Mons. Omar Sánchez Cubillos: “Cada nombramiento es una renovación vocacional”

El arzobispado de Popayán, ahora estará a cargo de Monseñor Omar Alberto Sánchez Cubi­llos, quien hasta el momento es el Obispo de la Diócesis de Tibú. En entrevista para el periódico La Verdad, Monseñor Omar Sánchez habló de cómo asume esta nueva misión, la obra evan­gelizadora en Tibú y el gran amor que permanecerá en él siempre por esta tierra catatumbera.

El Santo Padre Benedicto XVI, lo nom­bró como Obispo de Tibú el 7 de junio de 2011; recibió su ordenación Episcopal el 8 de agosto de 2011 y tomó posesión ca­nónica de la Diócesis de Tibú el 3 de sep­tiembre del mismo año. El 12 de diciem­bre será la ceremonia de posesión como Arzobispo de Popayán; aún no se conoce quiénes estarán presentes, por el tema de la pandemia. Monseñor Omar celebrará su Eucaristía en acción de gracias y la última como Obispo de Tibú, el próximo 15 de noviembre.

Periódico La Verdad: Monseñor Omar Alberto Sán­chez Cubillos, nuevo Arzobispo para Popayán por designio del Papa Francisco, ¿cómo recibe este nombra­miento?

Monseñor Omar Alberto Sánchez Cubillos: Lo recibo en código de fe, solo cabe una lectura teologal, cada nombramiento al servicio de Dios es siempre una nueva llamada, una renovación vocacional, es un nuevo envío del Señor, que no necesaria­mente corresponde a un ejercicio previo ponderado. En estos días me he nutrido del texto de san Marcos 1, 16-20, cuando Jesús llama a sus primeros discípulos en Getsemaní, ellos aún sin resultados, obe­decieron al Señor de arrojar sus redes y seguirle. Esto me invita a entender que lo que no se cosecha, lo que no se logra, no es motivo de frustración, porque si el Se­ñor nos llama, Él mismo hará multiplicar la obra. A nosotros solo nos toca decir: “por tu Palabra tiraré las redes”.

Así recibo este nombramiento, Él es el que hace que la pesca sea distinta, abundante y fecunda; como hombre de fe, obedezco al Señor y acepto sus llamados. Si Él nos pone una tarea, nos dará las herramientas, la fuerza, para que la obra vaya adelante.

Su ministerio episcopal ha trans­currido hasta el momento en la Diócesis de Tibú, una región gol­peada por la violencia ¿Cómo asume la Iglesia Católica la vocación social?

Mons. O.A.S.C.: Me gusta repetir esa expresión tan linda del Papa Benedicto XVI: “Nada de lo humano le es ajeno al hombre”, me repito eso como clave de lectura, porque la Iglesia tiene como fun­ción expresar en todo lo que haga, irradiar a Cristo y de ahí decantamos toda posibi­lidad de esperanza, ese es el misterio que nos permite mirar que nada nos es ajeno, mucho menos donde los seres humanos se fracturan, sean víc­timas o victimarios, finalmente la Iglesia está ahí y debe es­tar ahí, para ser un testigo samarita­no, cercano, para ser una voz de aliento que invite al diálogo, que tienda puentes.

En unas bre­ves palabras, ¿cuál es el balance de 9 años de gestión en la labor integral como Obispo de Tibú?

Mons. O.A.S.C.: La Iglesia en este territorio significa muchísimo y es una presencia que acompaña y produce esperanza, aún con sus limitados recursos logra tender la mano. El balance queda en cada persona, en cada referente con quien hemos compartido en nueve años.

La figura del Obispo es una figura plural, porque conmigo están los sacerdotes, lai­cos, líderes, personas de buena voluntad, que, aunque somos pocos, creemos en el Señor y lo que ha hecho por el territorio, ya que, por las circunstancias, las heri­das podrían ser peores. Puedo decir que la Iglesia en Tibú trabaja día y noche por un territorio de paz, por ver un Catatumbo mejor.

En cifras sociales no hay un balance op­timista; nos duelen tantas cosas que re­tornan al pasado, pero la Iglesia está en las venas de esta tierra y ayuda a caminar en medio de la complejidad, ha sido un camino lento, pero hemos avanzado para superar una cultura de muerte, de ilega­lidad, de deterioro humano, una cultura autónoma, además, que va dejando a Dios de lado, esto es precisamente lo que más nos impulsa, guiar hacia la fe.

