“En esta Fiesta agradecemos a Dios nuestra vocación consagrada, una luz que el Padre ha puesto en el Candelero, para que alumbre a todos los de la casa. Los diversos carismas y las distintas formas de consagración son expresión de la múltiple gracia con que Dios ha querido embellecer a su Iglesia”, afirmó el prelado.
Durante su homilía el obispo también precisó: “Los religiosos tienen en su vida consagrada un medio privilegiado de evangelización eficaz. A través de su ser más íntimo se sitúan dentro del dinamismo de la Iglesia, sedienta de lo absoluto de Dios, llamada a la santidad. Es de esta santidad de la que ellos dan testimonio. Ellos encarnan la Iglesia deseosa de entregarse al radicalismo de las bienaventuranzas. Ellos son, por su vida, signo de total disponibilidad para con Dios, la Iglesia los hermanos.
Por esto, asumen una importancia especial en el marco del testimonio que, como hemos dicho anteriormente, es primordial en la evangelización. Este testimonio silencioso de pobreza y desprendimiento, de pureza y de transparencia, de abandono en la obediencia, puede ser a la vez que una interpelación al mundo y a la Iglesia misma, una predicación elocuente, capaz de tocar incluso a los no cristianos de buena voluntad, sensibles a ciertos valores (…) Son generosos: se les encuentra, no raras veces, en la vanguardia de la misión y afrontando los más grandes riesgos para su santidad y su propia vida” (EN n.69).
Religiosos y religiosas pertenecientes a las distintas comunidades que hacen presencia en esta Iglesia Particular, 10 comunidades masculinas y 41 comunidades femeninas; colegios católicos de Cúcuta, acompañados por estas comunidades; el Seminario Mayor; el clero diocesano; agentes pastorales y comunidad en general participaron de la celebración eucarística, llevada a cabo en la catedral San José.
El Año de la Vida Consagrada fue proclamado por el Papa Francisco, el 30 de noviembre de 2014 y finaliza el 2 de febrero del 2016, año del Sínodo Diocesano.