En el barrio “20 de Julio” de Bogotá (Colombia) se encuentra un gran santuario en honor al Divino Niño Jesús, devoción que se ha expandido por muchos países del mundo. En la actualidad no existe lugar donde su imagen no esté expuesta en parroquias, capillas, iglesias o casas.
Esta advocación está unida a la labor pastoral del P. Juan del Rizzo, salesiano italiano y misionero en Colombia.
«Todo lo que quieres pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado si te conviene conseguirlo»
Por lo tanto, no desistió de propagar la devoción al Divino Niño por eso dispuso adquirir una nueva imagen. Se fue a un almacén de arte religioso llamado «Vaticano», propiedad de un artista italiano, y le encargó una imagen bien hermosa del Divino Niño. Le prestaron una imagen bellísima, el padre la llevó para sus solitarios, desérticos y abandonados campos del «20 de julio». Ahora empezaría una nueva era de milagros en esta región.
Esta es una de las imágenes más hermosas y agradables que han hecho de Nuestro Señor. Con los brazos abiertos como queriendo recibir a todos. Con una sonrisa imborrable de eterna amistad. Atrae la atención y el cariño desde la primera vez que uno le contempla. Allí a su alrededor se han obrado y se siguen obrando maravillosos favores, son muy ciertos para quienes recuerdan la promesa de Jesús:
«Según sea tu fe así serán las cosas que te sucederán»
El Padre Juan comenzó a narrar a las gentes los milagros que hace el Divino Niño Jesús a quienes le rezan con fe y a quienes ayudan a los pobres, y empezaron a presenciarse prodigios admirables: enfermos que obtenían la salud, gentes que conseguían buenos empleos o estudio para los niños, o casa o éxito en los negocios. Familias que recobraban la paz. Pecadores que se convertían. Y cada persona que obtenía un favor del Divino Niño Jesús, que se encargaba de propagar su devoción entre amigos y conocidos.
Las Cuatro Condiciones que recomendaba el Padre Juan, para obtener favores del Divino Niño Jesús:
Ofrecerle la Santa Misa durante nueve domingos y confesarse y comulgar al menos en uno de ellos.
Dar una libra de chocolate (o equivalente en dinero o en comida) a los pobres.
Si la persona es pudiente dar un mercado para familias pobres (o su equivalente en dinero). No repartir en la calle porque se forma desorden.
Propagar la devoción al Divino Niño, narrando a otros los milagros que Él hace a sus devotos, y repartiendo novenas, estampas, almanaques, etc., e invitando a otras personas que hagan el ensayo de visitar al Niño Jesús y de pedirle lo que necesitan.