En su encuentro con los participantes de los capítulos generales de varias congregaciones religiosas, el Papa Francisco enfatizó la importancia del «examen final» de la vida cristiana, que se basa en los actos de amor hacia los pobres y los marginados. Les instó a evitar la selección de personas según criterios mundanos y a mantener vivo el impulso de gratuidad; y resaltó que la verdadera medida de la vida cristiana no radica en títulos académicos, sino en la caridad vivida hacia quienes sufren, destacando el juicio final del Evangelio de Mateo como referencia clave.
El Sumo Pontífice, afirmó que: “Nuestro mundo tiene tanta necesidad de redescubrir el gusto y la belleza de decidir, sobre todo respecto a las opciones definitivas, que determinan un giro decisivo en la vida, como la vocacional. Necesita, por tanto, padres y madres que ayuden, sobre todo a los jóvenes, a comprender que ser libre no es permanecer eternamente en una encrucijada, haciendo pequeñas «escapadas» a diestra y siniestra, sin tomar nunca realmente un camino”. Además, enfatizó que la misión actual es profundamente profética, dada la falta de conexiones humanas genuinas en un mundo saturado de información; y resaltó tres aspectos esenciales para la vida consagrada: discernimiento, formación y caridad.
Finalmente, el Papa instó a los religiosos a ser antídoto contra la cultura del descarte, recordándoles que la caridad y la inclusión deben prevalecer sobre los criterios mundanos de éxito. En el juicio final, lo que importa es el amor y la acogida hacia todos, sin distinción: “El Señor no nos preguntará «¿Qué has estudiado? ¿Cuántos títulos tienes?» (…) He aquí el antídoto eficaz para superar, en nosotros y a nuestro alrededor, la cultura del descarte: por favor, no descarten a las personas, no seleccionen a las personas con criterios mundanos: cuán importantes son, cuánto dinero tienen… esos criterios mundanos, fuera. No descarten, sino reciban, abracen a todos, amen a todos» finaliza el Papa Francisco.