Por: Sem. Wilmer Cruz Rodriguez, año de pastoral en el Centro de Comunicaciones de la Diócesis de Cúcuta
Imagen: Centro de Comunicaciones de la Diócesis de Cúcuta
¿Quién fue Benito de Nursia?
Antes de decir cualquier cosa de san Benito, abad, es conveniente mencionar que conocemos a este santo por su texto titulado La Regla y por los diálogos escritos por san Gregorio Magno, quien lo describe diciendo: “Hubo un hombre de vida venerable, bendito por gracia y por nombre Benito, que desde su más tierna infancia tuvo la prudencia de un anciano. Adelantándose a su edad por sus costumbres, no entregó su espíritu a ningún placer sensual, sino que en esta tierra en la que por un tiempo hubiera podido gozar libremente, despreció, como ya marchito, el mundo con sus atractivos” (Los diálogos, libro II, vida y milagros del venerable abad Benito, san Gregorio Magno, 2005).
San Benito nació en Nursia (Umbría), hacia el año 480, de familia ilustre. Estudió en Roma, hasta que sintió la llamada a la vida eremita (vida solitaria, dedicada a la oración), y se retiró a Subiaco. Pronto empezó a reunir discípulos a su alrededor y organizó hasta doce pequeños monasterios en la zona. Debido a una persecución promovida por envidias de un clérigo, se trasladó a Montecasino, donde fundó el célebre monasterio de ese nombre, para el que escribió su libro titulado: La Regla, que es uno de los documentos más importantes de toda la historia de la espiritualidad (cf. Historia de la espiritualidad, Capitulo III, Javier Sesé, 2008), en donde se encuentra una de sus frases más celebres: “Ora et Labora” (ora y trabaja), y que ha servido como inspiración para escribir las normas y las indicaciones para vivir un perfecta vida monástica fundamentada en la unidad entre la contemplación y la acción.
Además, a este gran santo, la Carta Apostólica Pacis Nuntius, lo proclama como patrono de Europa y le da los siguientes títulos: “Mensajero de paz, realizador de unión, maestro de civilización y, sobre todo, heraldo de la religión de Cristo y fundador de la vida monástica en Occidente” (Carta Apostólica Pacis nuntius, Pablo VI, 1964).
A todo esto, se le puede sumar que siguiendo la tradición patrística… Benito va a ser equiparado a los grandes personajes del Antiguo y del Nuevo Testamento. Sin embargo, el verdadero modelo que sigue san Gregorio Magno para presentar a san Benito, es Cristo mismo. Benito se va al desierto para ser tentado por el Maligno, tal como los Evangelios dan comienzo a la vida pública de Cristo. Cristo es quien se enfrenta al espíritu inmundo; Cristo se retira al desierto; las tentaciones de Benito terminan como las de Cristo y finalmente Cristo, según san Lucas, “crecía en sabiduría y en edad”, tal como Gregorio repite varias veces acerca de san Benito que, por sus costumbres siendo joven tenía ya la sabiduría de un anciano (cf. Benito de Nursia, en Enciclopedia Real Teológica 5, 538-546, P. Adalbert de Vogüé).
Signos prodigiosos en vida
San Benito, según nos cuenta Gregorio Magno, realizó varios milagros en vida, entre los cuales están: el revivir a un niño con solo la oración, la oración que le ayuda a mover una enorme piedra, el poder leerle la mente de unos monjes cuando no obedecen la regla, entre otros.
Un milagro conocido es el episodio de cuando rompió un vaso lleno de veneno al bendecirlo con la señal de la Cruz. Esto sucedió después de que san Benito, fuera nombrado abad del monasterio donde se encontraba, y como algunos monjes no estaban de acuerdo con las normas tan estrictas que él tenía para buscar la perfección, intentaron evenenarlo. Así lo cuenta san Gregorio: “Cuando según la costumbre del monasterio se le presentó al abad, sentado a la mesa, el vaso de cristal que contenía la bebida envenenada para que lo bendijera, Benito extendió la mano e hizo la señal de la cruz, y con ella el vaso que estaba a cierta distancia, se rompió, y a tal punto se hizo añicos como si a ese vaso de muerte en lugar de la señal de la cruz, le hubieran dado con una piedra. El hombre de Dios comprendió en seguida que el vaso había contenido una bebida de muerte, ya que no pudo soportar la señal de la vida” (Los diálogos, san Gregorio Magno, libro II, vida y milagros del venerable abad Benito).
La medalla, sacramental para la lucha contra el mal
La medalla de san Benito, data de una época muy antigua, y es utilizada para la protección contra el mal y las tentaciones. El Papa Benedicto XIV la aprobó en 1742 y la fórmula de su bendición se incorporó al Rito Romano, otorgando la indulgencia plenaria a la medalla, teniendo en cuenta las condiciones estipuladas.
Fue en 1880, en la conmemoración de los 1400 años del nacimiento de san Benito, cuando se dio a conocer la medalla cuyo significado había sido un misterio. En esta se resalta la importancia de la Cruz, ya que cuando san Benito realizaba la señal de la cruz obtenía una especial protección divina.