Mensaje del Papa Francisco para la 60° Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones
La vocación, llamada del Señor para «cada uno en el mundo de hoy», es gracia, un «don gratuito», y al mismo tiempo un compromiso a ponerse en camino, a salir, “para llevar el Evangelio», una tarea que es «fuente de vida nueva y de alegría verdadera». Lo escribe el Papa Francisco en su mensaje para la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que se celebra por 60ª vez hoy domingo 30 de abril. Una iniciativa «providencial», recuerda, instituida por san Pablo VI en 1964, durante el Concilio Vaticano II, en la que este año el Papa invita a reflexionar sobre el tema «Vocación: gracia y misión».
«Llevar la vida a todas partes», para dilatar los espacios del amor de Dios
Esperando que todas las iniciativas previstas «puedan reforzar la sensibilidad vocacional en nuestras familias, en las comunidades parroquiales y en las de vida consagrada, en las asociaciones y en los movimientos eclesiales», el Papa Francisco espera también que “el Espíritu del Señor Resucitado nos quite la apatía y nos conceda simpatía y empatía, para vivir cada día regenerados como hijos del Dios Amor». Capaces, prosigue, «de llevar la vida a todas partes, especialmente allí donde hay exclusión y explotación, indigencia y muerte. Para que se dilaten los espacios del amor y Dios reine cada vez más en este mundo». El Papa ratifica que la misión es obra de Dios y no se lleva a cabo sola, sino en la comunión eclesial.
La fantasía de Dios para llamar a los misioneros es infinita
El Papa Francisco recuerda su llamada, el 21 de septiembre de 1953, cuando, «mientras iba a la fiesta anual del estudiante, sentí el impulso de entrar en la iglesia y confesarme. Ese día cambió mi vida y dejó una huella que perdura hasta hoy”. Pero «la fantasía de Dios para llamarnos es infinita», subraya. Puede ser en “una situación de pobreza, en un momento de oración, gracias a un testimonio límpido del Evangelio, a una lectura que nos abre la mente, cuando escuchamos la Palabra de Dios y la sentimos dirigida directamente a nosotros, en el consejo de un hermano o una hermana que nos acompaña, en un tiempo de enfermedad o de luto».
No hay vocación sin misión
Y la iniciativa de Dios espera respuesta, porque la vocación es «el entramado entre elección divina y libertad humana». Pero la llamada, aclara el Papa, «incluye el envío», porque «no hay vocación sin misión. Y no hay felicidad y plena realización de uno mismo sin ofrecer a los demás la vida nueva que hemos encontrado». A continuación, cita la Exhortación Apostólica ‘Evangelii gaudium’, en la que explica que todos los bautizados pueden decir: «Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo».
Testimoniar con alegría el estar con Jesús
Concretamente, esto se traduce en «obras de misericordia material y espiritual, en un estilo de vida abierto a todos y manso, capaz de cercanía, compasión y ternura, que va contracorriente respecto a la cultura del descarte y de la indiferencia». Porque el «núcleo» de la vocación cristiana es «imitar a Jesucristo, que vino a servir y no para ser servido».
Jornada Mundial de la Juventud: “¡Llamados a levantarse e ir sin demora, con un corazón ferviente!”
Una acción misionera que no nace solo “de nuestras capacidades” o de nuestra voluntad, sino «de una profunda experiencia con Jesús». Solo así se puede ser testigo, como los dos discípulos de Emaús, que con corazón ardiente escuchan a Jesús mientras les explica las Escrituras a lo largo del camino. El Pontífice desea que esto suceda también durante la Jornada Mundial de la Juventud, de Lisboa, que espera con alegría y que tiene por tema “María se levantó y partió sin demora”. “¡Que cada uno y cada una se sienta llamado y llamada a levantarse e ir sin demora, con corazón ferviente!”, manifestó el Sumo Pontífice.
La Iglesia, «sinfonía» de vocaciones, unidas y distintas «en salida”
Finalmente, el Papa Francisco escribe que la Iglesia es «Ekklesía», término griego que significa «asamblea de personas llamadas, convocadas«, para formar la comunidad de los discípulos misioneros de Jesucristo. En la Iglesia, recuerda, «todos somos servidores y servidoras, según diversas vocaciones, carismas y ministerios». De hecho, la vocación don de sí en el amor, común a todos, se realiza «en la vida de los cristianos laicos y laicas, comprometidos a construir la familia como pequeña iglesia doméstica y a renovar los diversos ambientes de la sociedad con la levadura del Evangelio». Pero también «en el testimonio de las consagradas y de los consagrados, entregados totalmente a Dios por los hermanos y hermanas como profecía del Reino de Dios»; en los ministros ordenados, diáconos, presbíteros y Obispos, «puestos al servicio de la Palabra, de la oración y de la comunión del pueblo santo de Dios». Y solo en la relación con todas las demás, » cada vocación específica en la Iglesia se muestra plenamente con su propia verdad y riqueza», porque la Iglesia «con todas las vocaciones unidas y diversas, en armonía y a la vez “en salida” para irradiar en el mundo la vida nueva del Reino de Dios”.