Por: Monseñor José Libardo Garcés Monsalve, Administrador Apostólico de la Diócesis de Cúcuta
Su Santidad, el Papa Francisco, para celebrar el 150 aniversario de la declaración de san José como patrono de la Iglesia Universal, ha dedicado este año a resaltar su figura e impulsar la devoción y el amor de todos los fieles a este gran santo, Así, motivados por su ejemplo e intercesión, ayude a todos a imitar sus virtudes, para vivir en la plenitud de la vida cristiana y la perfección de la caridad.
La Sagrada Escritura no dice mucho sobre san José, pero con lo que presentan en los episodios bíblicos, se refleja a san José fue un hombre con un amor profundo y ardiente por Dios, ya que en él predominó la decisión de hacer la voluntad de Dios, antes que su propia voluntad; en la dedicación al trabajo como carpintero, pero con profunda entrega al plan de Dios y a sus designios, que cumplió perfectamente, sin preguntar de qué se trataba el llamado y la misión, sino que supo vivir en los acontecimientos de su vida diaria, la entrega de toda su existencia, para que se cumpliera la voluntad del Padre Celestial de salvar a toda la humanidad.
Frente a la llamada de Dios, siempre se le encuentra en las Escrituras como el hombre justo. La justicia es camino de santidad, manera de ser del cristiano, que vive en esta tierra con los criterios de Dios y no con la lógica del mundo; lo que significa vivir aferrados a Dios y no a la carne. Es vivir apegados a la Verdad absoluta que es Dios, transformando la vida en Cristo, viviendo con los mismos sentimientos del Hijo (Cf. Fil 2, 5).
San José, siempre vivió su vida como fiel oyente del Señor, acudiendo a la oración, a la escucha orante de su Palabra y a los enviados de Dios para discernir, hacer y amar la voluntad de Dios. Para llegar a esta serenidad y armonía de su existencia, aún en medio de las dificultades y la Cruz, tuvo una profunda vida interior, es decir una presencia permanente del Espíritu Santo de quien se dejaba iluminar día a día, en esa búsqueda del querer de Dios para realizarlo en una vida sencilla, humilde y entregada totalmente al servicio de su Palabra.
Vivió su vida en un trabajo activo como carpintero, pero en un clima de profunda contemplación, que lo ponía en contacto con la gracia de Dios desde el silencio interior que lo caracterizaba y recibiendo la fuerza necesaria de lo alto para renunciar a su propia vida y asumir la vida de Dios en él. Así lo expresa el Papa San Juan Pablo II en Redemptoris Custos: “El sacrificio total, que José hizo de toda su existencia a las exigencias de la venida del Mesías a su propia casa, encuentra una razón adecuada en su insondable vida interior, de la que le llegan mandatos y consuelos singularísimos, y de donde surge para él la lógica y la fuerza -propia de las almas sencillas y limpias- para las grandes decisiones, como la de poner enseguida a disposición de los designios divinos su libertad, su legítima vocación humana, su fidelidad conyugal, aceptando de la familia su condición propia, su responsabilidad y peso, y renunciando, por un amor virginal incomparable, al natural amor conyugal que la constituye y alimenta” (n. 26).
En esta síntesis que hace el Papa, encuentra ayuda y sostén toda vocación y misión a la que Dios llama a sus hijos. Encuentra fundamento la fidelidad conyugal, que, en san José, le ayudó a renunciar a todo lo mundano, para entregarse sin reservas a la Santísima Virgen María y a Nuestro Señor Jesucristo con incomparable dedicación. En la vida interior de san José y en su fidelidad conyugal, los matrimonios que han recibido la bendición de Dios, encuentran la fuerza para seguir en sus luchas diarias de la vida, siendo fieles el uno al otro y fortaleciendo la propia familia a ejemplo de la familia de Nazaret de la que San José es su custodio.
Los sacerdotes y los consagrados al Señor en la vida religiosa, hombres y mujeres, con alma limpia y sencilla, encontramos en san José, el fundamento y la fuerza que nos enseña a renunciar al amor natural conyugal y a una familia en esta tierra, para entregar toda nuestra libertad, nuestros proyectos, por un amor virginal incomparable, en la entrega generosa de la propia vida, abrazando la Cruz del Señor, en una actitud contemplativa que tiene como primacía la gracia de Dios y la vida interior.
Desde el primado de la Gracia de Dios y de la vida interior en cada uno, San José enseña la sumisión a Dios, como disponibilidad para dedicar la vida de tiempo completo a las cosas que se refieren al servicio de Dios, logrando hacer su voluntad, desde el ejercicio piadoso y devoto a las cosas del Padre Celestial, que ocupaban el tiempo del niño Jesús, desde que estaba en el templo en medio de los doctores de la ley escuchándolos y haciéndoles preguntas (Cf. Lc 2, 46 – 49).
En san José todos encontramos la enseñanza que la vida contemplativa y activa no están en oposición, sino que se complementan, por el amor pleno por la Verdad, que es el mismo Dios, que se obtiene por la profunda contemplación, y por el amor pleno por la caridad, que se obtiene por el trabajo diario, en el servicio a los hermanos sin esperar nada a cambio, entregando la vida por todos, como lo hizo también la Santísima Virgen María, al dar el Sí a la Voluntad de Dios cuando recibió el anuncio del ángel, que iba a ser la madre del Salvador.
No en vano la Iglesia mira a María y a José como modelos y patronos, reconociendo que ellos, no sólo merecieron el honor de ser llamados a formar la familia en la que el salvador del mundo quiso nacer, sino que son el signo de la familia que Él ha querido reunir: la Iglesia comunidad de creyentes en Cristo.
Que la meditación de la figura de San José nos ayude a todos nosotros a ponernos en camino, dejando que la Palabra de Dios sea nuestra luz, para que así, encendido nuestro corazón por ella (Cf. Lc 24, 32), podamos ser auténticos discípulos de Jesús y transformar la vida en Él, siguiéndolo como Camino, Verdad y Vida.
Para todos, mi oración y bendición.