Por: Pbro. Yhon Pablo Canedo Archila, formador del Seminario Mayor Diocesano San José
Cuando el bautizado se pregunta acerca de ¿cómo aprendió a hablar con Dios en la oración, a signarse, a celebrar los sacramentos, a seguir la vida de los santos, a adorar a Jesús Eucaristía y corresponder al amor maternal de la Virgen María, a conocer las verdades de la fe, pedir perdón y perdonar, ¿la Palabra de Dios y la Tradición, a vivir el doble mandamiento del amor a Dios y a los hermanos en la dignidad de hijos de Dios y en la comunión de la Iglesia?, inmediatamente vienen a su mente y corazón sus primeras catequesis enseñadas por medio de sus abuelos, sus papás, un sacerdote, una religiosa o un laico.
Esta es la misión única y concreta del catequista: con obras y palabras hacen que el anuncio pascual resuene continuamente en el corazón de cada persona, para que su vida se transforme1, situándonos en comunión con Jesucristo,2 en otras palabras, por medio de su testimonio sirven como rol importante en las tareas específicas de la catequesis3: llevan al conocimiento de la fe, iniciar en la celebración del Misterio, forman la vida en Cristo, aprendemos a orar y somos introducidos a la vida comunitaria de la Iglesia.
1. Llevan al conocimiento de la fe: el catequista ayuda a profundizar el mensaje cristiano que encontramos en la Tradición oral de los Padres de la Iglesia y en la Tradición escrita de la Palabra de Dios; también enseñan las verdades de la fe sintetizadas en el Credo para formarse en la sana doctrina eclesial que sirva de criterio de vida.
2. Inician en la celebración del Misterio: con el fin de promover “en los fieles la participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas que exige su naturaleza misma”,4 el catequista tiene como misión ayudar a comprender la importancia de la liturgia en la vida eclesial, enseñando las actitudes de las celebraciones de la Iglesia: “alegría por el carácter festivo de las celebraciones, sentido de comunidad, escucha atenta de la Palabra de Dios, del año litúrgico, expresiones de piedad popular, el significado del Domingo e importancia de la Eucaristía dominical, la oración confiada, alabanza y acción de gracias, y la sensibilidad a los símbolos y signos”.
3. Formar en la vida en Cristo: por medio de la misión del catequista se crece en la dignidad de hijos de Dios, buscando responder con la gracia de Dios, la vida sacramental y la caridad con los hermanos a la vocación de todo bautizado: la santidad, en palabras del directorio general para la catequesis 2020, la misión del catequista es: “Educar para la vida buena del Evangelio implica la formación cristiana de conciencia moral, con el fin de que en cada circunstancia el creyente pueda ponerse a la escucha de la voluntad del Padre para discernir, bajo la guía del Espíritu y en consonancia con la ley de Cristo, el mal que hay que evitar y el bien que hay que hacer, realizándolo a través de una caridad activa”.
4. Enseñar a orar: los abuelos, papás u otras personas que transmiten la fe, han sido los primeros catequistas, enseñando a confiar en Dios, a encomendar la jornada, dar gracias por el día que empieza y por la jornada que culmina; por los alimentos, implorar su ayuda, orar frente al Santísimo, rezar el Santo Rosario. Los catequistas enseñan las oraciones y a orar con los sentimientos con los que Cristo se dirigió a Dios Padre, sobre todo en el Padrenuestro.
5. Introducir a la vida comunitaria: la espiritualidad de comunión manifestada por el testimonio de los catequistas en su unión con los hermanos agentes de pastoral, el sacerdote, el obispo, el Papa y la Iglesia, enseñan a vivir en comunidad siendo imagen de la unidad de la Trinidad, viendo en el rostro del hermano no a un enemigo sino a un hijo del mismo Padre Dios y hermano nuestro: el otro, aunque sea distinto o piense diferente es un don de Dios para la humanidad. Los Catequistas en medio de sus limitaciones y responsabilidades personales viven el mandato misionero de Jesús: “Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo les he mandado”5, donan sus vidas en el servicio incansable de la transmisión de la fe en las comunidades parroquiales, teniendo entre sus catequizandos: niños, jóvenes y adultos. Su servicio no se limita a la sola preparación de los sacramentos de iniciación cristiana, sino además viven su rol en el acompañamiento de otros grupos, comunidades eclesiales misioneras, sectores y labor pastoral que la comunidad parroquial requiera.
Por este motivo, la Diócesis de Cúcuta junto a los hermanos sacerdotes y catequizandos les felicita, agradece y bendice por su misión de ser testigos de la fe, maestros y mistagogos, acompañantes y pedagogos que enseñan en nombre de la Iglesia. ¡Feliz fiesta del catequista! San Pío X, intercede por nuestros catequistas.