Para continuar con esta celebración cientos de feligreses que hacen parte de las diferentes vicarías que conforman la Diócesis de Cúcuta, se concentraron en el parque Colón a las 6:00 de la tarde, donde cada una de ellas con carteles, velas y faroles iniciaron desde allí una procesión por las calles céntricas de la ciudad con la imagen de Nuestra Señora de Chiquinquirá y la imagen de San José, patrono de la Diócesis, hasta llegar a la Catedral San José.
Al llegar al templo, sacerdotes, diáconos, seminaristas, religiosos, religiosas y la comunidad en general que acompañaban la procesión, se dispusieron a celebrar la Eucaristía que fue presidida por Monseñor Víctor Manuel Ochoa Cadavid, quien inició su homilía diciendo: «Nos reúnen sentimientos de gratitud a Dios por los beneficios recibidos, por los dones de la gracia que hemos vivido como comunidad diocesana en estos años, en los cuales hemos querido poner el corazón lleno de Jesús en cada uno de los hijos de esta Iglesia».
Monseñor invitó a los sacerdotes y diáconos a seguir fortaleciendo el trabajo y las obras evangelizadoras con el fin de enfrentar y superar los fenómenos sociales que hay en la ciudad como la exclusión y la pobreza.
Durante su homilía el obispo mencionó además que este Año Santo «es un don impagable…Es perdón, es misericordia, es el tesoro de la gracias. La Iglesia abre el arca de la santidad y la gracia, y nos la regala, a la Diócesis de Cúcuta…Esta es una Iglesia viva, una Iglesia fuerte que tiene ganas de responderle al Señor».
Asimismo invitó a la comunidad a aprovechar este Año Santo que «algo le va a decir a Cúcuta; le va a repartir gracia, misericordia, santidad. Que bello que en la Santa Iglesia Catedral San José, en la parroquia San Antonio de Padua, en los Santuarios de Nuestra Señora de Chiquinquirá, en San Luis, y en Nuestra Señora de Lourdes, sean tiempos de gracia y espacios de bendición.
Monseñor culminó su homilía pidiendo a la Santísima Virgen Coronada que nos ayude a copiar su belleza, que es la belleza de la Iglesia y la santidad, y que su esposo, el casto y Santo José, sea también modelo para nosotros como lo ha sido hasta hoy. «Una Iglesia que tiene que ser bella como María y Santa como ella; una Iglesia que tiene que ser trabajadora, justa y casta como José, sus celestes patronos».