Mons. Víctor Ochoa en la Eucaristía de despedida y acción de gracias, el jueves 14 de enero
El noveno Obispo de la Diócesis de Cúcuta, Monseñor Víctor Manuel Ochoa Cadavid, habló para el periódico La Verdad acerca del nuevo reto que pronto va a asumir como Obispo Castrense de Colombia, su vida y la experiencia de su servicio episcopal en la Iglesia Particular de Cúcuta.
La Verdad: ¿Cómo recibe este nombramiento que le ha encargado el Papa Francisco?
Monseñor Víctor Manuel Ochoa Cadavid: Quedo un poco sorprendido con este encargo que me entrega el Papa Francisco para ser sembrador de paz, para acompañar espiritualmente a las fuerzas militares de Colombia: al Ejército, la Marina, la Aviación y la Policía Nacional. Muchos hombres y mujeres que custodian la legalidad, el orden, pero que también son creyentes, hijos de la Iglesia. Precisamente, esta Santa Madre Iglesia quiere acompañarlos, ayudarlos, y guiarlos.
Es un reto para llegar a todos con el mensaje de Jesucristo, con el Evangelio, con ese mensaje de vida y de salvación que el Señor nos ofrece. Es un reto para todos los Obispos Castrenses del mundo, acompañar y defender la vida cristiana de todos los hijos que son militares.
L.V.: Recibió la Diócesis de Cúcuta hace cinco años, ¿cómo la ve al día de hoy?
Mons. V.M.O.C.: Cinco años y tres meses de trabajo en una zona compleja, una zona de frontera donde hemos vivido la caridad de Cristo. Yo creo que estos años han sido de profunda caridad, de profunda entrega, no del Obispo de Cúcuta, sino de muchos hijos e hijas de la Iglesia de Cúcuta, presbíteros, diáconos, seminaristas, religiosos, religiosas, laicos, todos juntos nos hemos esforzado para servir, para acoger, acompañar y defender a los hermanos migrantes, muchos colombianos, pero también miles de venezolanos. A ellos hemos dedicado lo mejor de nuestros afanes para acogerlos como hermanos en Jesucristo, para predicarles el Evangelio, pero también para curar sus heridas.
L.V.: En esta zona de frontera, su ministerio episcopal fue profecía de la caridad, ¿qué debemos tener en cuenta para mantener ese legado?
Mons. V.M.O.C.: Este tiempo de caridad y servicio, que en la Iglesia nos lo enseña el Papa Francisco, cada día debemos vivirlo con mayor intensidad, esta es la verificación del Evangelio, junto a la fraternidad y la solidaridad, son signos claros de que hemos comprendido el Evangelio de Jesucristo, que no se queda solo en una letra que predicamos, que queremos y amamos, sino que se vuelve vida. Una Iglesia es vital cuando se entrega al servicio de los pobres y necesitados. Puede ser que algunos tengan bienes materiales, pero están necesitados de amor, de caridad, de compañía. Acordémonos de los últimos, acordémonos de los que sufren. Esa es la gran enseñanza y el gran testimonio que el Señor nos deja.
L.V.: Monseñor, háblenos un poco de su vida, del niño que un día soñó con ser discípulo de Cristo
Mons. V.M.O.C.: Ese niño es el hijo de un hombre y una mujer profundamente católicos, un niño que fue a la escuela, procuró aprender y tuvo grandes intereses por la ciencia. Inicialmente yo quería ser médico y recorrer otros caminos, pero el Señor inmediatamente con su Evangelio, con la Palabra que me fue predicada a través de muchos presbíteros, me invitó a correr el riesgo de Jesucristo y lo corrí. Ahora estoy aquí sirviendo, predicando el Evangelio. Todavía queda en mí el niño inocente, sereno, atento, reflexivo que fui, creo que no he perdido esas condiciones de mi infancia.
L.V.: Norte de Santander se convirtió también en su casa, ¿qué se lleva de esta tierra?
Mons. V.M.O.C.: De esta tierra me llevo cosas muy bonitas, la generosidad de su gente, la claridad para enfrentar los problemas, la disponibilidad para el trabajo, la caridad y el servicio de tantos hombres y mujeres que en esta región viven su fe. Me llevo la profunda fe de los nortesantandereanos. Una región en la que se profesa la fe en Jesucristo con alegría, con devoción, se vive cristianamente, es una Iglesia muy viva en su profesión de fe y la práctica de los sacramentos.
L.V.: ¿Cuáles son las gracias que ha recibido gracias a la devoción a san José, patrono de Cúcuta, y a la Santísima Virgen María?
Mons. V.M.O.C.: La Virgen nos ha protegido en muchas y muy difíciles situaciones, siempre nos ha protegido con su manto. Y san José, nuestro patrono, no ha faltado con lo necesario para la evangelización y no ha faltado con lo necesario para que podamos vivir la caridad. Ellos han hecho posible la atención humanitaria en medio de toda la crisis migratoria.
