Sean mis testigos en salida misionera

Por: Mons. José Libardo Garcés Monsalve, Obispo de la Diócesis de Cúcuta.

Jesús reunido con sus discípulos antes de subir al Cielo les indicó el camino misionero “ustedes recibi­rán la fuerza del Espíritu Santo; él vendrá sobre ustedes para que sean mis testigos en Jerusalén, en toda Ju­dea, en Samaría y hasta los extremos de la tierra” (Hech 1, 8), recibiendo este mandato como su vocación y que lo recoge la Iglesia como su misión esencial, porque “Evangelizar cons­tituye la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profun­da. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la Santa Misa, memorial de su muerte y resurrec­ción gloriosa” (EN 14), conscientes que es el Espíritu Santo quien nos da la fuerza y el fervor para evangelizar, pues “no habrá nunca Evangeliza­ción posible sin la acción del Espíritu Santo” (EN 75).

La Iglesia tiene el mandato de llevar a todo el mundo la magnífica noticia del acontecimiento que cambia la historia del ser humano y de la sociedad. Cada persona cuando recibe el anuncio de Jesucristo y responde con la conver­sión, que significa transformación de la propia vida en Cristo, renueva no solamente su vida personal, sino que todo el entorno donde vive comienza a ser iluminado por la gracia, porque el Reino de Dios llega con toda su fuerza para transformar el mundo “El plazo se ha cumplido. El Reino de Dios está llegando. Conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc 1, 15).

El mensaje es el mismo, pero los con­textos cambian y por eso los desafíos para evangelizar necesitan evangeli­zadores con mucho fervor e ímpetu misionero, que sigamos sin desfalle­cer en la misión encomendada por Jesús: “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos y bautícenlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, enseñándoles a po­ner por obra todo lo que les he man­dado. Y sepan que yo estoy con us­tedes todos los días hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 16 – 20). La certeza que Él está con nosotros todos los días hasta el final de los tiempos (Cfr Mt 28, 20), nos convoca a ser instrumentos dóciles a la gracia de Dios, ponien­do toda la confianza úni­camente en Él y deján­donos iluminar cada día por el Espíritu Santo que con sus dones nos capacita para llevar el mensaje de salvación a todas partes.

La Iglesia siempre actúa con el poder del Espíritu Santo y se ha dejado re­novar por Él. Toda la acción pastoral debe ser dócil a la moción y luz del Espíritu Santo, ya que es Él quien orienta y renueva la misión evan­gelizadora en la Iglesia. Para dejar obrar el Espíritu Santo en la vida de la Iglesia es necesario asumir en serio el llamado a la conversión “conviér­tanse y crean en el Evangelio” (Mc 1, 15), que significa el retorno a Dios, el cambio de mentalidad, es decir trans­formación de la vida en Cristo, hasta llegar a decir con San Pablo: “Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal 2, 20), dando testimonio de su proceso de conversión, afirman­do “Para mí la vida es Cristo” (Fil 1, 21).

En nuestra Diócesis de Cúcuta que­remos dejarnos iluminar por el Espí­ritu Santo, siguiendo el Proceso Evangelizador que la Iglesia ha aplica­do desde siempre para Evangelizar. Somos conscientes del mandato de Jesús, de ir por to­das partes a anunciar el Evangelio y por eso nos disponemos en obedien­cia a la voluntad de Dios a responder al mandato misionero de Jesús, Sean mis testigos, Crean en el Evangelio, con la certeza que todo tiene que brotar de la oración profundamente contemplativa, para poder tener el discernimiento sufi­ciente que nos impulse al acompaña­miento de todas las personas, para que puedan crecer en el Fe, la Esperanza y la Caridad y perseverar en la gracia de Dios y en la conversión.

De esa manera en fidelidad a Jesucris­to y a la Iglesia, con renovado fervor pastoral y en salida misionera, nos dis­ponemos a fortalecer el proceso evan­gelizador, que según lo sintetiza el Directorio General para la Catequesis del año 1997, “está estructurado en etapas o momentos esenciales: La ac­ción misionera para los no creyentes y para los que viven en la indiferencia religiosa; la acción catequética para los que optan por el Evangelio y para los que necesitan completar o rees­tructurar su iniciación; y la acción pastoral para los fieles cristianos ya maduros, en el seno de la comunidad cristiana. Estos momentos no son etapas cerradas, ya que tratan de dar el alimento evangélico más adecua­do al crecimiento espiritual de cada persona o de la misma comunidad” (DGC 49, Cfr DGC, 2020, 31 – 35).

Seguimos en el desarrollo del Proceso Evangelizador en la Diócesis de Cú­cuta y lo hacemos en actitud contem­plativa, dejándonos orientar por la luz del Espíritu Santo que ilumina nues­tros pasos y nos saca de la oscuridad que deja el mal y como fruto del se­guimiento de Cristo, alimentados por la Eucaristía, brote un caudal de cari­dad en nuestra Diócesis, que nos per­mita hacer presente el mandamiento del amor, que sea luz para muchos que viven en las tinieblas del pecado. Que nuestra caridad sea la voz de Dios para que muchas personas amen a Dios so­bre todas las cosas y al prójimo como a sí mismos. El camino para crecer y salvarse es vivir plenamente la vida de Jesucristo en la familia y en la parro­quia. Hagamos de nuestras familias y ambientes parroquiales lugares de Fe, Esperanza y Caridad que nos lleven a la salvación y que orienten la vida de muchas personas con la luz de Cristo que ilumina nuestra vida, cumpliendo con el mandato misionero: Sean mis testigos, Crean en el Evangelio.

En unión de oraciones, reciban mi bendición.

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