En un pequeño pueblo de Ucrania llamado Kharkiv, una monja llamada Sor Daria Panast se convierte en un ángel, un faro de luz para las almas afligidas de los ucranianos que en medio de la guerra buscan consuelo en la iglesia y la fe.
La hermana Daria ha experimentado de primera mano heridas tanto físicas como emocionales de la guerra que azota desde hace tiempo el país, pues resulto herida, junto a un sacerdote greco-católico, cerca del pueblo de Luptsi, en la región de Kharkiu, en un ataque de artillería del ejército ruso que alcanzo al vehículo de Cáritas local en el que viajaban junto a dos trabajadores.
Han pasado dos años tras este incidente, pero ella sigue sirviendo junto a otra hermana en esa misma zona; y para una entrevista a medios de comunicación del vaticano Sor Daria habla de su experiencia, donde los sentimientos de miedo y sufrimiento se hacen presentes, pero también la necesidad de confiar y reconocer la presencia de Dios en todas las circunstancias y personas que la rodean.
«Los momentos más difíciles son cuando ocurren los atentados. Suelen ocurrir de noche, cuando no te lo esperas. También es difícil cuando están muy cerca. Por supuesto, rezo al Señor para que nos proteja, pero soy humana y siempre existe el temor de que el próximo misil alcance nuestra casa. Uno de los momentos más duros fue cuando me hirieron. Sentí que mi vida llegaba a su fin. En cierto modo, tenía sentimientos encontrados. Por un lado, sientes que Dios no te abandona, pero por otro humanamente te preguntas si realmente estás preparada para dar tu vida hasta el final».
Sor Daria supera esos miedos y temores “confiándolo todo en las manos de Dios y viviendo día a día”, “es lo único que me mantiene de pie y no me permite desesperar”, demostrando así su inquebrantable fe en el Señor.
El decidir continuar con su servicio en Kharkiu es más importante de lo que se ve, pues esta zona junto al resto del país, pueden considerarse territorio de la primera proclamación cristiana, pero allí han vivido años de una propaganda atea que ha dejado profundas cicatrices en la fe.
La constante oración de la hermana busca que Dios le permita que a través de sus palabras y actos impacten de manera positiva la vida de aquellos con los que se encuentra, el poder dar esas palabras de aliento que le permita a quien las oiga generar un cambio, un refuerzo de fe y la sanación que cada corazón necesita.
Luego de su accidente Sor Daria sintió la presencia de Dios a través de un joven médico, quien le ayudo a curar sus heridas y preguntaba constantemente como estaba y como se sentía; eso le dio la sensación de que Dios estaba ahí con ella.
Tras casi 3 años de haber iniciado una guerra a gran escala, los ucranianos padecen de un agotamiento y cansancio que va mucho más allá de lo físico y el ambiente general ha cambiado demasiado. A pesar de todo esto la gente de Kharkiu podido empezar a cambiar la forma de ver la vida, de ver incluso a sus propios compatriotas, en especial a los del oeste, pues todo este ambiente les ha acercado más a la iglesia, ha puesto en su camino a Sor Daria con quien muchos han empezado un proceso en la fe.
«La gente quiere ser libre, eso está claro. Sí, están agotados, pero al mismo tiempo hay un gran cambio, la gente se replantea su vida. A nuestra parroquia han llegado muchas personas nuevas con las que hemos tenido que empezar de cero: explicarles quién es Dios, qué significa la señal de la cruz, etc. Nos dicen que han cambiado por completo. Nos dicen que han cambiado completamente su visión de la vida: han renunciado a muchas cosas inútiles, las relaciones entre las personas han cambiado, las familias han empezado a vivir de otra manera. Kharkiv está cambiando, sencillamente, y esta es una verdad que no se ve con los ojos, hay que sentirla en el alma. La gente está cambiando de verdad, quiere ser un pueblo, tener su propia identidad, una identidad ucraniana».
Para Sor Daria, como miembros de la iglesia debemos aferrarnos al señor, aferrarnos a la oración y trabajo con la comunidad, pues hoy más que nunca la gente necesita encontrar palabras y actos que los consuelen de tiempos difíciles.