El Papa Francisco destacó, en la Audiencia General del miércoles, la cercanía de Dios a los hombres y su preocupación por el bienestar de sus criaturas. El Santo Padre recordó que, en su peregrinar por el mundo, la humanidad no está sola, ya que Dios cumplió sus promesas en Jesucristo y ha puesto en Él la salvación de los hombres.
A continuación, el texto de la catequesis: «Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo» (Mt 28,20). Estas últimas palabras del Evangelio de Mateo evocan el anuncio profético que encontramos al inicio: «A Él le pondrán el nombre de Emanuel, que significa: Dios con nosotros» (Mt 1,23; Cfr. Is 7,14). Dios estará con nosotros, todos los días, hasta el fin del mundo.
Nuestro Dios no es un Dios ausente, secuestrado en un cielo lejano; es en cambio un Dios “apasionado” por el hombre, así tiernamente amante de ser incapaz de separarse de él.
Nosotros humanos somos hábiles en arruinar vínculos y derribar puentes. Él en cambio no. Si nuestro corazón se enfría, el suyo permanece siempre incandescente. Nuestro Dios nos acompaña siempre, incluso si por desgracia nosotros nos olvidáramos de Él. En el punto que divide la incredulidad de la fe, es decisivo el descubrimiento de ser amados y acompañados por nuestro Padre, de no haber sido jamás abandonados por Él.
Nuestra existencia es una peregrinación, un camino. A pesar de que muchos son movidos por una esperanza simplemente humana, perciben la seducción del horizonte, que los impulsa a explorar mundos que todavía no conocen. Nuestra alma es un alma migrante.
¿Hasta cuándo perdurará el cuidado de Dios en relación al hombre? ¿Hasta cuándo el Señor Jesús, caminará con nosotros, hasta cuándo cuidará de nosotros? La respuesta del Evangelio no deja espacio a la duda: ¡hasta el fin del mundo! Pasaran los cielos, pasará la tierra, serán canceladas las esperanzas humanas, pero la Palabra de Dios es más grande de todo y no pasará.
Fuente: Aciprensa