Por: Monseñor José Libardo Garcés Monsalve, Diócesis de Cúcuta
Hemos celebrado la solemnidad de san José, patrono de la Iglesia Universal, de nuestra Diócesis y de varias instituciones de nuestra Iglesia Particular. Son muchas las virtudes que hemos reflexionado sobre la figura de san José, pero en este momento lo vamos a considerar como maestro de la escucha. San José escuchó todo lo que Dios le pedía y en el silencio de su vida lo pudo realizar, en una actitud obediente a la voluntad de Dios. El Evangelio nos presenta a san José en silencio, sin embargo, toda su vida es una escucha atenta de la llamada del Señor, con corazón abierto y disponible para todo lo que Dios le pide. San José escuchando en silencio supo contemplar el misterio del plan de Dios, que se hizo hombre como nosotros, para perdonarnos y llevarnos a la vida eterna.
El Papa Francisco ha convocado a la Iglesia Universal a participar del sínodo, que tiene como lema: “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”, haciendo énfasis en la necesidad de la escucha de unos para con otros, realidad tan difícil de concretizar en una sociedad del ruido, de los afanes, del individualismo y la ansiedad, que impide arrodillarse en silencio a escuchar; en primer lugar, la Palabra de Dios que nos guía, nos orienta y nos ilumina, pero también escuchar al otro, que necesita una escucha atenta, compasiva y misericordiosa, capaz de mirar el dolor ajeno y hacerlo propio. Escuchar significa hospedar al otro en el propio corazón, y por eso la escucha es una puesta en práctica de la caridad, es la obra de caridad más necesaria, sencilla y eficaz en el momento presente.
El ambiente familiar hoy necesita muchos espacios de escucha, el esposo que escuche a la esposa, la esposa que escuche al esposo, y como padres escuchen a los hijos, estos también escuchen a sus padres y juntos escuchen al Espíritu Santo, para descubrir entre todos la voluntad de Dios, de tal manera que en el hogar no prevalece el que más grite, maltrate o alce la voz, sino quien sea capaz de permanecer en silencio escuchando al otro, sin pedir muchas razones y explicaciones, sino hospedando al prójimo en la propia vida, para compartir juntos las alegrías y las tristezas, los aciertos y desaciertos del diario vivir.
San José con una fe firme nos enseña a escuchar la voz de Dios, con la disposición de la obediencia a su voluntad y con gran docilidad, a su Palabra. La misión que se le confiaba no era fácil de entender en el momento, sin embargo, con la simplicidad de su vida interior, supo contemplar al Señor y obedecer sus mandatos desde una vida silenciosa. San José que vivió en silencio fue el primero en escuchar la Palabra. Al respecto San Juan Pablo II en ‘Redemptoris Custos’ (Custodio del Redentor) afirma: “El clima de silencio que acompaña a todo cuanto concierne a la figura de José se extiende también a su trabajo de carpintero en su casa de Nazaret. Se trata de un silencio que revela de manera especial el perfil interior de esta figura. Los Evangelios hablan exclusivamente de lo que José ‘hizo’, pero permite descubrir en estas ‘acciones’, envueltas en el silencio, un clima de profunda contemplación del misterio de Dios” (RC 25).
Este silencio es contemplativo del misterio de Dios, que como luz ilumina a todo ser humano, por eso san José habló más con el silencio que con las palabras, él que conoce su misión, la cumple totalmente y está completamente atento y presente para hacer la voluntad de Dios, en una actitud de obediencia sin límites. San José el hombre de la fe, de la disponibilidad, de la obediencia y de la entrega de sí mismo para realizar los planes de Dios y servir a la humanidad, es modelo en nuestro camino de vida cristiana y en mostrar con el ejemplo de vida el Evangelio a todos los que nos encontramos caminando juntos en la misión que cumplimos.
Desde el primado de la Gracia de Dios y de la vida interior en cada uno, san José enseña la sumisión a Dios, como disponibilidad para dedicar la vida de tiempo completo a las cosas que se refieren al servicio del Señor, logrando hacer su voluntad, desde el ejercicio piadoso y devoto a las cosas del Padre Celestial, que ocupaban el tiempo del niño Jesús, desde que estaba en el templo en medio de los doctores de la ley escuchándolos y haciéndoles preguntas (Cf. Lc 2, 46 – 49).
Ser cristiano hoy teniendo como modelo a san José, es vivir la fe sin buscar protagonismos, vivir la esperanza con la confianza puesta en Dios, aún en los momentos de dolor, saber estar como María al pie de la Cruz, esperando la promesa de la salvación y vivir en cada momento la caridad como amor total a Dios, en quien vivimos, nos movemos y existimos, también amando al prójimo en una entrega de total donación y escucha, sobre todo a los más pobres, sencillos y humildes que están frente a nosotros.
La Iglesia siempre ha mirado a María y a José como modelos y patronos, reconociendo que ellos, no sólo merecieron el honor de ser llamados a formar la familia en la que el salvador del mundo quiso nacer, sino que son el signo de la familia que Él ha querido reunir; la Iglesia sinodal: comunión, participación y misión. Que la contemplación de la figura de san José nos ayude a todos nosotros a ponernos en camino, dejando que la Palabra de Dios sea nuestra luz, para que así, encendido nuestro corazón por ella (Cf. Lc 24, 32), podamos ser auténticos discípulos de Jesús y transformar la vida en Él, siguiéndolo como Camino, Verdad y Vida, en la acogida de la Palabra de Dios y en la escucha de unos para con los otros caminando juntos.
Para todos, mi oración y mi bendición.