimidos bajo el peso del voluminoso fardo que adornaban vistosas y amenas flores. ¿Cuál es ese objeto que así conducen aquellos fatigados pero alegres caminantes? Es la primera piedra del templo parroquial de Cúcuta; piedra que, para tal, labró en San Antonio el presbítero español Lucio Martínez y esos abnegados conductores son miembros de la Sociedad de San José, quienes dejaron así grabado en la piedra angular y en la cuna misma de este templo, el nombre y el honor de tan distinguida asociación. El 12 de mayo de 1889, fue cuando los cucuteños asistieron entusiasmados al solemne acto de colocación de esa primera piedra”.
Se reiniciaron así, los trabajos de construcción del templo de San José. Pasaron muchos párrocos, todos dejaron “la vida” en el cuidado y construcción del templo. En 1905, de la mano del párroco Demetrio Mendoza. Fueron más de 50 años de arduo trabajo.
El 15 de mayo de 1939, fue designado párroco Daniel Jordán. El 18 de mayo de 1945, al celebrarse 70 años del terremoto de Cúcuta, el párroco Daniel Jordán celebró solemnemente varios oficios fúnebres. Fue en esta fecha cuando el sacerdote Daniel Jordán lanzó la idea de llamar a la imagen que vino a Cúcuta con la advocación de Nuestra Señora de los Remedios, como Nuestra Señora de Cúcuta.
Tuvieron que transcurrir cerca de 8 años -1945 a 1953-, en los cuales el padre Jordán se reunió con las fuerzas vivas de la ciudad para exponerles la idea y de convencerlos que “Cúcuta y los cucuteños, habían sido privilegiados por el creador y que había sido él, en su infinita bondad, quien nos había “regalado” esa imagen de la virgen, para que sirviera de testigo y testimonio de su infinito amor por la ciudad”.
Y como el sacerdote Daniel Jordán sabía sacar adelante lo que se proponía, logró que el 20 de mayo de 1953, por decisión de los párrocos de Cúcuta de la época, el Alcalde, la Sociedad de Mejoras Públicas y el Centro de Historia decidieron que «el último domingo de mayo se celebrará la fiesta de Nuestra Señora de Cúcuta y que ese día sea el de la ciudad, en que se celebre su reconstrucción y se le rinda acción de gracias al Señor».