En su mensaje al concluir la XCIX Asamblea Plenaria del Episcopado, desarrollada en Medellín del 6 al 10 de julio, los prelados afirman que “muchas ocasiones la Iglesia ha hecho una invitación a la paz; ahora la reitera con fuerza: ¡Es la hora de la paz!. El diálogo, el perdón, la reconciliación y la justicia son el camino para la paz”.
“Estamos llamados, obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, fieles laicos, e instituciones y todos, hombres y mujeres de buena voluntad a realizar acciones de reconciliación, perdón y paz. Todos debemos ser artesanos de la paz”,enfatizaron los prelados.
En su mensaje los obispos, también, se hicieron solidarios “con el sufrimiento de las comunidades, personas y familias, que han sido víctimas de las acciones violentas de los grupos armados, particularmente de las FARC y del ELN.
Rechazamos esos hechos dolorosos e invitamos a los violentos a reflexionar sobre estas crueles acciones y a asumir su responsabilidad en las mismas. Tales actos no sólo han tenido consecuencias para la sociedad y el medio ambiente sino que han minado profundamente la confianza del pueblo colombiano en los diálogos y en la voluntad de los grupos armados al margen de la ley de buscar una salida negociada al conflicto”.
¿Cómo hacer creíbles los esfuerzos de paz que se desarrollan en La Habana ante tantas muestras de crueldad y violencia?, cuestionaron los obispos, al tiempo que enfatizaron: “Se requieren gestos valientes y audaces en el camino de la reconciliación y la paz. Más allá del anuncio de un cese temporal de sus acciones violentas, el pueblo colombiano clama por un compromiso de las FARC y el ELN de un cese definitivo de hostilidades”.
Por otra parte, se refirieron “al surgimiento de nuevas formas de violencia y de conflicto asociadas, entre otras, a la explotación de recursos naturales y la generación de energía cuando no se actúa en el marco de la legalidad o con la necesaria responsabilidad ambiental y social”.
Finalmente, rechazaron “las decisiones de los Órganos del Estado que atentan contra la dignidad y contra los derechos fundamentales de la persona humana, a través de la promoción del aborto y de la eutanasia, lo mismo que los atentados contra el matrimonio y la institución familiar a través de la equiparación de las uniones homosexuales a la familia y la promoción de la adopción de menores por parejas del mismo sexo. Consideramos que éstas y muchas otras manifestaciones como la marginación y la pobreza, la corrupción, el narcotráfico, el accionar creciente de las bandas criminales, la ambición desproporcionada de poder y de dinero, la violencia intrafamiliar, nos hablan de unpaís éticamente enfermo a causa de la pérdida progresiva de los valores cristianos y humanos, que necesita una profunda educación y una sólida evangelización. Es necesario reconstruir la estructura moral y los valores espirituales de nuestra nación”.
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Foto: Cortesía CEC.