La misericordia no puede ser un paréntesis en la vida de la Iglesia, sino que constituye su misma existencia: Papa Francisco

Retomando el texto bíblico del encuentro entre Jesús y la adúltera (Jn 8,1-11), el Santo Padre, afirma en la Carta Apostólica “Misericordia et misera”, que “no podía encontrar una expresión más bella y coherente que esta para hacer comprender el misterio del amor de Dios cuando viene al encuentro del pecador: «Quedaron sólo ellos dos: la miserable y la misericordia». Cuánta piedad y justicia divina hay en este episodio. Su enseñanza viene a iluminar la conclusión del Jubileo Extraordinario de la Misericordia e indica, además, el camino que estamos llamados a seguir en el futuro”.

La misericordia, insiste el Papa, “no puede ser un paréntesis en la vida de la Iglesia, sino que constituye su misma existencia, que manifiesta y hace tangible la verdad profunda del Evangelio. Todo se revela en la misericordia; todo se resuelve en el amor misericordioso del Padre”.

En el documento, el Papa Francisco también pide “iniciativas creativas” y recuerda que “es el momento de dejar paso a la fantasía de la misericordia”. Además, da indicaciones precisas sobre cómo concretar esta misericordia.

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Dando las gracias a los “misioneros de la misericordia”, sacerdotes que durante este año han podido perdonar pecados reservados a la sede apostólica, el Papa  ha indicado que este ministerio extraordinario no cesará con la clausura de la Puerta Santa. Así, desea que “se prolongue todavía, hasta nueva disposición, como signo concreto de que la gracia del Jubileo siga siendo viva y eficaz, a lo largo y ancho del mundo”.

Por otro lado, “para que ningún obstáculo se interponga entre la petición de reconciliación y el perdón de Dios”, de ahora en adelante Francisco concede a todos los sacerdotes, en razón de su ministerio, “la facultad de absolver a quienes hayan procurado el pecado de aborto”.

Asimismo, en el Año del Jubileo el Pontífice había concedido a los fieles, que por diversos motivos frecuentan las iglesias donde celebran los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X, fundada por Marcel Lefebvre y que no acepta el Concilio Vaticano II, la posibilidad de recibir válida y lícitamente la absolución sacramental de sus pecados. “Por el bien pastoral de estos fieles”, y “confiando en la buena voluntad de sus sacerdotes”, para que se pueda recuperar con la ayuda de Dios, la plena comunión con la Iglesia Católica, el Santo Padre establece que esta facultad “se extienda más allá del período jubilar, hasta nueva disposición, de modo que a nadie le falte el signo sacramental de la reconciliación a través del perdón de la Iglesia”.

Además, el Santo Padre considera oportuno que cada comunidad, en un domingo del Año litúrgico, “renovase su compromiso en favor de la difusión, conocimiento y profundización de la Sagrada Escritura”. Un domingo –precisa– dedicado enteramente a la Palabra de Dios para comprender la inagotable riqueza que proviene de ese diálogo constante de Dios con su pueblo.

También, el papa Francisco instituye el XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario, es decir, el domingo anterior a Cristo Rey, la Jornada mundial de los pobres.

A los sacerdotes, renueva la invitación a prepararse con mucho esmero para el ministerio de la Confesión, que es una verdadera misión sacerdotal. Y les pide que sean acogedores con todos; testigos de la ternura paterna, solícitos en ayudar a reflexionar sobre el mal cometido, claros a la hora de presentar los principios morales, disponiblespara acompañar a los fieles en el camino penitencial, siguiendo el paso de cada uno con paciencia, prudentes en el discernimiento de cada caso concreto y generosos en el momento de dispensar el perdón de Dios. Asimismo, les recuerda que “nosotros hemos sido los primeros en ser perdonados” y “hemos sido testigos en primera persona de la universalidad del perdón”. No existe ley ni precepto –asegura el Pontífice– que pueda impedir a Dios volver a abrazar al hijo que regresa a él reconociendo que se ha equivocado, pero decidido a recomenzar desde el principio.

Todos, reconoce el Papa, tenemos necesidad de consuelo, porque ninguno es inmune al sufrimiento, al dolor y a la incomprensión.

 

Con información de: Aciprensa /Zenit

Foto: Aciprensa

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