Tras manifestar preocupación por “la situación crítica que padecen tantos hermanos migrantes de la hermana República Bolivariana de Venezuela” y reiterar el llamado a la solidaridad con este pueblo, el presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, Monseñor Oscar Urbina, enfatizó en la urgencia de “alejar el ruido de sables y la marcha de los ejércitos en las zonas fronterizas”.
En este sentido, advirtió que “este tipo de acciones pueden hacer más dramática la situación e imprevisibles las consecuencias tanto para la población venezolana como para la población colombiana”.
Las declaraciones fueron emitidas durante el segundo día de la Copa de la Fe 2018, en desarrollo de la visita realizada por los más de 600 sacerdotes participante del torneo de fútbol al Puente Internacional Simón Bolívar y a la Casa ‘Divina Providencia’, en la que diariamente se brinda desayuno y almuerzo a un promedio de 3000 venezolanos que transitan la frontera.
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Un gesto de cercanía, fraternidad y esperanza
Con kit en mano y dispuestos a brindar una palabra de cercanía y solidaridad, los sacerdotes provenientes de distintas regiones de Colombia, Venezuela, México y Ecuador, llegaron a la zona fronteriza a primera hora de la mañana para su encuentro con la población que transita diariamente el sector y con los migrantes que han llegado a la capital nortesantandereana.
Posteriormente, se sumaron a la obra de la Casa de Paso Divina Providencia, ayudando en la atención brindada a los migrantes, repartiendo desayunos y apoyando la elaboración de los almuerzos.
*Palabra, Obra y Fe se* hicieron una durante la Sagrada Eucaristía presidida por Mons. Oscar Urbina, Arzobispo de Villavicencio y presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia; Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid Obispo de Cúcuta; Mons. Carlos Germán Meza, Obispo de Socorro y San Gil y Mons. Matías Roter, encargado de Asuntos Económicos en la Nunciatura Apostólica.
Durante la celebración eucarística, Monseñor Oscar Urbina, en nombre de los obispos colombianos, manifestó a los migrantes y a quienes, “con mucho esfuerzo están asumiendo el compromiso cristiano de acoger a los caminantes desolados, que no están solos”.
“La Iglesia católica en Colombia sufre con ustedes este momento de tanto dolor que vive el pueblo venezolano. Estamos comprometidos en brindarles una ayuda que los anime a seguir en la lucha diaria de reconstrucción del tejido social de su país”.
Retomando las palabras del Papa Francisco para la ‘Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado’ que conmemoramos el pasado mes de agosto: “Cada forastero que llama a nuestra puerta es una ocasión de encuentro con Jesucristo, que se identifica con el extranjero acogido o rechazado en cualquier época de la historia (Mt 25, 35.43). A cada ser humano que se ve obligado a dejar su patria en busca de un futuro mejor, el Señor lo confía al amor maternal de la Iglesia. Esta solicitud ha de concretarse en cada etapa de la experiencia migratoria: desde la salida y a lo largo del viaje, desde la llegada hasta el regreso”, animó a “construir una gestión común” que permita, desde el compromiso de la comunidad política y de la sociedad civil, obtener los resultados esperados.