Con motivo de la celebración de la XXIV Jornada Mundial del Enfermo 2016, que se lleva a cabo el próximo 11 de febrero, el Papa desarrolló el mensaje en el marco del Jubileo extraordinario de la Misericordia. Por ello, el Pontífice señala que “la Celebración eucarística central de la Jornada, el 11 de febrero de 2016, memoria litúrgica de Nuestra Señora de Lourdes, tendrá lugar precisamente en Nazaret, donde la Palabra se hizo carne, y puso su morada entre nosotros” (Jn 1,14).
El Papa manifestó que ante la enfermedad, más aún si es grave, podrían existir reacciones de rebeldía, desesperación y pensar que todo está perdido pero es ahí – expresó el pontífice – donde “la fe en Dios se pone a prueba, pero al mismo tiempo revela toda su fuerza positiva. No porque la fe haga desaparecer la enfermedad, el dolor o los interrogantes que plantea, afirma el Pontífice, sino porque nos ofrece una clave con la que podemos descubrir el sentido más profundo de lo que estamos viviendo”.
En el mensaje también se refirió a las Bodas de Caná, donde Jesús por petición de su Madre María convierte el agua en vino. “El banquete de bodas de Caná es una imagen de la Iglesia – destaca el Papa – en el centro está Jesús misericordioso que realiza la señal; a su alrededor están los discípulos, las primicias de la nueva comunidad; y cerca de Jesús y de sus discípulos está María, Madre previsora y orante. La figura maternal de María, nos llena de confianza y nos abre a la gracia y a la misericordia de Cristo, subraya el Papa, su intercesión nos permite experimentar la consolación, María es la Madre «consolada» que consuela a sus hijos.
El Santo Padre también alentó ser servidores de los demás, así como aquellos personajes que obedecieron a Jesús para hacer el vino. “Cuánto valora y aprecia Dios que seamos servidores de los demás, esta es de las cosas que más nos asemeja a Jesús, el cual «no ha venido a ser servido sino a servir».
“En esta Jornada Mundial del Enfermo – afirma el Papa – podemos pedir a Jesús misericordioso por la intercesión de María, Madre suya y nuestra, que nos conceda esta disponibilidad para servir a los necesitados, y concretamente a nuestros hermanos enfermos”. También nosotros podemos ser manos, brazos, corazones que ayudan a Dios a realizar sus prodigios, con frecuencia escondidos. También nosotros, sanos o enfermos, podemos ofrecer nuestro cansancio y sufrimiento como el agua que llenó las tinajas en las bodas de Caná y fue transformada en el mejor vino”.
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