Que los padres compartan junto a sus hijos en la misma mesa permite que todos participen y disfruten de los alimentos. Los niños entenderán que comer es más que una necesidad, no una obligación o un momento desagradable.
A pesar que es un espacio significativo en la vida de todo núcleo familiar, a través del tiempo este momento trascendental ha perdido relevancia. Un estudio, realizado con cerca de 15.000 estudiantes de colegio y publicado en la revista BMC Research Notes, mostró que en las últimas dos décadas ha disminuido el porcentaje de niños y adolescentes que cenan con sus padres.
También, Otra investigación publicada en JAMA Pediatrics reveló que solo el 30 por ciento de los adolescentes comen al menos siete veces por semana con sus familiares.
Según los estudios realizados, el 40 por ciento de los niños y adolescentes que comen en familia, obtienen calificaciones excelentes y dedican más horas a leer y hacer tareas; mientras que quienes comen menos de tres veces a la semana con su familia tienen el doble de riesgo de tener bajas calificaciones escolares.
Un análisis de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), realizado con datos de un número significativo de países, encontró que los estudiantes que no comen con sus papás regularmente se escapan de clase con más frecuencia; a diferencia de los que sí lo hacen tienen mejores notas en los exámenes, cuentan con mayor vocabulario y mejoran sus habilidades de lectura.
Otro de los beneficios de comer en familia se evidencia en que quienes participan de este momento familiar disminuyen el riesgo de fumar, tomar alcohol, consumir drogas, mantener relaciones sexuales sin protección e, inclusive, de suicidarse, así lo indica el Centro Nacional sobre la Adicción y Abuso de Sustancias de la Universidad de Columbia.
Al respecto, Un estudio de la Academia Estadounidense de Pediatría señala que quienes comen al menos tres veces a la semana juntos tienen 35 por ciento menor riesgo de padecer obesidad, sobrepeso, sedentarismo o, incluso, anorexia. Esto se debe a que el cuerpo se acostumbra a comer a unas horas específicas y a que en esas ocasiones los papás tienen la oportunidad de enseñar cuáles alimentos son más nutritivos.
Compartir en familia y comer con los papás fortalece las relaciones, los lazos afectivos y mejora la comunicación, clave para evitar conflictos y violencia intrafamiliar.
El obstáculo no puede ser el tiempo, es valioso procurar encontrar el espacio para comer en familia para compartir ideas, construir confianza y mejorar la alimentación.
“Durante las comidas las familias intercambian opiniones, conversan, construyen confianza y aprenden a hablar sin temor”, afirma la autora Kathleen T. Morgan, de la Universidad Estatal de Nueva Jersey, Rutgers, en Estados Unidos.
Con información de: www.semana.com
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