Evangelizar a los que están lejos

Por: Monseñor José Libardo Garcés Monsalve, Obispo de la Diócesis de Cúcuta

Avanzamos en este mes de octubre dedicado en la Igle­sia a la oración, reflexión y ayuda a las misiones en todo el mundo y sobre todo, a tomar conciencia de la tarea evangelizado­ra de la Iglesia y de cada uno de los bautizados, en muchos ambientes y sectores que están físicamente cerca de nosotros, pero viven muy lejos de Dios y de su Palabra de Salvación.

Ya el tiempo donde todos en la fami­lia eran creyentes con fe firme, está pasando, y estamos en una época don­de muchos recibieron el bautismo, pero en lo que se refiere a la fe, son indiferentes e incluso, rechazan abier­tamente a Jesús. El Papa Pablo VI, en su momento, así lo percibía cuando afirmó: “aunque el primer anun­cio va dirigido de modo específico a quienes nunca han escuchado la Buena Nueva de Jesús o a los niños, se está volviendo cada vez más ne­cesario, a causa de las situaciones de descristianización frecuentes en nuestros días, para gran número de personas que recibieron el bau­tismo, pero viven al margen de la vida cristiana” (‘Evangelii Nuntian­di’ #52).

Esta realidad descrita por el Papa Pablo VI, es un fenómeno común en las nuevas generaciones de mu­chas de las familias creyentes y por esta razón, el Papa Francisco vuel­ve a retomar el tema cuando llama a evangelizar en todos los ámbitos, sin descuidar la pastoral ordinaria que se orienta al crecimiento de los creyentes, de manera que respondan cada vez mejor y con toda su vida al amor de Dios. Es necesario reconocer el ámbito de las personas bautizadas que no viven las exigencias del bau­tismo y también hace el llamado a proclamar el Evangelio a quienes no conocen a Jesucristo o siempre lo han rechazado (cf. ‘Evangelii Gaudium’ #14), recordando que “los cristia­nos tienen el deber de anunciarlo sin excluir a nadie, no como quien impone una obligación, sino como quien comparte una alegría, señala un horizonte bello, ofrece un ban­quete deseable” (EG 14).

La preocupación de toda la Iglesia, pastores y fieles, a lo largo de los si­glos ha sido anunciar el Evangelio a los que están alejados de Cristo y por eso, en una época se identificaban los alejados con quienes habitaban fuera de las fronteras de nues­tro entorno y existía una vocación misionera para atender directamente a esos hermanos nuestros. Pero hoy la realidad de los alejados está presen­te en nuestro territorio, en nuestra Diócesis, en las periferias y en el centro de nuestra ciu­dad, en la parte urbana y en el campo. Por ello, retomamos como propio el llamado del Papa Francisco cuando nos dice que “la actividad misionera repre­senta aún hoy día el mayor desafío para la Iglesia y la causa misione­ra debe ser la primera” (EG 15), de tal manera que, lo tenemos que hacer presente con la salida misionera a la que estamos convocados todos los creyentes.

La salida misionera es el camino ade­cuado en este momento de nuestra historia para volver a traer al redil de la Iglesia a la oveja perdida. Jesús en el Evangelio nos da el testimonio del Pastor bueno que sale a buscar una oveja perdida, dejando las noventa y nueve en el redil (cf. Lc 15, 4-6), hoy tenemos que retomar la salida misionera para ir en busca de las no­venta y nueve, dejando una en nuestro redil. Si no lo hacemos entre to­dos, corremos el riesgo de dejar a todo el pue­blo de Dios a la deriva, con la conciencia que “cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atre­verse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio” (EG 20), periferias que vemos avan­zar en nuestra ciudad, no solamente por la limitación física de los recursos de muchas personas, sino por el vacío en la fe que padecen muchas personas que son nuestros vecinos y cercanos.

Recordemos que los discípulos que se reunieron en torno a Jesús y que salie­ron a predicar con Él, no tenían un lu­gar para permanecer, porque “el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza” (Mt 8, 20); siempre fueron itinerantes, siempre estaban en mi­sión de un lugar para otro y así nació la Iglesia, en camino, en salida misio­nera. El Papa Francisco nos recuerda esta verdad cuando afirma: “La inti­midad de la Iglesia con Jesús es una intimidad itinerante, y la comunión esencialmente se configura como comunión misionera. Fiel al modelo del Maestro, es vital que hoy la Igle­sia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo” (EG 23).

La Iglesia comunidad de creyentes en su tarea evangelizadora tiene el mandato de la salida misionera. En nuestra Diócesis de Cúcuta estamos disponibles a cumplir con esta ta­rea, siendo comunidad de discípulos misioneros que nos involucramos y acompañamos a todos y les entrega­mos con gozo el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Que la Santísima Virgen María, Estrella de la evange­lización y el glorioso Patriarca san José, fiel custodio de la fe, alcancen de Nuestro Señor Jesucristo, el fervor pastoral, para estar siempre en salida misionera.

En unión de oraciones, reciban mi bendición.

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