Por Leonel Alberto Alfaro. 01/09/2025
A poco más de cien días del inicio de su pontificado, la voz de León XIV, serena pero firme, ya ha dejado una huella reconocible. Heredero de un tiempo marcado por la palabra y el testimonio del Papa Francisco, el nuevo Sucesor de Pedro ha comenzado a trazar su propio camino. Y lo ha hecho con una palabra que se ha vuelto constante desde el primer instante: paz.
Una Paz Desarmada y Desarmante
“La paz esté con todos ustedes”. Con estas palabras —las mismas del Resucitado— León XIV inauguró su pontificado. No fue un saludo de cortesía, sino una revelación fundamental. Ese 08 de mayo no hubo fórmulas doctrinales ni un gran discurso; hubo una bendición. Con este gesto, el Papa quiso marcar el tono, el método y la dirección de su pontificado. Una paz —dijo— “desarmada y desarmante, humilde y perseverante”. Nos puso delante de la brújula de su programa.
En ese lenguaje profundamente evangélico late el corazón de un Pastor que no teme nombrar el dolor. Ucrania, Gaza, Sudán, Myanmar, Nigeria: León XIV ha puesto nombre y rostro a las heridas de nuestro tiempo. En medio de una geografía marcada por la violencia, ha repetido con firmeza: “¡Nunca más la guerra!”. Pero no se ha limitado a la denuncia. Ha desplegado lo que podríamos llamar una pedagogía de la paz, hecha de gestos, de súplicas, de memoria, de escucha y de compasión. Una paz que no se enseña desde la teoría, sino desde la cercanía con los que sufren.
El diagnóstico de fondo: La guerra nace en el corazón humano
Es importante subrayar que León XIV parte de una convicción antropológica clara: la raíz última de los conflictos no se encuentra únicamente en las estructuras políticas o económicas, sino en las pasiones desordenadas del corazón humano. De ahí que su propuesta de paz trascienda los marcos de la diplomacia y se oriente hacia una transformación integral —interior, personal y cultural—. En este punto, su llamado se vuelve más exigente: la paz internacional es inviable sin una auténtica paz interior. Por eso, su mensaje no se dirige solo a los jefes de Estado, sino a cada persona en lo concreto de su vida cotidiana. El discurso que pronunció el 16 de mayo ante el Cuerpo Diplomático fue especialmente revelador: “se puede herir y matar con las palabras, no sólo con las armas”. Con esta afirmación, el Papa amplía el campo de batalla: la violencia no se limita a lo físico, sino que se manifiesta también en lo verbal, en lo emocional y en lo espiritual.
Su llamado, por tanto, está en sintonía con la denuncia del Papa Francisco sobre la “tercera guerra mundial por partes”: no se libra únicamente en los despachos presidenciales, sino que anida en el orgullo, la incapacidad de dialogar y la indiferencia que marcan a cada comunidad y a cada corazón. La solución, entonces, exige necesariamente una purificación interior, un desarme personal que preceda al desarme militar.
León XIII en el siglo XXI: Paz, Justicia y Verdad
Al elegir su nombre, León XIV envió una señal programática inequívoca, inscribiendo su pontificado en la tradición de la doctrina social de la Iglesia inaugurada por León XIII. Sin embargo, su visión no es una mera réplica histórica, sino una aplicación robusta para el siglo XXI, donde la paz es inseparable de la justicia y la defensa radical de la dignidad humana, “desde el niño por nacer hasta el anciano, desde el enfermo al desocupado”. Comprendiendo que las desigualdades socioeconómicas son el caldo de cultivo de los conflictos, su propuesta integra de manera coherente los desafíos contemporáneos—desde el cuidado de la casa común y la ética de la inteligencia artificial hasta la acogida al migrante—bajo el prisma de una paz que es, ante todo, la presencia activa de condiciones dignas para todos.
El desafío de una paz activa
En estos cien días, León XIV ha presentado un análisis lúcido y ha propuesto un método radical que, lejos de ofrecer soluciones fáciles o conformarse con gestos simbólicos, plantea una pregunta incómoda y universal: ¿Estamos dispuestos a desarmar nuestro lenguaje, nuestro corazón y nuestras políticas para construir una paz verdadera? Su voz, tranquila e inquebrantable, dirige este desafío a líderes mundiales, comunidades religiosas y a cada individuo, dejando claro que la paz es el único camino. Así, su pontificado, iniciado bajo el signo de la esperanza que caracteriza este Jubileo, insiste en que “un mundo distinto es posible”. Frente a un mundo acostumbrado al ruido de las armas, el susurro perseverante de su paz “desarmada y desarmante” exige una respuesta. El mundo escucha; el análisis de estos primeros cien días sugiere que él no va a dejar de recordárnoslo. Ahora, la palabra la tenemos nosotros.