Durante el mes de julio celebramos con alegría dos advocaciones de la Virgen muy queridas por todos: Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá y Nuestra Señora del Carmen. En nuestra Diócesis de Cúcuta veneramos con fervor a Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, la Kacika de Cúcuta, cuya réplica tenemos en la Basílica Menor. La devoción a la Virgen en todas sus advocaciones nos debe llevar a renovar el compromiso evangelizador en nuestra Iglesia Particular, que nos invita constantemente a hacer la voluntad de Dios desde las palabras que ella pronunció: “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mi según tu Palabra” (Lc 1, 38) y en las bodas de Caná: “Hagan lo que Él les diga” (Jn 2, 5).
Hacer lo que el Señor nos dice, es cumplir cada día con la voluntad de Dios a ejemplo de María, tal como lo oramos varias veces al día en el Padre Nuestro: “Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo” (Mt 6, 10), en actitud de oración contemplativa, en una vida entera dedicada a la búsqueda de Dios. Así nos lo enseñó el Concilio Vaticano II: “La máxima realización de la existencia cristiana como un vivir trinitario de ‘hijos en el Hijo’ nos es dada en la Virgen María quien, por su fe (cf. Lc 1, 45) y obediencia a la voluntad de Dios (cf. Lc 1, 38), así como por su constante meditación de la Palabra de Dios y de las acciones de Jesús (Lc 2, 19.51), es la discípula más perfecta del Señor” (Lumen Gentium 53).
María al ser la discípula más perfecta del Señor, también es la gran misionera, se pone en camino para visitar a su prima santa Isabel, en actitud de caridad que va al encuentro de quien la necesita y siempre nos señala a Nuestro Señor Jesucristo, pidiéndonos hacer lo que Él nos diga. En este momento de salida misionera en nuestra Diócesis, tenemos en María un modelo para ir en camino a transmitir la fe a los alejados. Así lo expresa el Papa Francisco cuando afirma: “Con el Espíritu Santo, en medio del pueblo siempre está María. Ella reunía a los discípulos para invocarlo (Hch 1, 14), y así hizo posible la explosión misionera que se produjo en Pentecostés. Ella es la Madre de la Iglesia evangelizadora y sin ella no terminamos de comprender el espíritu de la nueva evangelización” (Evangelii Gaudium 284).
María, Madre de la Iglesia evangelizadora nos convoca a seguir anunciando a Jesucristo en las periferias físicas y existenciales de nuestra Iglesia Particular. Estamos llamados a peregrinar en su fiesta a la Basílica Menor de nuestra Diócesis, para encontrar allí la fortaleza que nos da el Señor. Un santuario mariano tiene que ser fuente de evangelización, fuente del anuncio de Jesucristo, así lo expresa el Papa Francisco: “Ella es la misionera que se acerca a nosotros para acompañarnos por la vida, abriendo los corazones a la fe con cariño materno. Como una verdadera madre, ella camina con nosotros, lucha con nosotros, y derrama incesantemente la cercanía del amor de Dios. A través de las distintas advocaciones marianas, ligadas generalmente a los santuarios, comparte las historias de cada pueblo que ha recibido el Evangelio y entra a formar parte de su identidad histórica” (EG 286).
En la Basílica Menor de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá veneramos a María que nos enseña a ser evangelizadores comprometidos con el anuncio del Reino de Dios.
No puede quedarse el amor a María, Madre de la Iglesia evangelizadora, en una simple devoción superficial. Nuestra peregrinación al santuario de la Virgen nos tiene que ayudar a mirar a Jesucristo en quien tenemos puesta nuestra fe.
El Papa Francisco nos lo enseña cuando afirma: “Es en los santuarios marianos, donde puede percibirse como María reúne a su alrededor a los hijos que peregrinan con mucho esfuerzo para mirarla y dejarse mirar por ella. Allí encuentran la fuerza de Dios para sobrellevar los sufrimientos y cansancios de la vida” (EG 286).
La Santísima Virgen María nos quiere cristianos semejantes a Ella en la vida de oración, de recogimiento interior, de contacto continuo y unión íntima con el Señor y de entrega permanente a la Voluntad de Dios. El corazón de María siempre fue un santuario reservado solo a Dios, donde ninguna criatura humana le robó el corazón, reinando solo el amor y el fervor por la gloria de Dios y colaborando con la entrega de su vida a la salvación de toda la humanidad, en total unión con su Hijo Jesucristo. Así lo enseña el Catecismo de la Iglesia Católica: “Al pronunciar el Fiat de la Anunciación y al dar su consentimiento al misterio de la Encarnación, María colabora ya en toda la obra que debe llevar a cabo su Hijo. Ella es madre allí donde Él es Salvador y Cabeza del Cuerpo místico” (CIC 973).
Los convoco a poner la vida personal y familiar bajo la protección y amparo de la Santísima Virgen María y en todas las circunstancias de la vida, aún en los momentos de cruz, tengamos siempre presente el llamado de María: “Hagan lo que Él les diga” (Jn 2, 5) y hagamos con el Apóstol Pedro profesión de fe diciendo: “Tú eres el Cristo” (Mc 8, 29).
Que el Glorioso Patriarca San José, unido a la Madre de la Iglesia evangelizadora, alcancen de Nuestro Señor Jesucristo muchas gracias y bendiciones para vivir el proceso evangelizador de nuestra Diócesis en salida misionera.
+José Libardo Garcés Monsalve, Obispo de Cúcuta