En una solemne ceremonia celebrada en la Plaza de San Pedro, el Papa ha presidido la canonización de un grupo de hombres y mujeres cuyo testimonio de fe y entrega los ha llevado a los altares. Entre ellos, se encuentran los mártires de Damasco, un grupo de frailes menores españoles y un laico maronita que ofrecieron sus vidas por amor a Cristo:
Manuel Ruiz López, Carmelo Bolta, Nicanor Ascanio, Nicolás M. Alberca y Torres, Pedro Soler, Francisco Pinazo Peñalver, Juan Jacobo Fernández, y el austriaco Engelbert Kolland. Junto a ellos, se canonizaron los laicos maronitas Francesco, Abdel Mooti y Raffaele Massabki, quienes también dieron testimonio de su fe en medio de la persecución.
Además de estos mártires, fueron elevados a los altares otras figuras de gran relevancia espiritual: José Allamano, fundador de los Misioneros de la Consolata, un hombre que dedicó su vida a la evangelización de los más necesitados; María Leonia Paradis, fundadora de las Pequeñas Hermanas de la Sagrada Familia, cuyo carisma estuvo centrado en el servicio humilde y sencillo a los demás; y Elena Guerra, fundadora de las Hermanas Oblatas del Espíritu Santo, incansable apóstol de la oración y de la acción del Espíritu Santo en la vida de los fieles.
En su homilía, el Papa no se detuvo en las biografías individuales de los nuevos santos, sino que resaltó los rasgos comunes que los unen: la valentía en la fe, la entrega total a la voluntad de Dios y su incansable servicio al prójimo. En palabras del Pontífice, «cada uno de estos santos, con sus propias vidas y circunstancias, nos muestran el camino de la santidad, un camino abierto para todos nosotros si respondemos al llamado del Señor con generosidad y confianza».
El cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, fue el encargado de leer la hagiografía de los nuevos santos, recordando sus gestos de heroísmo y santidad cotidiana.
Al evento asistió una delegación española encabezada por Félix Bolaños, ministro de la Presidencia, en honor a los siete santos españoles que hoy son motivo de orgullo y devoción para la Iglesia en España.
El Papa Francisco invitó a todos los presentes a seguir el ejemplo de estos santos, «testigos luminosos de la fe en un mundo que necesita desesperadamente signos de esperanza y amor». Cada uno de ellos, dijo, «es una luz que nos guía hacia Cristo, el verdadero camino, verdad y vida». Con esta canonización, la Iglesia recuerda que la santidad no es solo un ideal inalcanzable, sino una meta a la que todos estamos llamados desde nuestra propia realidad.