L.V.: Por otra parte, usted ha cuidado las vocaciones, ¿qué decir del Seminario Mayor San José de Cúcuta?
Mons. V.M.O.C.: El Seminario Mayor es el tesoro más precioso que pude haber tenido como Obispo, es la joya de la corona, a la cual le dediqué lo mejor de mi tiempo, de mis afanes, de mi cuidado. Es un Seminario que va dando frutos abundantes, hay una catequesis viva en una vid que plantamos hace algunos años y que cuidándola todos ha ido dando frutos. El Seminario me ha enseñado que hay que cuidar las vocaciones, hay que animarlos, propiciar la respuesta generosa de cada uno de estos jóvenes. Conocer los nombres y apellidos de los seminaristas, me llevó a una cercanía con ellos, para fortalecerlos y acompañar personalmente ese proceso de discernimiento, que ha sido muy serio, un discernimiento constante, con trabajo.
El Señor nos sigue bendiciendo con vocaciones, para el 2021 tenemos 17 aspirantes que quieren responderle al Señor, caminar contra la corriente y entregar su vida a Jesús, que hay que formar y acompañar.
L.V.: ¿Cuál es la invitación que usted le hace a la Diócesis de Cúcuta para que continúe realizando?
Mons. V.M.O.C.: Tenemos una Diócesis muy rica a nivel pastoral, acá hay un plan pastoral muy organizado, con mucha gente vinculada en los grupos de pastoral, de animación misionera y en las distintas actividades pastorales que nos dan un testimonio de Jesucristo. Por esto, quisiera pedirle al Señor que continúe animando esos procesos, que continúe iluminando todo ese camino de fe de esta comunidad.
Una vez con el Vicario de Pastoral hacíamos el esfuerzo de completar listas -como no se debe hacer según la voluntad del Señor-, realizamos un censo pastoral y hemos encontrado que teníamos más de 200 mil personas vinculadas de distintos grupos apostólicos y en distintas acciones pastorales. Quiero que eso no se acabe, le pido al Señor que esa Iglesia crezca, se fortalezca, que ese Evangelio de Cristo siga siendo predicado en Cúcuta y todo el territorio de la Diócesis para llegar a los alejados y hacer que muchos vengan a Jesucristo.
L.V.: ¿Qué considera que le haya faltado por realizar?
Mons. V.M.O.C.: Me queda faltando una obra. Si bien tenemos estructura, tenemos espacios de evangelización, nos hace falta una casa de retiros grande. Es una tarea por realizar, buscar tener una casa de encuentros grande, un lugar donde podamos evangelizar y tener un plato caliente de comida para compartir como hermanos, después de compartir la Eucaristía.
L.V.: Monseñor, en esta nueva misión que le encomienda el Papa Francisco, de ser Obispo Castrense de Colombia, específicamente ¿de qué se trata este cargo?
Mons. V.M.O.C.: El Obispo Castrense es un Obispo dedicado a personas; las Diócesis generalmente están marcadas por el territorio; en el caso de las Diócesis personales, como lo es la Castrense, es ir a los militares, a sus familias, a los administrativos, para predicar al Señor Jesucristo, para hacerlos vivir como Iglesia, para fortalecer sus vidas cristianas. Es en definitiva una tarea de evangelización, de acompañamiento, de catequesis con los militares y sus familias. Ese es el gran reto.
L.V.: ¿Cómo es el territorio o la jurisdicción del Ordinariato militar?
Mons. V.M.O.C.: La Catedral queda en Bogotá, en el Cantón Norte, es un bellísimo edificio, moderno, el cual conocí antes de ser Obispo y su curia queda en el barrio La Soledad, que fue construida y dotada por quienes han sido desde su primer momento los pastores que la han cuidado. Y sí, ese es su nombre legítimo: Ordinariato militar de Colombia, que presta este servicio desde hace más de 70 años a las Fuerzas Armadas del país.
L.V.: ¿Qué expectativas tiene frente al nuevo nombramiento?
Mons. V.M.O.C.: Cuando se empieza algo hay grandes expectativas, por las experiencias nuevas y de encuentro con personas nuevas, surgen también grandes esperanzas. Tengo que rezar y pedirle al Señor que me ilumine y me acompañe. En este momento me es grato recibir tantas llamadas, tantos saludos de sacerdotes, de militares, que oran por mí, así como como yo lo hago por ellos.
L.V.: Finalmente, un mensaje de esperanza para los bautizados de Cúcuta, pero también a los migrantes.
Mons. V.M.O.C.: En el plan diocesano de Cúcuta queremos poner a Jesucristo en el corazón y en la vida de todos los católicos que están aquí, practiquen o no, a ellos queremos llevar a Jesús, a ellos queremos fortalecerles ese camino de evangelización, así como también a los hermanos venezolanos y colombianos retornados. Es un momento de esperanza, quiero que en todo momento se disponga ese deseo de que Jesucristo sea nuestra esperanza y nuestra alegría. ¡Alabado sea Jesucristo!