El Adviento es un tiempo especial de preparación con el que se da inicio a un nuevo “Año Litúrgico”, es decir, un nuevo año para la Iglesia Católica. El término “Adviento” proviene del latín “adventus”, que significa “venida”, “llegada”.
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El Catecismo de la Iglesia Católica, lo remarca como un tiempo especial, invitando a todos los cristianos a esperar con alegría y entusiasmo porque “La venida del Hijo de Dios a la tierra es un acontecimiento tan inmenso que Dios quiso prepararlo durante siglos (…) Al celebrar anualmente la liturgia del Adviento, la Iglesia actualiza esta espera del Mesías: participando en la larga preparación de la primera venida del Salvador, los fieles renuevan el ardiente deseo de su segunda venida” (CIC 522-524).
Historia del Adviento hasta el hoy de la Iglesia
La misma palabra latina adventus, aplicada primitivamente a la venida de un personaje, del emperador y ha sido asumida por la liturgia como la espera de la venida gloriosa y solemne de Cristo, que no puede ser más que su definitiva aparición en el mundo al final de los tiempos.
- Un canon del Concilio de Zaragoza, celebrado aproximadamente en los años 380-381, invita a los fieles a acudir a la asamblea durante las tres semanas que preceden la fiesta de Epifanía, a partir del día 17 de diciembre. Parece que se trata de un período de preparación al sacramento del Bautismo que se celebraba, según el uso oriental, asumido también por España, en la fiesta de la Epifanía que celebraba el Bautismo del Señor.
- En el siglo V en Francia, se encuentra una especie de cuaresma o tiempo de preparación a la fiesta romana de Navidad del 25 de diciembre, que comienza seis semanas antes. Es la llamada cuaresma de san Martín, que empieza precisamente el 11 de noviembre, fiesta de san Martín de Tours.
- Un efectivo tiempo de Adviento se conoce en Roma solamente hacia el siglo VI, si es válida la hipótesis que atribuye su instauración al Papa Siricio. De las seis semanas iniciales, se pasa a las cuatro definitivas, propuestas por san Gregorio Magno.
- Las normas universales sobre el año litúrgico y el calendario, del año 1969, presentan así el carácter propio del Adviento: «El tiempo de Adviento tiene una doble índole: es el tiempo de preparación para las solemnidades de Navidad, en las que se conmemora la primera venida del Hijo de Dios a los hombres y es, a la vez, el tiempo en el que, por este recuerdo, se dirigen las mentes hacia la expectación de la segunda venida de Cristo al fin de los tiempos. Por estas dos razones el Adviento se nos manifiesta como tiempo de una expectación piadosa y alegre» (n. 39).
Teología: Adviento, tiempo de Cristo, la doble venida
La teología litúrgica del Adviento se mueve en las dos líneas enunciadas por el Calendario romano:
- La espera de la Parusía, revivida con los textos mesiánicos escatológicos del AT: El tema de la espera es vivido en la Iglesia con la misma oración que resonaba en la asamblea cristiana primitiva: el Marana-tha (ven Señor) o el Maran-athá (el Señor viene) de los textos de Pablo (1 Co 16,22) y del Apocalipsis (Ap 22,20). La palabra del Antiguo Testamento invita a revivir cada año en nuestra historia la larga espera de los justos que aguardaban al Mesías; la certeza de la venida de Cristo en la carne estimula a renovar la espera de la última aparición gloriosa en la que las promesas mesiánicas tendrán total cumplimiento, ya que hasta hoy se han cumplido sólo parcialmente.
- La perspectiva de la Navidad renueva la memoria de las promesas ya cumplidas, aunque no definitivamente: La Iglesia se siente sumergida en la lectura profética de los oráculos mesiánicos. Hace memoria de nuestros padres en la fe, patriarcas y profetas, escucha a Isaías, recuerda el pequeño núcleo de los anawim del Señor, que está allí para esperar al Mesías: Zacarías, Isabel, Juan, José, María. Adviento resulta, así como una intensa y concreta celebración de la larga espera en la historia de la salvación, como el descubrimiento del misterio de Cristo presente en cada página del A.T., desde el Génesis hasta los últimos libros sapienciales.
