El Viernes Santo es el primer día del Triduo pascual, formando una unidad dinámica con el Sábado y el Domingo de Resurrección. Empezamos a vivir en plenitud el misterio, inaugurado con la Eucaristía del Jueves: El acontecimiento de la muerte salvadora del Mesías y el nacimiento de su comunidad, la Iglesia, del costado de Cristo en la Cruz.
El Viernes ya es Pascua. Cristo se entrega por todos. El Siervo del Señor que había venido no a ser servido sino a servir y a dar su vida, ahora muestra su amor y su solidaridad hasta el final: Hasta la muerte en Cruz. El que en la última Cena se despojó de su manto, ahora se humilla y se despoja hasta el extremo: entrega su vida.
En su homilía Monseñor Víctor Manuel Ochoa, insistió en el valor del sacrificio de Cristo por nuestra salvación. “Jesús paga el precio del perdón necesario para cada uno de nosotros. Su sangre limpia y rescata”, y añadió, “Estamos hoy frente al drama por excelencia, en el que nosotros también somos protagonistas, porque somos rescatado del pecado y del mal, por la sangre del Cordero. El sufrimiento de Cristo no queda infecundo. El dolor de Cristo es redentor, su dolor salva”.
Por tal motivo, indicó Monseñor que Jesús es la Verdad y la Vida, haciendo un llamado a elevar los brazos hacia la Cruz de Jesús invocando su Divina Misericordia y a escucharlo siempre a él.