¿Qué espera para la Diócesis de Tibú?

Mons. O.A.S.C.: Uno siente que deja un territorio que todavía tiene demasia­das cosas tristes, sobre todo, dejar tanta gente buena, me entra ese sentimiento de abandono, pero seguramente como el Señor provee, la Iglesia es sabia y el señor la dirige, seguramente viene un Obispo novedoso, que le dé mucho más valor a esta región, que logre hacer de ese plural, un fermento muy grande. Tengo fe que el Señor va a regalar cosas muy bellas, aunque yo sienta que aban­dono un territorio que quiero mucho, sé que Dios los cus­todia y acompaña. Él hará lo que tenga que hacer hasta que la vic­toria de Cristo se logre reflejar en esta tierra.

¿Cuál tarea le deja a la comunidad?

Mons. O.A.S.C.: El mensaje siempre será el mismo: nada más peligroso que un ser humano sin Dios. Sólo tenemos una misión, poner la alegría del Ministerio de Cristo en el corazón de los hombres. Quie­ro invitar a tantas personas, respetando incluso su necesidad de rechazar a Dios, pero los quiero invitar a ser conscientes que esa aparente autonomía resulta ser nociva frente a otros.

Quienes tienen un Bautismo en la huella de su ser, quiero decirles que vivan su fe, y a los que están por despertarla, que lo mejor que puede pasar en esta tierra es que Dios tenga un espacio en su corazón, que los enamore de la vida, de la libertad, de una vocación de futuro, donde para vivir no se necesite privar de la vida a otros, donde nos sepamos reconocer, porque so­mos hechura de Dios.

Deseo al pueblo catatumbero que crezca en su fe, allí encuentra riqueza, alegría, libertad, y con novedad absoluta para sa­ber vivir en familia y fraternidad con los que les rodean. No se desprendan de Dios, búsquenlo sinceramente con limpieza de corazón.

¿Qué expectativas tiene frente a la Iglesia Particular de Popayán?

Mons. O.A.S.C.: No conozco mucho, he ido un par de veces, pero aún no me apro­ximo a una realidad que es compleja, tam­bién hermosa porque está llena de multi­culturalidad, tradición católica, riquezas, liderazgos sociales, es una realidad que quiero aprender a leer con serenidad, que debo aprender a acompañar y ponerme en el camino con ellos para poder empezar a entender. Por el momento, debo cerrar el ciclo con Tibú, me queda un mes más o menos para entregar mi cargo y los res­pectivos informes. Además, estamos tris­tes y de luto por el padre Gilberto Peña, es una pérdida grande, así que mi corazón aún está acá y lo estará para siempre, estas huellas de afecto no se borran.

Espero que el presbiterio y la Iglesia cau­cana tengan la paciencia para esperarme mientras me ajusto, mientras adquiero la lectura inicial y después la profundización de la lectura de este territorio.

Finalmente, la Diócesis de Cúcuta como hermana de Tibú, tam­bién agradece todo el trabajo que ha realizado en esta zona de frontera por la reconciliación y la paz, deseándole lo mejor en su nueva tarea, le expresamos nuestra cercanía y admiración en su ministerio.

Mons. O.A.S.C.: Con esta ocasión me da la oportunidad de expresarle al señor Obispo (Monseñor Víctor Manuel Ochoa Cadavid) mi gratitud inmensa porque fue un verdadero hermano, por el apoyo que me prestó en muchas cosas, su permanen­te cercanía, su constante visión de Iglesia, las riquezas en sus diálogos, siempre fue muy oportuno, con una generosidad enor­me.

Tengo gratitud con la Iglesia de Cúcuta, es una experiencia muy linda con una Igle­sia hermana. Me sentía en Cúcuta como si estuviera en mi propia diócesis, la cali­dez de los sacerdotes conmigo y con Tibú. Así que palabras de agradecimiento con la Diócesis de Cúcuta, por su apoyo y cerca­nía, su manera tan hermana de estar cerca y expresar con alegría ese testimonio de unidad que hemos compartido estos años.

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