En el hoy de la Iglesia, Adviento es una ocasión para redescubrir la centralidad de Cristo en la historia de la salvación:
- Pasada: La venida histórica a Palestina, cuando asumió nuestra misma carne para hacer presente en el mundo la Buena Noticia de Dios.
- Presente: La que se realiza ahora, cada día, a través de la Eucaristía y de los demás sacramentos, y a través de tantos signos de su presencia, comenzando por el signo de los hermanos pobres. Mediante el don de su palabra y de la eucaristía, Cristo se graba en nosotros. Nos hace su cuerpo.
- Futura: La venida definitiva al final de los tiempos, cuando llegue a plenitud el Reino de Dios y nos abra a la vida eterna.
Adviento, tiempo del Espíritu: el precursor y los precursores
Adviento es tiempo del Espíritu Santo. El verdadero Pródromos, precursor de Cristo en su primera venida, es el Espíritu Santo; él es ya el Precursor de la segunda venida. Él ha hablado por medio de los profetas, ha inspirado los oráculos mesiánicos, ha anticipado con sus primicias de alegría la venida de Cristo en sus protagonistas como Zacarías, Isabel, Juan, María. El protagonismo del Espíritu se transmite a sus órganos vivos que son los hombres y mujeres carismáticas del A.T. que ya enlazan la antigua alianza con la nueva. Hombres y mujeres de ayer y de hoy que mantienen en la Iglesia la esperanza del Señor y acrecientan en los cristianos su responsabilidad ante la historia.
Liturgia: la Palabra de Dios en el Adviento
En este tiempo cabe distinguir con claridad dos periodos:
1. Un primer período que se extiende desde el primer Domingo de Adviento hasta el 16 de diciembre. En todo este primer periodo la Iglesia se esforzará al máximo por invitarnos a preparar nuestros corazones para cuando venga el Señor “por segunda vez en el esplendor de su grandeza” será un tiempo de recogimiento penitente que nos hará reflexionar sobre su llegada; al mismo tiempo nos ayudará a hacer un examen del pecado personal y del pecado social. Porque es tiempo de compromiso. No es un tiempo para huir de las tareas del mundo y refugiarse en una esperanza fuera del mundo, sino un tiempo para celebrar el retorno de Cristo que desea vivir también en este “aquí y ahora”.
En lo referente a la Palabra de Dios, las lecturas que acompañan la liturgia entre semana, se lee de manera progresiva, pero discontinua, el profeta Isaías, casi exclusivamente, en la primera lectura, con pasajes mesiánicos y escatológicos. Pero a partir del jueves de la segunda semana se leen los pasajes evangélicos referentes a Juan Bautista, el Precursor, personaje típico del Adviento, puesto que indica la presencia del Mesías.
2. Segundo período que va del 17 hasta el 24 de diciembre: esta parte del Adviento es un tanto diferente, porque la Iglesia nos invita a preparar con alegría el misterio de su nacimiento, de una forma más directa, podría decirse que se habla un poco más claro de la Navidad.
En lo referente a la Palabra de Dios, las lecturas que acompañan la liturgia entre semana, se leen progresivamente en la primera lectura oráculos mesiánicos del A.T. y se proclaman textos evangélicos de la infancia según Mateo y Lucas, evangelistas del nacimiento del Salvador y de su preparación. Es importante la lectura continuada del primer capítulo de Lucas con el anuncio a Zacarías, a María, con la narración de la Visitación y el nacimiento del Bautista, con la preparación al nacimiento de Cristo.
La Lectura dominical en el Tiempo de Adviento y personajes bíblicos
Para este nuevo año litúrgico, corresponde las lecturas del ciclo A. Encontraremos que la primera lectura es del profeta Isaías que nos animará a la luz de las promesas mesiánicas. La segunda lectura (del Apóstol Pablo o Santiago), con exhortaciones a la vigilancia y a la vida digna.
