Y aunque hay muchos “sí” en el texto bíblico, en general tomamos como ejemplo el “Sí” maravilloso y rotundo de María Santísima (Lc 1, 26 – 38); El Sí de María es el “Sí” al plan de Dios sobre Ella; es, también, el modelo del “Sí” que nosotros, cristianos católicos, debemos pronunciar a Dios.
Es común que muchos entiendan el llamado y la respuesta como algo propio y exclusivo de la vida vocacional (sacerdotes, religiosos, religiosas, monjes…etc), escuchar que alguien respondió “Sí” nos lleva a pensar en la vida consagrada. Sin negar toda esta carga propia del ambiente vocacional, hay que precisar que la llamada de Dios y la respuesta afirmativa “Sí” se enmarcan en una dimensión mucho más amplia, la vida entera. La llamada de Dios y la respuesta que se espera es dirigida a toda persona; ésta, por su origen divino, tiene una fuerza atrayente, que poderosamente toca el corazón e invita a responder “Sí”.
En este sentido tendremos que entender como “vida consagrada” no un grupo particular, sino toda persona que ha sido alcanzada, tocada o interpelada por el llamado de Dios; y que podemos decir es una “vida consagrada” porque su respuesta compromete totalmente y toda la vida de quien dice “Sí” a realizar el plan de Dios.
La salvación se ha realizado sobre la sencillez y la fuerza atrayente de la llamada de Dios. Dios llamó a Abraham, a Moisés, a los profetas, a los apóstoles… todos, hombres y mujeres, que han formado parte de esta fascinante aventura han sido llamados y han dicho “Sí”. Usted querido lector y yo hemos sido llamados. El llamado de Dios es un acto muy personal, y por tanto exige una respuesta personal que involucra la vida entera de quien es llamado.
Llamados a decir “Sí”, ser Iglesia, Pueblo de Dios
El llamado divino reclama una respuesta; nuestra respuesta, nuestro “Sí” da origen a la vivencia de nuestra vocación, la cual se vive y se experimenta como parte fundamental de nuestra identidad personal, el padre es padre, la madre es madre, el sacerdote es sacerdote… etc. La respuesta afirmativa no crea un ejército uniforme de quienes han dicho Sí, sino que cada uno descubriendo su llamado, su vocación y dando su “Sí” a Dios construye desde su respuesta una historia u acontecimiento salvador irrepetible.
La respuesta a Dios configura lo que el Cardenal Carlo María Martini denomina “el itinerario cristiano de salvación”, y se trata de un itinerario porque se inicia con la llamada primera y fundamental al Bautismo, y se va desarrollando a través de llamadas y “Sí” sucesivos hasta alcanzar la madurez cristiana.
Todo hombre es llamado a vivir y ser en Cristo. El Bautismo nos “consagra para Dios, para Cristo”, formamos el pueblo de los llamados, aquí descubrimos una llamada general o universal a realizar la historia de la Salvación, la santidad, “todos llamados a decir “Sí”. Llamados como Abraham para formar el Pueblo de Dios, su Iglesia, y ser portadores de su bendición (Gn 12, 1- 4).
Llamados a decir “Sí” a la voluntad de Dios
La voluntad de Dios se revela totalmente en Jesucristo, Dios quiere que todos los hombres se salven por la redención que les ofrece en Jesucristo, su Hijo amado, “Porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 15). El creyente por la voluntad misericordiosa de Dios es capaz de penetrar el misterio de esta llamada a la salvación, a vivir la voluntad de Dios; está en capacidad de discernir lo que es bueno, agradable y perfecto (Rom 12, 2). La voluntad de Dios es que seamos arrancados del mundo del mal y seamos sus hijos adoptivos (Ef 1, 5) que seamos santificados.
En la vivencia de la llamada fundamental del bautismo, se van descubriendo nuevas llamadas, especialmente a realizar de manera personal y concreta la voluntad de Dios, a descubrir lo que los términos hebreos de “voluntad de Dios” significan: “aquello que gusta”, “aquello en lo que uno se complace”, “aquello que manifiesta misericordia”, en una expresión, a vivir aquello en lo que me complazco y encuentro la salvación que Dios quiere para mí. La salvación y la felicidad que Dios quiere para el hombre son una nueva intervención de Dios, y todos estamos llamados a decir “Sí”.
Llamados a responder “Sí” en la vivencia de los carismas
Las llamadas y los “Sí” del “itinerario cristiano de salvación” se desarrollan y crecen normalmente en un clima o espacio en el cual la Palabra de Dios puede expresarse y encuentra eco o respuesta, o si se quiere con la imagen bíblica: “la semilla cayó en tierra buena y dio fruto” (Mt 13, 8), o la actitud de María que supo acoger y dar respuesta a la Palabra de Dios.
Quien ha dicho “Sí” a Dios, mira a su alrededor y descubre un mundo muy distinto de vivir la felicidad y la salvación. Aquí surge en el itinerario de crecimiento cristiano una nueva intervención de Dios a la cual estamos llamados a responder “Sí”, se trata del amor que quema por dentro para dar a conocer a Dios y su mensaje salvador, lo que algunos llaman el testimonio o la evangelización; la cual se realiza colocando al servicio de la comunidad la vivencia de los diversos carismas que nos ha dado Dios. Nadie debe esconder los carismas o enterrarlos, al contrario todos estamos llamados a decir Sí en la vivencia concreta y real del servicio, de los carismas.
Todos llamados a decir “Sí” en las vocaciones especificas
Las vocaciones específicas se enmarcan en el crecimiento de la llamada fundamental, todos llamados a decir “Sí” a la vocación bautismal y a descubrir nuestro itinerario de salvación, el camino que me complace y salva.
Todos debemos descubrir que Dios nos llama a formar parte de una familia, hay que decir “Sí”, amando los nuestros, perdonando y sosteniendo desde el primer momento hasta el momento de la partida natural a la casa del Padre; algunos descubrirán que Dios los llama a vivir la belleza y la alegría del amor matrimonial, y aunque aparezcan las dificultades hay que decir siempre Sí, pues éste es camino de salvación. Otros descubrirán la belleza y alegría de seguir al Señor en la respuesta vocacional de una “consagración especial”; y aún habrá otros que descubrirán que la voluntad de Dios es vivir como hombres y mujeres solteros realizando su “itinerario de salvación”. Unos y otros, cada uno en su vocación específica, todos llamados a decir “Sí” al llamado de Dios y a buscar la salvación formando parte de este Pueblo de Dios.
Conclusión
Cada llamado, cada vocación encontrará ejemplos magníficos en la Sagrada Escritura. Es necesaria una frecuente relación con la Palabra de Dios para propiciar el crecimiento y desarrollo de la vocación Bautismal, que gracias al amor y la fe de nuestros padres hemos recibido desde temprana edad, pero que es necesario acoger y profundizar dando nuevos “Sí” hasta alcanzar la madurez cristiana colocándonos en servicio evangelizador sin importar, o mejor importando mucho la vocación específica de cada uno.
Todos estamos llamados a decir “Sí” a la vocación bautismal, a la voluntad de Dios de salvarnos y querer nuestra felicidad, a responder Sí a la evangelización viviendo coherentemente nuestra vocación específica y colocando al servicio de los demás dones y carismas. Finalmente todos llamados a descubrir “aquello que me salva y me hace feliz” y decir valientemente “Sí”. Todos llamados a decir “Sí”, una y otra vez al amor desbordante de Dios.