Caminemos juntos en la acción catequética

Por: Monseñor José Libardo Garcés Monsalve, Obispo de la Diócesis de Cúcuta 

El Proceso Evangelizador de la Iglesia que estamos desarro­llando en estas entregas edi­toriales, nos pone hoy a reflexionar sobre la acción catequética, que está prevista en la evangelización para “los que optan por el Evangelio y para los que necesitan completar o reestructurar su iniciación” (Di­rectorio General para la Catequesis #49), esto quiere decir un proceso de formación continuo que está al servicio de la profesión de fe. Quien encuentra a Jesucristo siente en su corazón un deseo intenso por cono­cerlo más íntimamente manifestando su cercanía y celo por el Evangelio, haciéndose su discípulo (cfr. DC, 2020, 34).

Esta condición de discípulo que el creyente va desarrollando es lo que pone en acción el proceso de la cate­quesis, que consiste en el crecer de la fe con la perseverancia que brota del amor vivo y entrañable por la perso­na, el mensaje y la palabra de Nuestro Señor Jesucristo, que tiene sus raíces en el primer anuncio y el ‘kerygma’ propios de la acción misionera. Así lo expresa el Papa Francisco cuando afirma: “Hemos redescubierto que también en la catequesis tiene un rol fundamental el primer anun­cio o kerygma, que debe ocupar el centro de la actividad evangeliza­dora y de todo intento de renova­ción eclesial. El kerygma es trini­tario Es el fuego del Espíritu que se dona en forma de lenguas y nos hace creer en Jesucristo, que con su muerte y resurrección nos revela y nos comunica la misericordia infi­nita el Padre. En la boca del cate­quista vuelve a resonar siempre el primer anuncio: Jesucristo te ama, dio la vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte. Esto es lo que hay que volver a anunciar de una forma o de otra a lo largo de la catequesis, en todas sus etapas y momentos” (Evangelii Gaudium #164).

Esto quiere decir que la catequesis no es un acto aislado en el proceso evan­gelizador de la Iglesia, sino que tiene sus raíces en el primer anuncio pro­pio de la acción misio­nera, que se enriquece con una formación continua, orgánica y sistemática que propi­cia un auténtico segui­miento de Jesucristo y ayuda al crecimiento en la fe cristiana. “La catequesis es una formación básica, esencial, centra­da en lo nuclear de la experiencia cristiana, en las certezas básicas de la fe y en los valores evangélicos fundamentales. La catequesis pone los cimientos del edificio espiritual del cristiano, alimenta las raíces de su vida de fe, capacitándole para recibir el posterior alimento sólido en la vida ordinaria de la comuni­dad cristiana” (DGC #67), de esta manera la catequesis ejerce “tareas de iniciación, de educación y de instrucción” (DGC #68).

La acción catequética no es un acto aislado sino parte de un proceso que conecta muy bien con la acción mi­sionera, que llama a la fe y con la acción pastoral, que la nutre conti­nuamente, avivando el crecimiento de la adhesión a Jesucristo y comuni­cándolo en una acción pastoral con­creta, donde el cristiano se convierte en un auténtico misionero, hacién­dolo capaz de vivir la vida cristiana en un estado de conversión, como transformación de la vida en Cristo y luego transmitirla a los otros, ya que “dicha acción catequética no se limita al creyente individual, sino que está destinada a toda la co­munidad cristiana para apoyar el compromiso misionero de la evan­gelización. La catequesis también fomenta la inserción de los indivi­duos y de la comunidad en el con­texto social y cultural, ayudando a la lectura cristiana de la historia y promoviendo el compromiso so­cial de los cristianos” (DC, 2020, 73).

De aquí se desprende que la acción cate­quética en la vida del cristiano no es algo circunstancial u oca­sional, para recibir la primera comunión o la confirmación, sino que está al ser­vicio de la educación permanente en la fe y por eso se relaciona con todas las dimensiones de la vida cristiana que deben tener su centralidad en Jesucristo reconociendo que “en el centro de todo proceso de cateque­sis está el encuentro vivo con Cris­to. El fin definitivo de la catequesis es poner a uno no sólo en contacto sino en comunión, en intimidad con Jesucristo: sólo Él puede con­ducirnos al amor del Padre en el Espíritu y hacernos partícipes de la vida de la Santísima Trinidad. La comunión con Cristo es el cen­tro de la vida cristiana y, en con­secuencia, el centro de la acción catequética” (DC, 2020, 75). 

En este sentido tenemos que propo­nernos entre todos revisar nuestros procesos de catequesis para los sa­cramentos de iniciación cristiana, que se convierten en muchos casos en simples requisitos de unos pocos meses para recibir un sacramento y nunca más volver a la Iglesia a seguir profundizando en la fe, desdibujan­do de esa manera la vida cristiana y sacramental. Tenemos que volver a “catequesis orientada a formar personas que conozcan cada vez más a Jesucristo y su Evangelio de salvación liberadora, que vivan un encuentro profundo con Él y que elijan su estilo de vida y sus mismos sentimientos, comprometiéndose a llevar a cabo, en las situaciones his­tóricas en las que viven, la misión de Cristo, es decir el anuncio del Reino de Dios” (DC, 2020, 75).

Con esta reflexión los convoco a to­dos a seguir profundizando en la ac­ción catequética, como parte esen­cial del Proceso Evangelizador de la Iglesia, que hace madurar la conver­sión inicial y ayuda a los cristianos a dar un significado pleno a su propia existencia, educándolos en la men­talidad de fe conforme al Evangelio, hasta que gradualmente lleguen a sentir, pensar y actuar con los senti­mientos de Cristo. Que la Santísima Virgen María y el glorioso Patriarca san José, alcancen del Señor todas las bendiciones y gracias para que caminemos juntos en la acción catequética, para formar muchos discípulos misioneros del Señor en­tusiasmados con el anuncio gozoso del Evangelio.

En unión de oraciones, caminemos juntos, viviendo nuestra vocación.

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