María, Estrella de la Evangelización

Por: Mons. José Libardo Garcés Monsalve, Obispo de la Diócesis de Cúcuta.

En el mes de julio celebramos con alegría dos advocaciones de la Virgen muy queridas por todos: Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá y Nuestra Señora del Carmen. En nuestra Diócesis de Cúcuta veneramos con fervor a Nuestra Señora de Chiquinquirá, la Kacica de Cúcuta, con un cuadro muy antiguo y valioso que se en­cuentra en la Basílica Menor y este año es de gran importancia; dado que, ha sido concedido desde el 9 de julio pasado, un año jubilar con mo­tivo de los 100 años de la primera coronación del cuadro de la Virgen. La devoción a María en todas sus advocaciones nos invita a renovar el compromiso evangelizador en nuestra Iglesia Particular, haciendo y amando la voluntad de Dios como María: “aquí está la esclava del Se­ñor, hágase en mi según tu Pala­bra” (Lc 1, 38) y en las bodas de Caná: “hagan lo que Él les diga” (Jn 2, 5).

Hacer lo que el Señor nos dice, es cumplir cada día la voluntad del Padre Celestial, tal como lo ora­mos en el Padre Nuestro: “hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo” (Mt 6, 10), en actitud de oración contemplativa, de ro­dillas frente al Santísimo, en una vida dedicada completamente a la búsqueda de Dios. Así lo afirma el Concilio Vaticano II: “la máxima realización de la existencia cris­tiana como un vivir trinitario de ‘hijos en el Hijo’ nos es dada en la Virgen María quien, por su fe (Cf Lc 1, 45) y obediencia a la volun­tad de Dios (Cf Lc 1, 38), así como por su constante meditación de la Palabra de Dios y de las acciones de Jesús (Lc 2, 19.51), es la discí­pula más perfecta del Señor” (Lu­men Gentium 53).

En María se cumple esa dimensión de discípula misionera del salvador, ya que desde el momento en que le dice Sí a Dios, se pone en camino para visitar a su prima santa Isabel, con la intención de llevar caridad a través de su presencia física; la cual, Isabel reconoció de inmediato como presencia de Dios y recibió con fe y espe­ranza el anuncio del nacimiento del Señor, “Isabel llena del Es­píritu Santo, exclamó a grandes voces: Ben­dita tú entre las mu­jeres y bendito el fru­to de tu vientre. Pero ¿cómo es posible que la madre de mi Señor venga a visitarme? Porque en cuanto oí tu saludo, el niño sal­tó de alegría en mi seno. ¡Dichosa tú que has creído! Porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá” (Lc 1, 42 – 45).

En este momento de salida misione­ra en nuestra Diócesis, nos prepara­mos para vivir en el mes de agosto, el II Congreso del PEIP (Proceso Evangelizador de la Iglesia Particu­lar) y es preciso poner en las manos de Nuestra Señora la Kacica de Cú­cuta, el éxito de este acontecimien­to de Iglesia, recibiendo a María como modelo para ir en camino a transmitir la fe a los alejados. Así lo expresaba el Papa Francisco cuan­do afirma: “con el Espíritu Santo, en medio del pueblo siempre está María. Ella reunía a los discípulos para invocarlo (Hch 1, 14), y así hizo posible la explosión misionera que se produjo en Pentecostés. Ella es la Madre de la Iglesia evangeli­zadora y sin ella no terminamos de comprender el espíritu de la nueva evangelización” (EG 284).

María, Estrella de la Evangelización nos anima a continuar con el anun­cio gozoso de Jesucristo, por las periferias físicas y existenciales de nuestra Iglesia Particular. Estamos llamados a peregrinar en este año jubilar a la Basílica Menor de nues­tra Diócesis, para en­contrar allí la fortaleza que nos da el Espíritu Santo, para ir en salida misionera. La peregri­nación a la Basílica que emprendemos este año, tiene que darnos fervor para la evangelización, allí iremos a llenar nuestras fuentes para salir a anunciar a Jesu­cristo y dar esperanza a tantas personas que se encuentran alejadas de Dios, en cansancio físico y espi­ritual. Al respecto el Papa Francis­co nos decía: “es en los santuarios marianos, donde puede percibirse cómo María reúne a su alrededor a los hijos que peregrinan con mu­cho esfuerzo para mirarla y dejar­se mirar por ella. Allí encuentran la fuerza de Dios para sobrellevar los sufrimientos y cansancios de la vida” (EG 286).

La Santísima Virgen María nos quiere cristianos semejantes a Ella en la vida de oración, de recogi­miento interior, de contacto conti­nuo y unión íntima con el Señor, con entrega permanente a la voluntad de Dios. El corazón de María siempre fue un santuario reservado solo a Dios, donde ninguna criatura huma­na le robó el corazón, reinando solo el amor y el fervor por la gloria de Dios y colaborando con la entrega de su vida a la salvación de toda la hu­manidad, en total unión con su Hijo Jesucristo y en comunión con los Apóstoles animándolos a la misión, “ella es la misionera que se acerca a nosotros para acompañarnos por la vida, abriendo los corazones a la fe con cariño materno. Como una verdadera madre, ella camina con nosotros, lucha con nosotros, y de­rrama incesantemente la cercanía del amor de Dios. A través de las distintas advocaciones marianas, ligadas generalmente a los santua­rios, comparte las historias de cada pueblo que ha recibido el Evange­lio y entra a formar parte de su identidad histórica” (EG 286).

Los convoco a poner la vida perso­nal y familiar bajo la protección y amparo de la Santísima Virgen Ma­ría, tal como nos lo ha enseñado el Papa León XIV: “nuestra madre María, siempre quiere caminar a nuestro lado, permanecer cer­ca de nosotros, ayudarnos con su intercesión y su amor”, esa madre que en todas las circunstancias de la vida, aún en los momentos de cruz, nos dice: “hagan lo que Él les diga” (Jn 2, 5), fortaleciendo nuestra obediencia a la voluntad de Dios, para cumplir con el mandato del Señor: sean mis testigos (Hech 1, 8). Que el Glorioso Patriarca San José, unido a María, Estrella de la Evangelización, alcancen de Nues­tro Señor Jesucristo muchas gracias y bendiciones para vivir el proceso evangelizador de nuestra Diócesis en salida misionera.

En unión de oraciones, reciban mi bendición.

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