1. El primer Domingo de Adviento conocido como el “de la espera”, con una invitación en su Evangelio de Mateo a estar en vela, donde el personaje bíblico de Isaías con su mirada escruta los tiempos mesiánicos y con sus profecías desvela el rostro escondido del Ungido del Espíritu.
2. El segundo Domingo de Adviento “de la conversión”, en su Evangelio, Mateo presenta la figura austera de Juan el Bautista, el Precursor, tiene la misión de preparar y allanar el sendero del Mesías, exhortando al pueblo de Israel a arrepentirse de sus pecados y corregir toda injusticia.
3. El tercer Domingo de Adviento o “Domingo de Gaudete”, el de “la acogida”, es una invitación a la alegría, a una vigilancia gozosa. Por ello, a través del Evangelio de Mateo se muestran los signos que realiza el Mesías y dan credibilidad a su envió, contemplando de esta manera como personaje bíblico a los pobres del Señor.
4. El cuarto Domingo de Adviento “del anuncio”, el Evangelio de Mateo nos relata los hechos que precedieron el nacimiento de Jesús, presentándolo desde san José. La figura de la Virgen María ilumina este tiempo del Adviento, que desde los primeros días muestra elementos que recuerdan la espera y la acogida del misterio de Cristo por parte de la Virgen de Nazaret. La Palabra de Dios la presenta como la llena de gracia, la bendita entre las mujeres, la Virgen, la Esposa de José, la sierva del Señor, es la Virgen del «fiat», la Virgen fecunda. Es la Virgen de la escucha y de la acogida. La Virgen de Adviento resume en sí las esperanzas de su pueblo y las relanza como esperanzas de la Iglesia.
Cinco claves espirituales en este Tiempo
- Gozo y alegría: El reino de Cristo no es sólo algo social y externo, sino interior y profundo. La venida del Mesías constituye el anuncio del gran gozo para el pueblo, de una alegría que conmueve hasta los mismos cielos cuando el pecador se arrepiente. No se considera como un tiempo de penitencia, sino más bien de alegre y gozosa espera, orientado hacia el tema de la esperanza y del encuentro con el Señor.
- Actitud de espera: El mundo necesita de Dios. El Adviento nos ayuda a comprender mejor el corazón del hombre y su tendencia insaciable de felicidad. La espera es una de las características del cristiano y el Adviento la renueva, dado que la Iglesia es la comunidad de la esperanza. Velar en espera de Cristo es un sentimiento que se asemeja a la espera de un amigo.
- Es un tiempo propicio para dar gracias a Dios: Gracias por la misericordia divina, por la atenta escucha a los clamores de Su pueblo. Este tiempo nos invita a implorar la venida del Salvador, invitados a vivir en una permanente actitud de conversión. Merece la pena aprovechar y vivir este tiempo en comunidad, como pueblo de Dios peregrino, preparándonos a celebrar la Navidad.
- Es un tiempo de compartir: Acompañar y dar, nos ayuda a darnos cuenta de que nuestra vida cristiana está basada en el amor fraterno que el mismo Jesús nos ha dado. La Iglesia hace la colecta para los pobres ya sea con alimentos o con dinero mediante las comunidades parroquiales.
- Revisión y la proyección: Aprovechar este tiempo para pensar ¿qué tan buenos hemos sido hasta ahora?, y ¿qué vamos a hacer para ser mejores que antes? Es importante saber hacer un alto en la vida para reflexionar acerca de nuestra vida espiritual y nuestra relación con Dios y con el prójimo. Todos los días podemos y debemos ser mejores, no solo en Adviento, sino siempre. Analizar qué es lo que más trabajo nos cuesta y hacer propósitos para evitar caer de nuevo en lo mismo.
Fuentes:
- El año litúrgico: Memorial de Cristo y mistagogía de la Iglesia-Jesús Castellano- 5 edición- pg 63-80.
- https://www.aciprensa.com/recursos/que-es-el-adviento-1747
- https://www.catholicherald.com/es/article/en-espanol/ opinion/aqua-es-el-tiempo-del-adviento/