Por: Mons. José Libardo Garcés Monsalve, Obispo de la Diócesis de Cúcuta
Cada año durante el mes de septiembre, aprovechamos la oportunidad para reflexionar sobre la Palabra de Dios, que ilumina nuestra vida diaria, pero también nos ayuda a conocer y amar más a Nuestro Señor Jesucristo en su Palabra.
El conocimiento de la Sagrada Escritura nos sumerge cada día más en la vida de Jesús, que hoy se hace más fácil su difusión por todos los medios que tenemos a nuestro alcance para tener un mejor contacto con la Biblia. El Documento Aparecida nos ha llamado a esta tarea cuando nos dice: “Encontramos a Jesús en la Sagrada Escritura, leída en la Iglesia. La Sagrada Escritura, ‘Palabra de Dios escrita por inspiración del Espíritu Santo’, es con la Tradición, fuente de vida para la Iglesia y alma de su acción evangelizadora. Desconocer la Escritura es desconocer a Jesucristo y renunciar a anunciarlo” (DA 247).
Es necesario seguir en la tarea de educar a nuestros fieles en el conocimiento de la Palabra de Dios, para que se acerquen más a Jesucristo y lo amen con todo el corazón y con todo el ser y cada uno pueda vivir en la verdad, obtenida en la Sagrada Escritura, que nos ayuda a fundamentar nuestra vida en el bien. Así nos lo pide Aparecida cuando afirma: “Se hace, pues necesario proponer a los fieles la Palabra de Dios como don del Padre para el encuentro con Jesucristo vivo, camino de auténtica conversión y de renovada comunión y solidaridad. Esta propuesta será mediación de encuentro con el Señor si se presenta la Palabra revelada, contenida en la Escritura, como fuente de Evangelización” (DA 248).
Este año hemos comenzado en nuestra Diócesis de Cúcuta un quinquenio de encuentro con Jesucristo y precisamente en este primer año, estamos fortaleciendo el encuentro con el Señor en la Palabra, para que nuestro trabajo evangelizador tenga sus raíces en Jesucristo, a quien conocemos en su Palabra. El Papa Francisco así lo ha pedido en su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium: “No sólo la homilía debe alimentarse de la Palabra de Dios. Toda la evangelización está fundada sobre ella, escuchada, meditada, vivida, celebrada y testimoniada. Las Sagradas Escrituras son fuente de la Evangelización” (EG 173), con la que llegamos a todos los fieles con el objetivo que conozcan y amen a Jesucristo fuente de vida y de salvación.
Este proceso de conversión a la luz de la Palabra de Dios nos prepara para la celebración de la Eucaristía y para el ejercicio de la caridad, que requiere una transformación de la vida en Cristo, como culmen de una decisión de conversión que se va fortaleciendo cada día con la escucha de la Palabra y la frecuencia de los Sacramentos, sobre todo la Eucaristía, fuente y culmen de la vida cristiana (Cf LG 11), en donde se sirven el pan de la Palabra y el pan de la Eucaristía, tal como lo enseña el Concilio Vaticano II: “La Iglesia ha venerado siempre la Sagrada Escritura al igual que el mismo Cuerpo del Señor, no dejando de tomar de la mesa y de distribuir a los fieles el pan de vida, tanto de la Palabra de Dios como del Cuerpo de Cristo, sobre todo en la liturgia”, (Dei Verbum 21).
La Palabra de Dios y la Eucaristía siembran en el creyente las semillas del Reino de Dios, que le permite llenarse de fervor pastoral, para luego comunicarlo con la vida y las palabras, comunicando el mensaje de la salvación a muchas personas. Un deseo evangelizador que brota del conocimiento y amor por la persona, el mensaje y la palabra de nuestro Señor Jesucristo. Así lo enseña el Papa Francisco cuando afirma: “La Palabra de Dios escuchada y celebrada, sobre todo en la Eucaristía, alimenta y refuerza interiormente a los cristianos y los vuelve capaces de un auténtico testimonio evangélico en la vida cotidiana. La Palabra proclamada, viva y eficaz, prepara para la recepción del Sacramento, y en el Sacramento esa Palabra alcanza su máxima eficacia” (EG 174).
Un cristiano que conoce y ama a Jesucristo en su Palabra es capaz de orar contemplativamente, brotando de allí el deseo de comunicar a Jesús, a quien tiene en su corazón y lo ama con toda intensidad y desea que ese amor se propague a otros, cumpliendo con el mandato misionero del Señor de ir por todas partes a hacer discípulos del Señor (Cf Mt 28, 19), comunicando el mensaje a través de la caridad, como fruto maduro de todo el proceso de iniciación cristiana, de recibir la fe como don de Dios y compartirla con los hermanos.
Es por esta razón que la Iglesia siempre nos ha llamado a fortalecer la Fe mediante el conocimiento y la vivencia de la Palabra de Dios. Así lo expresa el Papa Francisco: “El estudio de las Sagradas Escrituras debe ser una puerta abierta a todos los creyentes. Es fundamental que la Palabra revelada fecunde radicalmente la catequesis y todos los esfuerzos por transmitir la fe. La evangelización requiere la familiaridad con la Palabra de Dios y esto exige a las diócesis, parroquias y a todas las agrupaciones católicas, proponer un estudio serio y perseverante de la Biblia, así como proponer su lectura orante personal y comunitaria” (EG 175).
Los convoco a poner la vida personal y familiar bajo la guía de la Palabra de Dios, que escruta nuestros corazones y nos permite renovar la vida interior, hasta el punto de convertir nuestra vida en Cristo, para proclamar a todos los que están con nosotros “Tú eres el Cristo, con tu Palabra danos la Paz”, porque realmente es el centro de nuestra existencia y punto de apoyo en nuestras decisiones.
En unión de oraciones, reciban mi bendición.