Estos días hemos experimentado situaciones muy complejas y dolorosas en el país, con la muerte violenta de muchas personas, con el ataque indiscriminado de estructuras y personas que sirven a la comunidad, como lo son los comandos de Policía y los lugares cercanos a nuestras viviendas que cuidan de nosotros.
Las imágenes, el dolor de muchas personas que lloran a sus muertos, las imágenes de los servidores de la Policía Nacional, el sufrimiento de muchas personas que han tenido que vivir las limitaciones del transporte, especialmente en la ciudad capital, Bogotá, en otras importantes ciudades, incluidos los desórdenes de nuestra ciudad de San José de Cúcuta, nos hacen reflexionar profundamente en cuanto ha sucedido y retomar elementos que nos ayuden a releer y explicar nuestra realidad social.
Ha coincidido este fenómeno social de desorden y violencia, con la Semana por la Paz, que cada año nos invita a celebrar la Iglesia colombiana, por medio de la Conferencia Episcopal de Colombia y el Secretariado Nacional de Pastoral Social. Esta semana coincidía exactamente con los tres años de la Visita Pastoral que realizó el Santo Padre FRANCISCO a Colombia en el año 2017 (del 6 al 11 de septiembre 2017) y que nos ha dejado un magisterio muy valioso, interesante y casi que profético para leer las situaciones que vivimos.
El Papa FRANCISCO nos invitó, con un sugestivo lema DEMOS EL PRIMER PASO a caminar hacia la PAZ que Colombia tanto necesita. Nos invitaba a dejar de lado la violencia armada y a “encontrar caminos de reconciliación”. Ponía este objetivo como un camino de esperanza, en el que “la búsqueda de la paz es un trabajo siempre abierto, una tarea que no tiene tregua y que exige el compromiso de todos. Trabajo que nos pide no decaer en el esfuerzo por construir la unidad de la nación y, a pesar de los obstáculos, diferencias y distintos enfoques sobre la manera de lograr la convivencia pacífica, persistir en la lucha para favorecer la cultura del encuentro, que exige colocar en el centro de toda acción política, social y económica, su altísima dignidad, y el respeto por el bien común” (Encuentro con las Autoridades, el Cuerpo Diplomático y algunos Representantes de la sociedad civil, Palacio de Nariño, 7 de septiembre 2017).
Pasados los días y los meses, vemos que este camino de reconciliación aparece como algo difícil de encontrar, sobretodo porque no tenemos la vivencia de caminos de reconciliación y no se logra una convivencia pacífica. Si bien existe un gran error y una gran falta, al excederse en la fuerza y matar a una persona humana sin razones, ello ha sido reconocido por las autoridades, nada nos puede llevar a una violencia generalizada que suscita más violencia. Es importante cuanto nos recuerda el Papa, es necesario que en el centro de las acciones políticas, sociales y económicas se ponga como horizonte el respeto del bien común y, especialmente de la vida humana.
En ese mismo encuentro, el Papa nos decía: “Cuanto más difícil es el camino que conduce a la paz y al entendimiento, más empeño hemos de poner en reconocer al otro, en sanar las heridas y construir puentes, en estrechar los lazos y ayudarnos mutuamente”. En este momento es necesario el entendimiento, la serenidad, para sanar heridas y buscar todos ayudarnos mutuamente.
Para la Iglesia Católica, existe un compromiso irrenunciable e inaplazable para la construcción de la paz, para buscar que, en el respeto de la vida humana, se pueda construir una sociedad libre de enfrentamientos y dolor, donde se derrame sangre humana que lo único que produce es la creación de más violencia y más dolor. A este propósito las palabras del Papa son bien significativas y nos hacen reflexionar ampliamente: “La Iglesia, en fidelidad a su misión, está comprometida con la paz, la justicia y el bien de todos. Es consciente de que los principios evangélicos constituyen una dimensión significativa del tejido social colombiano y por eso pueden aportar mucho al crecimiento del País; en especial, el respeto sagrado de la vida humana, sobre todo la más débil e indefensa, es una piedra angular en la construcción de una sociedad libre de violencia” (Gran encuentro de oración por la Reconciliación nacional, 8 de septiembre 2017).
