Se caracterizó por ser un hombre desprendido de las cosas materiales. Era molestado por el demonio convocándole constantemente.
En su compromiso por enseñar a la comunidad y sacarla de la ignorancia religiosa, el Cura de Ars tomaba tiempo para componer y memorizar sus sermones.
Instruía a los niños en el catecismo y luchó para que la gente no trabajara o estuviera en las tabernas los domingos. En una de sus homilías dijo que «la taberna es la tienda del demonio, el mercado donde las almas se pierden, donde se rompe la armonía familiar”. Finalmente logró que la gente cerrara la taberna y se acercara a Dios.
Su popularidad fue creciendo y llegaban miles de personas al pueblo de todas partes para confesarse con él. Más adelante se concedió al pueblo el permiso de construir una Iglesia, lo que garantizaría la permanencia del santo. Su tierno amor por la Virgen María llevó a que consagre su parroquia a la Reina del Cielo.
A las 2 a.m. del sábado 4 de Agosto de 1859, el Santo cura de Ars partió a la Casa del Padre. Fue canonizado en la fiesta de Pentecostés de 1925 por el Papa Pío XI.
Este año se celebran los 200 años de su ordenación sacerdotal que se realizó el 13 de agosto de 1815.