Diócesis de Cúcuta en salida misionera

Por: Monseñor José Libardo Garcés Monsalve, Obispo de la Diócesis de Cúcuta

Para la gloria de Dios y bien de la Iglesia que amamos, co­menzamos el año 2023 con ánimos renovados y fervor pasto­ral fortalecido, para llevar a cabo la evangelización en nuestra Diócesis de Cúcuta. Damos gracias a Dios por el trabajo pastoral y compro­miso apostólico de todos nuestros sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas, seminaristas y fieles de cada una de nuestras parroquias, que hasta el momento se han des­gastado dando lo mejor de sí para llevar a todos a Nuestro Señor Jesu­cristo, respondiendo a ese mandato misionero de ir por todas partes a predicar el Evangelio del Señor.

Para llevar a cabo esta tarea con la alegría de los hijos de Dios, les garantizo a todos mi oración cons­tante de rodillas frente al Santísimo Sacramento y la celebración diaria de la Eucaristía, con la intención de ayudarles en su crecimiento en la fe, la esperanza y la caridad, para seguir caminando juntos, en el fortalecimiento de una comunidad viva de fe al servicio de Dios y de la Iglesia.

El llamado permanente del Papa Francisco a ser Iglesia en salida misionera, lo percibo muy vivo en cada uno de los evangelizadores de nuestra Diócesis, ya que encuentro sacerdotes, diáconos, seminaristas, religiosos, religiosas y animadores de la evangelización comprome­tidos con la tarea evangelizadora, mediante el Proceso Evangelizador de la Iglesia Particular (PEIP), con una conciencia clara de ser comu­nidades de creyentes en las cuales se realizan y se viven los miste­rios de la Iglesia Universal, que es Una, Santa, Católica y Apostólica.

Mi compromiso constante consis­te en animarlos para que sigan co­municando la alegría que produce el encuentro con Jesucristo, que es nuestra esperanza. Seguiré dedican­do todo mi tiempo y mi esfuerzo para acompañar en primer lugar a los sacerdotes, invitándolos a cami­nar juntos viviendo este ministerio santo en gracia de Dios y en salida mi­sionera.

También seguiré de­dicando tiempo para acompañar a las ins­tituciones diocesa­nas, con el fin de que puedan seguir siendo ejemplo de caridad en el desempeño de su misión y finalmente, quiero seguir acom­pañando a los feligreses en cada una de las parroquias, con las visi­tas pastorales y la administración del sacramento de la confirmación, fortaleciendo con ello la acción mi­sionera en cada una de las comuni­dades parroquiales.

Los invito a asumir como actitud fundamental para continuar este proceso, la acogida de la Santísima Virgen María a la Palabra de Dios, junto con la obediencia a la Iglesia evidenciada en la adhesión alegre y solidaria a nuestro Santo Padre, el Papa Francisco y entendida como comunión eclesial, que nos intro­duce en la comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo y que la hacemos visible en nuestra Iglesia Particular, con nuestro compromiso de evangelizar en salida misionera (cf. Evangelii Gaudium #20), que consiste “en salir de la propia co­modidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio” (EG 20).

Nuestro punto de partida tiene que ser una sincera conversión personal, pastoral y de las estruc­turas, de acuerdo con lo que nos enseñan los documentos de la Igle­sia, conscientes que lo que se nos pide a todos es disponernos a la conversión como adhesión perso­nal a Jesucristo, nuestra esperan­za, y a la voluntad de caminar juntos en su seguimiento, siendo este momento inicial la raíz y el cimiento sin los cuales todos los demás esfuerzos resultan artificiales. Esto significa un cam­bio profundo de ac­titud, que conlleva a una transformación de nuestra vida en Cristo (Cfr. Documento de Aparecida #278b, 366).

Caminando juntos desde la con­versión personal, tenemos la forta­leza que nos da la gracia para vivir la audacia de hacer más evangélica, discipular y participativa, la mane­ra como pensamos y realizamos la pastoral (cfr. DA 368). En este sen­tido, “la conversión pastoral exi­ge que se pase de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera. Así será posible que el único programa del Evangelio siga introduciéndose en la historia de cada comunidad eclesial con nuevo ardor misione­ro, haciendo que la Iglesia se ma­nifieste como una madre que sale al encuentro, una casa acogedora, una escuela permanente de comunión misionera” (DA 370).

Todo este proceso tiene su culmen y realización en la conversión de las estructuras, que solo puede enten­derse en tanto que ellas se vuelvan más misioneras y que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que colo­que a los animadores de la evan­gelización en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a estar con Él y vivir en su presencia (cfr. EG 27).

Nuestra fuerza está en la Palabra de Nuestro Señor Jesucristo, que es nuestra esperanza y que nos manda en salida misionera a evangelizar al mundo entero (cfr. Mt, 28, 19 – 20), que identificamos como nuestra mi­sión, conscientes de que la fuerza interna, proviene del Espíritu Santo a Quien reconocemos como primer protagonista en la tarea del anuncio del Evangelio (cfr. Evangelii nun­tiandi #75).

En este compromiso misionero contamos con la protección mater­nal de la Santísima Virgen María y del Glorioso Patriarca San José, nuestro patrono, quienes escucha­ron la Palabra de Dios y entregaron su vida para hacer su voluntad. Con María y San José queremos reno­var nuestro compromiso de cumplir nuestra tarea en salida misionera, para encontrar a nuestros hermanos, entregarles la Palabra de Dios, acer­carlos a Nuestro Señor Jesucristo y comprometerlos a vivir sin temores la alegría del Evangelio.

En unión de oraciones, reciban mi bendición.

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