Por: Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid
Esta es la hora de la PAZ, muchos han sido los enfrentamientos, el dolor, el sufrimiento y el drama para muchos colombianos, ocasionado por la lucha armada desde varios frentes en Colombia. Guerrilla, paramilitares, bandas armadas, criminalidad, han sembrado en nuestra amada Patria el sufrimiento y la muerte. Los campos y las ciudades se han llenado de cruces y las lágrimas han corrido entre miles de hogares, dejando huérfanos y viudas, tristeza, desesperanza y pobreza. Este tiempo que vivimos, con sus limitaciones e incertidumbres en las decisiones, marca un tiempo de esperanza para la paz. Tenemos que afirmar con mucha fuerza que es la Hora de la Paz.
Bien conocemos la historia de los Acuerdos de PAZ, firmados en el Teatro Colón y que han llevado a la entrega de las armas y la asunción de unos compromisos concretos para quienes tenían las armas, también para el Estado de derecho. Todos tenemos que asumir el camino de la consolidación de la paz. Pero el momento que vivimos es un momento muy complejo, de tensiones, de temas irresueltos o que no tienen claridad.
El Papa FRANCISCO nos dijo claramente: “Ciertamente es un reto para cada uno de nosotros confiar en que se pueda dar un paso adelante por parte de aquellos que infligieron sufrimiento a comunidades y a un país entero. Es cierto que en este enorme campo que es Colombia todavía hay espacio para la cizaña. No nos engañemos. Ustedes estén atentos a los frutos, cuiden el trigo, no pierdan la paz por la cizaña. El sembrador, cuando ve despuntar la cizaña en medio del trigo, no tiene reacciones alarmistas. Encuentra la manera de que la Palabra se encarne en una situación concreta y dé frutos de vida nueva, aunque en apariencia sean imperfectos o inacabados (Exhort. Ap. Evangelii gaudium, 24). Aún cuando perduren conflictos, violencia o sentimientos de venganza, no impidamos que la justicia y la misericordia se encuentren en un abrazo que asuma la historia de dolor de Colombia. Sanemos aquel dolor y acojamos a todo ser humano que cometió delitos, los reconoce, se arrepiente y se compromete a reparar, contribuyendo a la construcción del orden nuevo donde brille la justicia y la paz” (Discurso Parque de las Malocas, Villavicencio, 8 de septiembre 2017).
El Papa FRANCISCO NOS INVITA A NO PERDER LA OPORTUNIDAD DE LA PAZ. Es nuestro deber conocer la realidad dramática en la que nos ha sumido la violencia y el crecimiento de las situaciones que generan desconcierto, división y daños irreparables a las personas y al medio ambiente. No podemos permanecer impávidos de frente al dolor, la sangre derramada y las tristezas del pueblo colombiano.
Pedimos a todos valorar los esfuerzos que se están haciendo para alcanzar la reconciliación y la paz. La paz misma es un tejido cuidadoso, como el que hacían nuestros antepasados en sus telares, mediante el cual cada persona pone sus esfuerzos, une los hilos necesarios para que la sociedad comprenda que no puede vivirse en el desconcierto, en la angustia, sino que debe tomarse en serio la oportunidad de ser instrumentos de paz. En nuestro altiplano boyacense es clara la tarea de las hilanderas que con paciencia forman el hilo y realizan los tejidos. La paz no puede esperar, necesita del trabajo paciente de todos. La conquistamos en cada minuto que empleemos en vencer odios y rencores y en cada tarea que hagamos como hermanos, en comunión de esperanza. Cada persona es definitiva en este esfuerzo, cada uno y todos juntos estamos en la hora de alcanzar la paz. No la podemos reducir a unos pocos, es de todos y para todos.
El Papa FRANCISCO nos invita a sanar el dolor, a sanar el sufrimiento que la guerra nos causó. Es necesario en el perdón de las ofensas y del dolor que han causado a muchos, acoger y fortalecer este camino de la Paz, planteando razones de esperanza para todos los hijos de esta patria.
Somos artesanos de la paz
La paz es una construcción paciente que se va logrando con la oración fervorosa, con la superación de los rencores y odios que nos separan, con la formación de personas capaces de valorar la vida propia y la del hermano. Es inaplazable la justicia, la redención de los pobres y campesinos. No se puede perder la esperanza, pero hay que trabajar acompañando con amor fraterno a quienes sufren más, viviendo la solidaridad, caminando juntos y tendiendo puentes que reconcilien y permitan el reencuentro de los que, por amor de Dios, vivimos en un mismo país, tan lleno de valores y de recursos, pero a la vez tan necesitado de los pequeños pasos que nos lleven al perdón, a la justicia iluminada por la verdad, a la unión de esfuerzos que busquen el bien común y que superen los egoísmos que nos separan.
Cuando pensamos que somos artesanos de la paz, esta expresión es de San Juan Pablo II, en su Visita a El Salvador es necesario imaginar la tarea paciente, dedicada, creativa de nuestros artesanos. Es en este estilo en el que tenemos que trabajar, todo como lo he dicho anteriormente. Hay retos nuevos en la realidad social de Colombia, nuevas formas de violencia, de caos, de destrucción de la vida y de la naturaleza. Hay tendencias y movimientos que nos proponen la solución fácil de la indiferencia o de la relativización de los valores.
Como dice el lema del Escudo de Colombia, la paz es también Libertad y Orden. El Papa FRANCISCO comento bellamente este lema de nuestro Escudo.
Libertad no es caos, no es confusión, no es dejar que todo pase, es, más bien, sembrar valores que le ayuden a cada uno y a todos juntos a vivir bien, iluminados por la armonía y la verdad que el amor de Dios nos ha revelado. Orden es comunión, unidad, solidaridad, orientadas a que cada persona se sienta hijo de Dios con sus hermanos y en función de una comunidad que viva en la reconciliación constante, en el perdón que sana y en la oración común que nos hace hermanos. La educación en valores y en grandes temas espirituales tiene una gran parte en la construcción de la paz.
Hay que pedir para todos, cordura y sabiduría, capacidad de escucharnos y querernos como hermanos, acciones concretas que nos permitan conquistar la Paz que Dios quiere, que Colombia espera, que será el fruto de la unión de todos. ¿Tú que haces por la paz de Colombia? Todos a orar por la paz de Colombia.
¡Alabado sea Jesucristo!