Es necesario en este momento una gran responsabilidad de parte de las autoridades, también en la defensa de la ley y el orden, para evitar más derramamiento de sangre y suscitar más violencia en el entorno social de Colombia. Un apartado del discurso el Papa en el encuentro con las autoridades nacionales y el cuerpo diplomático: “El lema de este País dice: «Libertad y Orden». En estas dos palabras se encierra toda una enseñanza. Los ciudadanos deben ser valorados en su libertad y protegidos por un orden estable. No es la ley del más fuerte, sino la fuerza de la ley, la que es aprobada por todos, quien rige la convivencia pacífica. Se necesitan leyes justas que puedan garantizar esa armonía y ayudar a superar los conflictos que han desgarrado esta Nación por décadas; leyes que no nacen de la exigencia pragmática de ordenar la sociedad sino del deseo de resolver las causas estructurales de la pobreza que generan exclusión y violencia. Sólo así se sana de una enfermedad que vuelve frágil e indigna a la sociedad y siempre la deja a las puertas de nuevas crisis. No olvidemos que la inequidad es la raíz de los males sociales (cf. ibíd., 202).” (Encuentro con las Autoridades, el Cuerpo Diplomático y algunos Representantes de la sociedad civil, Palacio de Nariño, 7 de septiembre 2017).
En las condiciones excepcionales que estamos viviendo es necesario conservar el orden, además de garantizar las condiciones de vida de los colombianos, allí se encuentra un camino de gran responsabilidad para quienes detentan las armas del derecho que garantizan el bien común, pero es necesaria también la responsabilidad y el respeto desde la fuerza de la ley. Tampoco podemos ver imágenes de gran dolor y ataque desmedido a quienes representan y deben fortalecer la convivencia pacífica. Todos, ciudadanos, autoridades civiles, fuerza pública tenemos que mantener la cordura y hacer respetar la dignidad de la persona humana y evitar episodios de confrontación. Ninguna situación de injusticia, puede garantizar o defender escenas de guerrilla urbana y destrucción.
Las escenas de violencia y de muerte que hemos presenciado quedarán marcadas en la historia del país, en lustros no las habíamos vivido. Precisamente el Papa FRANCISCO, en su Visita Apostólica, refiriéndose a otro acontecimiento muy doloroso, la muerte de muchas personas, adultos, jóvenes y niños en Bojayá (Departamento del Chocó), nos decía palabras que iluminan y hacen reflexionar ampliamente sobre cuanto hemos vivido: “Nos reunimos a los pies del Crucificado de Bojayá, que el 2 de mayo de 2002 presenció y sufrió la masacre de decenas de personas refugiadas en su parroquia. Esta imagen tiene un fuerte valor simbólico y espiritual. Al mirarla contemplamos no sólo lo que ocurrió aquel día, sino también tanto dolor, tanta muerte, tantas vidas rotas, tanta sangre derramada en la Colombia de los últimos decenios. Ver a Cristo así, mutilado y herido, nos interpela. Ya no tiene brazos y su cuerpo ya no está, pero conserva su rostro y con él nos mira y nos ama. Cristo roto y amputado, para nosotros es «más Cristo» aún, porque nos muestra una vez más que Él vino para sufrir por su pueblo y con su pueblo; y para enseñarnos también que el odio no tiene la última palabra, que el amor es más fuerte que la muerte y la violencia. Nos enseña a transformar el dolor en fuente de vida y resurrección, para que junto a Él y con Él aprendamos la fuerza del perdón, la grandeza del amor.” (Gran encuentro de oración por la reconciliación nacional, Villavicencio, 8 de septiembre 2017).
Reflexionemos delante de tantas vidas rotas, delante de tanta violencia. Es la hora de la PAZ, de la reconciliación, donde, como dice el Papa “Es la hora para desactivar los odios y renunciar a las venganzas y abrirse a la convivencia basada en la justicia, en la verdad y en la creación de una verdadera cultura del encuentro fraterno. Que podamos habitar en armonía y fraternidad, como desea el Señor. Pidámosle ser constructores de paz, que allá donde haya odio y resentimiento pongamos amor y misericordia” (Idem).
Que retomar estas enseñanzas del Papa FRANCISCO, en estos momentos, nos sirva para crecer en nuestra opción segura y clara por la paz, rechazando la violencia, arropando a los familiares de quienes han muerto con el consuelo cristiano, arropando a los heridos, laicos y policiales, siendo solidarios y caritativos con los que sufren. Es la hora de la paz y de la reconciliación, es la hora de la serenidad y de un gran diálogo social. Tenemos que dar nuevos pasos hacia la paz: “Si Colombia quiere una paz estable y duradera, tiene que dar un paso en esta dirección [el encuentro personal con Cristo] que es aquella del bien común, de la equidad, de la justicia, del respeto de la naturaleza humana y de sus exigencias” (Francisco, Homilía en Cartagena, 10 septiembre 2017). Concluyo con las bellas palabras del Romano Pontífice en la sentida despedida de Cartagena de Indias: “Colombia, tu hermano te necesita, ve a su encuentro llevando el abrazo de paz, libre de toda violencia, esclavos de la paz, para siempre” (Francisco, Despedida, Cartagena de Indias, 10 de septiembre 2017). Seamos todos esclavos de la paz que nos regala el encuentro personal con Jesucristo.
¡Alabado sea Jesucristo!