Sed santos porque yo soy santo

¿Quiénes eran los santos en los orígenes de la Iglesia?

En el Antiguo Testamento, se ha­bla del hombre justo y de la mu­jer virtuosa, términos que nos indican la fidelidad a un proyecto, a una causa, a Dios y a sus mandatos. De estos conceptos proviene también la palabra santo que, en los inicios de la Iglesia, se usaba para referirse a los seguidores del Señor, cuya vida de conversos correspondía al proyecto de Jesucristo, y por tanto las primeras comunidades cristianas en las culturas latinas hicieron referencia de los fieles como “santos”, como personas “con­sagradas”, a la causa del Señor.

Al morir estos hombres y mujeres vir­tuosos, eran recordados por los her­manos en la fe, el ejemplo de su vida quedaba impreso en la comunidad de los creyentes como una huella, un re­cuerdo un legado moral y espiritual, que se transmitía suscitando admira­ción y devoción.

Actualmente, ¿cómo se lleva este proceso en la Iglesia?

El camino para el reconocimiento de un Santo conlleva algunos pasos que son como el proceso que se lleva para alcanzar de Dios la confirmación de que una persona no solo ha caminado en la presencia de Dios, sino que le ha hecho presente en esta vida y su re­cuerdo continúa hablándonos de Dios y de sus obras. Por ello cada paso para la proclamación de un santo, requiere una ardua investigación y una sólida y sincera devoción de parte de los fieles. Una vez se solicita la proclamación de un santo, se inicia un proceso canóni­co, que requiere contar con:

  • Fama de santidad: Aún después de su muerte es recordado, admirado y reconocido por su fidelidad a Dios y a su proyecto, a través de hechos con­cretos: Una vida ejemplar, una con­versión estable y permanente o un tes­timonio de fe en el caso del martirio.
  • Fama de signos y favores: Se co­noce y difunde las gracias y favores que se alcanzan de Dios por interme­dio de aquella persona recordada y ve­nerada por los fieles, se visita su tum­ba, se conserva y venera su imagen, se ora al Señor invocando la intercesión de aquel santo y se le suplica al Señor que mediante la gracia o milagro so­licitado, nos muestre su beneplácito.
  • Importancia que esta persona puede tener en la comunidad ecle­sial: El recuerdo de la vida y de las obras de esta persona, tiene un influ­jo entre los creyentes y una gran im­portancia por el aporte teológico que representa en sí mismo, dado que la historia misma de los santos, son la interpretación viva de la Palabra, la encarnación del proyecto de Jesucris­to en el acontecer de la historia.

Una vez verificados estos requisitos, podemos hablar de los pasos que se van dando en el camino a los altares:

  1. Siervos de Dios: Todos somos sier­vos, servidores de Dios y de los hom­bres. Pero se da este título a aquellos hermanos de quienes se ha iniciado un proceso de canonización en miras a la proclamación oficial de la Santidad.
  1. Venerables: Luego de un atento estudio de las virtudes del santo, de conocer los testimonios de quienes le conocieron, de leer sus escritos, de analizar la importancia o influjo de su vida entre los creyentes; un tribunal eclesiástico realiza un juicio atento a la heroicidad de las virtudes prac­ticadas por el santo durante su vida terrena y lo proclama Venerable, es decir digno de veneración, de recono­cimiento, de admiración.
  1. Beatos: Es decir bendecido por Dios, que contempla su beatitud, y re­ciben re­ciben la admiración y devoción de los fieles que han solicitado a Dios con­firmar esta vida de santidad, alcanzan­do algún milagro reconocido por la Iglesia, a través de un juicio sobre los testimonios y pruebas científicas que corroboran el milagro obtenido; por lo que esta persona adquiere una im­portancia digna de recibir el reconoci­miento y el culto público.
  1. Santos: Se requiere de otro milagro diferente al de la beatificación, para proclamar a un nuevo santo. Estos mi­lagros se alcanzan a través de la ora­ción, la veneración y la súplica cons­tante y confiada en la acción de Dios que certifica, mediante el milagro su deseo de que esta persona sea recono­cida y propuesta a la Iglesia como un modelo de fe, esperanza y caridad.

Algunas preguntas sobre la santidad hoy:

¿Por qué la devoción a los santos? La devoción a los santos no es otra cosa que el reconocimiento de la cer­canía de Dios que obra a través de sus criaturas. No adoramos a los santos, nuestra adoración es únicamente a Dios. En los santos reconocemos su Rostro y son una invitación, una mo­tivación a caminar en fidelidad a su proyecto.

¿Los santos hacen milagros? Los Santos no hacen milagros, es Dios quien realiza el milagro, para mos­trarnos su complacencia frente a esa persona cuyo recuerdo nos habla de Dios y lo hace presente entre noso­tros, motivándonos a vivir la fe desde el proyecto al cual Dios llama a cada persona en la realidad y circunstancia de su propia historia.

¿Actualmente, pueden haber nue­vos santos? En realidad, caminamos entre santos. Los Santos de al lado, los llama el Papa Francisco. Tú y yo, podemos ser santos, es el mandato del Señor: Sed Santos, porque Yo soy Santo. Sed Santos como vuestro Padre Celestial, es santo La Iglesia es esencialmente Santa, porque Jesu­cristo mismo, su fundador es Santo. Por eso reconoce en sus hijos la San­tidad de Dios, todos nosotros, somos parte del Cuerpo místico de Cristo y, por tanto, partícipes de su santidad.

Propongámonos una tarea:

  1. ¿Qué Santos han dejado su huella en nuestra región? ¿Qué sabemos de ellos? ¿Qué lugares de devoción exis­ten y qué Gracias recibimos de Dios al visitarlos?
  1. ¿Qué Santos caminan a nuestro lado? ¿Reconocemos en ellos la pre­sencia amorosa de Dios y su ejemplo nos invita a la fidelidad, la oración, el amor y la fe en el Señor?

Proclamemos con el Beato Luis Va­riara: “Quiero ser santo a cualquier Precio”

Supliquemos por su intercesión las gracias y milagros que permitan a la Iglesia su pronta Canonización:

Dios bueno y misericordioso que en la persona adorable de nuestro Señor Jesucristo, Sacerdote, Altar y Víctima, has manifestado al mundo la ternura y misericordia para con los pobres y enfermos, con confianza filial te suplicamos nos concedas la gracia de la canonización del Beato Luis Variara, para que podamos imitar la heroica firmeza de su fe y la caridad solícita que nos enseñó con el testimonio de su vida, a fin de que iluminados por la luz de la verdad, sepamos manifestar la dulzura y pureza de su amor en el servicio a nuestros hermanos as necesitados.

Concédenos por su intercesión la gracia que te pedimos (se hace la petición).

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

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