Los obispos católicos de Colombia, reunidos en Asamblea Plenaria, saludamos con afecto a todo el pueblo colombiano. De corazón les manifestamos que las angustias de todos son también nuestras y que han tenido un especial lugar en nuestra oración y en nuestra reflexión.
Queremos compartir con ustedes algunas consideraciones sobre cuatro temas particularmente actuales.
1. La corrupción: “Proceso de muerte”
Las noticias sobre hechos de corrupción tienen escandalizado al pueblo colombiano. La corrupción es el resultado de la pérdida de valores fundamentales; es el predominio descarado del interés personal sobre el bien común.
La corrupción nos está tocando en todos los niveles, no sólo en el campo económico, sino también en el político, social y cultural. Éste es un mal contagioso, que se agrava con la impunidad; es un cáncer que ataca el bien común.
Invitamos a un compromiso serio de todos con la verdad, la honestidad y la justicia, porque si no acabamos con la corrupción ella acabará con nosotros.
En esta línea, los obispos, que lamentamos las incoherencias y fallas de los miembros de la Iglesia, así como el sufrimiento que han provocado, ratificamos el compromiso de hacer cuanto sea necesario para que la Iglesia sea una casa transparente.
2. Nos duele la salud
Es dramática la situación que están viviendo millones de colombianos, especialmente los más pobres, ante la imposibilidad de acceder a servicios de salud oportunos y de calidad. No se puede permitir que el sistema de salud colapse. Hasta ahora no se ve ni una reacción responsable ni una respuesta adecuada por parte de quienes deben intervenir. La salud no da espera.
Por ser la salud un derecho fundamental, es urgente y necesario que las personas e instituciones a quienes corresponde concreten definitivamente una solución a corto y largo plazo de las deficiencias del sistema sanitario.
3. Sigamos construyendo la paz
Los colombianos miramos con esperanza los pasos que se están dando hacia la paz. Sin embargo, el incremento de hechos violentos y del clima de inseguridad, nos exigen a todos estar vigilantes y asumir responsabilidades. La Iglesia no dejará de servir a esta causa con los medios a su alcance.
La paz sólo será una realidad en Colombia como fruto de la verdad, de la libertad, de la solidaridad y de la justicia social. Empeñémonos seriamente en procesos de reconciliación: “Dejémonos reconciliar por Dios” (2Cor 5, 20).
4. La educación integral: Un camino exigente pero indispensable
Las distintas problemáticas que aquejan a la sociedad colombiana exigen como respuesta una educación auténtica e integral que ponga al centro el ser humano, su dignidad y sus derechos; que promueva un comportamiento ético para favorecer la convivencia armoniosa, que abra las personas y la sociedad a Dios, que privilegie la identidad y la misión de la familia.
La educación de los niños, adolescentes y jóvenes, así como la formación permanente de los adultos, tienen que volverse propósito nacional. Los valores que han dado forma a nuestra patria han de seguir vigentes en la configuración de una sociedad en la que nos acojamos y en la que sean respetados los derechos de todos.
En esta línea hemos trabajado esta semana en las implicaciones de la formación de los futuros sacerdotes y de los fieles laicos, para que continúen la tarea de la Evangelización e incidan en la transformación espiritual y moral del país.
No perdamos el entusiasmo y la esperanza. Acojamos la reciente invitación del Papa Francisco: “Comprometámonos con nuestra oración y acción a ser personas que aparten de su corazón, de sus palabras y de sus gestos la violencia, y a construir comunidades no violentas. Nada es imposible si nos dirigimos a Dios con nuestra oración. Todos podemos ser artesanos de la paz” (Jornada Mundial de la Paz 2017).
Pongamos en común todos nuestros esfuerzos, contando con la ayuda de Dios y de la Santísima Virgen María.
+Óscar Urbina Ortega, Arzobispo de Villavicencio. Vicepresidente de la Conferencia Episcopal de Colombia.
+Elkin Fernando Álvarez Botero, Obispo auxiliar de Medellín. Secretario General de la Conferencia Episcopal de Colombia.
Bogotá, D.C., 10 de febrero de 2017