Por: Juan Carlos Ballesteros Celis. Pbro
“Al principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios. Ella existía al principio junto a Dios” (Jn 1,1-2).
En las Sagradas Escrituras, Jesús ha revelado que es el Hijo único del Padre y por tanto se puede concluir que es Dios, aunque no fuera su pretensión afirmarlo explícitamente. Es la iniciativa reveladora del mismo Dios, lo que permite tener este conocimiento, pues “nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo único, Dios, que estaba al lado del Padre. Él nos lo dio a conocer” (Jn 1,18).
- La preexistencia de Jesús
En el credo Niceno Constantinopolitano se profesa “Creo en un solo Señor Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos. Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no creado, de la misma naturaleza del Padre”. Cuando se habla de “preexistencia”, se está refiriendo concretamente, a la existencia eterna del Hijo de Dios, que ha existido desde siempre y vive para siempre.
El Evangelio de san Juan, es quien más ofrece aspectos reveladores de la persona de Jesús en razón a su preexistencia, presentándolo concretamente como la Palabra, que existía desde el principio junto a Dios y era Dios, por quien todo fue hecho” (Jn 1,1-3), que ha salido de Dios y vuelve a Dios (Jn 13,3), que ha bajado del cielo (Jn 3,13). También san Pablo, alude a este tema cuando afirma que Jesús “es imagen de Dios invisible, primogénito de toda la creación. Todo fue creado por Él y para Él, Él es anterior a todo y todo se mantiene en Él” (Col 1,15.17). Por su parte, la carta a los Hebreos, señala que Jesús “es reflejo de su Gloria, la imagen misma de lo que Dios es y mantiene el universo con su palabra poderosa” (Hb 1,3).
- Jesucristo – Dios, en las Sagradas Escrituras
Además de los textos ya citados de las Sagradas Escrituras, que exponen la eternidad del Hijo, se puede señalar otras citas en que se afirma puntualmente que Jesucristo es Dios:
- La Palabra era Dios (Jn 1,1).
- El Hijo único, Dios, que estaba al lado del Padre (Jn 1,18).
- Contestó Tomás: Señor mío y Dios mío (Jn 20,28).
- De su linaje carnal desciende Cristo, Dios bendito por siempre que está sobre todo (Rm 9,5).
- Esperando la promesa dichosa de la manifestación de la Gloria de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tit 2,13).
- Nosotros permanecemos en el que es verdadero y con su Hijo Jesucristo. Él es Dios verdadero y la vida eterna (1 Jn 5,20).
Muchas otras citas bíblicas, le dan el nombre de “Hijo de Dios”, “Señor”, “Logos”, “Resplandor de la gloria”, “Imagen de la sustancia de Dios” (Hb 1, 1-3), “Imagen de Dios invisible” (Col 1,15), “En quien reside la plenitud de la divinidad” (Col 1,19), el “Primero y Último” (Ap 1,17), “En quien ha sido todo creado” (Col 1,16), y muchos otros textos en que se le dan a Jesús, atributos divinos.
- La pregunta por la Divinidad de Cristo
La abundante evidencia bíblica en torno a la Divinidad de Jesús, demuestra que, desde la época naciente de la Iglesia, Jesucristo aparece vinculado directamente al misterio de Dios y haciendo parte de ese misterio desde la eternidad, que en realidad fue la gran novedad introducida por el cristianismo. De hecho, Jesús, jamás manifestó directamente su divinidad, sino que poco a poco, con sus palabras y su actuación, fue progresivamente mostrando su identidad divina (Cf. Mt 11,2-6; Lc 11,20; Mc 8,35; Mc 2,28).
Esta conciencia clara, entorno a la identidad divina de Jesucristo, surge justamente a la luz del Misterio Pascual de Cristo, pues los discípulos después de la resurrección del Señor, hacen una lectura retrospectiva de los hechos y palabras de Jesús y sintiéndose verdaderamente salvados, concluyen que solo sería posible dicha salvación, si entre Jesús y Dios no hubiese distancias. Es ahí cuando le reconocen como Hijo de Dios, que procede del Padre y, por tanto, es Dios, como Jesús mismo ya lo había expresado “El Padre y Yo somos uno” (Jn 10,20); o también, “Créanme, que Yo estoy en el Padre y el Padre está en mi” (Jn 14,11).
- La relación con el Padre
Jesús tiene una manera precisa en el modo que tiene de relacionarse con Dios, especialmente en la forma de nombrarle: usa la palabra “Abbá” para dirigirse a Dios (Mc 14,36). Sin embargo, mantiene una distinción en su discurso, pues habla de “Mi Padre” y “el Padre de ustedes”, para indicar que su relación con el Padre es única:
- “Si alguien me ama cumplirá mi Palabra y mi Padre lo amará” (Jn 14, 23).
- “Sean compasivos, como es compasivo el Padre de ustedes” (Lc 6,36).
La expresión “Abbá” se trata de un lenguaje de familiaridad absoluta, empleado por Jesús, cargado de intimidad y de confianza para dirigirse a Dios. Con ello, sin que fuera su pretensión, ha manifestado su autoconciencia divina y el secreto de su ser. Este es un argumento contundente, para afirmar la Divinidad de Jesús.
Dios se ha revelado al hombre, comunicándole gradualmente su propio Misterio mediante obras y palabras de manera que “Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, es la Palabra única, perfecta e insuperable del Padre” (C.I.C n. 65). En este sentido, san Juan de la Cruz comenta que, “porque lo que hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado todo en Él, dándonos al Todo, que es su Hijo”. Enviando a su propio Hijo al mundo, Dios se ha revelado gratuitamente y por amor al género humano, le ha llamado a participar de la vida divina. Este tema de la naturaleza humana del hijo de Dios además de su naturaleza divina, en la única persona del Hijo, es el que se abordará en el próximo título de esta serie.