Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid
San Pablo, en la carta a los Efesios tiene una bellísima afirmación: “Él es nuestra paz” (Ef 2, 14). Esta afirmación centra y expresa claramente lo que, en la fe, nosotros tenemos que aceptar y comprender en toda su profundidad. Nuestra referencia al Señor del tiempo y de la historia, Cristo, nos hace comprender que Él es la fuente de la vida, de la gracia y de la paz. Toda la historia y la acción de los hombres están en las manos de Dios, Él que es nuestro modelo y guia.
En el designio y el plan de Dios está la salvación y la redención del hombre, él había perdido su relación con Dios y con su proyecto por el pecado que rompió radicalmente su unión a Dios. Del pecado, de su acción en el hombre surge la violencia y la enemistad entre los hombres (tal es el caso del relato de Caín y Abel en el libro del Génesis).
En estos días se ha ido concretizando el panorama de la paz en nuestra patria, con la firma del cese al fuego entre las FARC-EP y el Gobierno Nacional. En lo profundo de la vida de cada colombiano, de cada hijo de nuestra Patria esta el anhelo de un nuevo tiempo en el cual cesen los rumores de las armas y de la violencia y surja un tiempo de concordia y de justas relaciones entre los hombres y mujeres de nuestra querida Colombia.
Progresivamente vamos conociendo los acuerdos y las distintas decisiones de la mesa de negociación en las cuales se ha llegado a un momento, que ojalá sea irreversible para alcanzar y encontrar el fin del conflicto. Este será el momento en el cual todos debemos comenzar a buscar la consolidación de la paz. Esto comportará muchos años y mucho trabajo de parte de todos los colombianos.
Como católicos estamos llamados a contribuir con la consolidación de la paz; nuestra fe en Cristo nos tiene que hacer vivir el perdón y la reconciliación. Este tema es muy difícil y complejo. Nuestra nación tiene grandes problemas sociales, de injusticia, de inequidad. Esta es una realidad que aparece ante nuestros ojos y que no podemos perder en el horizonte de nuestra reflexión y análisis. Muchos estudiosos ponen elementos y situaciones referidas a la violencia y a la guerra, que hemos vivido, en el origen de estas realidades sociales. Un panorama complejo y difícil: violencia contra la familia, contra la vida, narcotráfico (también micro tráfico), violencia juvenil, injusticias, degradación de la familia, corrupción, abandono de los campesinos, ataques al entorno ambiental con la minería ilegal y explotación de los bosques con la destrucción de la biomasa.
Todas estas situaciones nos interrogan y, como cristianos, como seguidores del Señor Jesús, tenemos que tener la capacidad de iluminar y entender las situaciones sociales desde el Evangelio de Cristo y su enseñanza. Teniendo presente a Cristo y a sus palabras, podemos todos constituirnos en protagonistas y constructores de un futuro de paz.
En el proceso de paz, seguramente, hay imperfecciones y existen interrogantes que tendremos que resolver. Este es el momento de un gran diálogo y de una participación de todos los estamentos de la comunidad.
Este momento epocal de nuestra patria Colombia, tiene que llevarnos a la formación de un Estado justo, participativo, fundado sobre valores humanos y espirituales superiores, donde se respete la dignidad fundamental de la persona humana. Tenemos que comprender que en la base de la violencia y de la guerra está una profunda crisis espiritual y de valores, donde la incoherencia de vida de los cristianos es un elemento fundante de la guerra.
A cada uno de ustedes, queridos lectores, quiero llegar con este mensaje de invitación a la paz, para que todos asumamos nuestra tarea de ser constructores de paz, de reconciliación y de perdón en nuestra comunidad. El camino de la paz pasa por la implantanción de modelos de justicia social, de cambios en la nación y el acceso de todos a cuanto es necesario para dignificar la persona y su realidad.
El contexto social que vivimos tiene que llevarnos a todos a formar un preciso ambiente en el cual se consolide la paz, que va más alla de un voto. La paz es urgente, necesaria, posible. Cada uno de ustedes puede dar una contribución precisa y clara, comenzando desde la familia, desde el entorno social en el cual vivimos (familia, trabajo, relaciones de amistad, campo educativo). El primer paso es la búsqueda de la justicia social y de completar las necesidades de todos.
La construcción de la paz es una invitación para todos, sin excepciones. Preguntémonos cómo podemos ser actores de este gran y maravilloso espacio que es la construcción de la paz. Tendrá que ser un gran proceso en el cual intervengan todos, comenzando por la familia que tanto necesita de ser defendida y potenciada en nuestra Colombia.
Tenemos que mirar a Cristo y escucharlo, quien al aparecer a sus discípulos, el domingo de resurrección, pronuncia con fuerza su saludo “La paz a vosotros” (Lc 24, 36; Jn 20, 19. 21. 26).
¡Alabado sea Jesucristo!