Con la Eucaristía de la Cena del Señor se da inicio al Sagrado Triduo Pascual, y se conmemoran tres acontecimientos especiales: la institución de la Eucaristía, el sacramento del orden y el mandamiento del amor.
En esta celebración Monseñor realizó el signo del lavatorio de los pies con doce niños, e invitó a todos los pequeños que participaron a pasar adelante para que observaran de cerca este gesto. Al finalizar, se dirigió a ellos y les explicó lo importante que es el Jueves Santo, porque en este día el Señor instituyó el sacerdocio y la celebración de la Misa, por eso “hoy hicimos lo que el Señor hizo el Jueves Santo, y el Señor necesita de niños que lo entreguen todo al servicio del Evangelio, al servicio de la palabra, al servicio de la Eucaristía”.
Igualmente, el prelado expresó “¡Que misterio tan grande que celebramos! queridos hermanos, ¡qué misterio tan grande vivimos!, es el Santo Sacrificio de la Misa, es Cristo presente, es Cristo memorial. Lo adoramos a Él, lo ofrecemos como un culto de alabanza a Dios, lo ofrecemos como un don de gracia al Señor, participamos todos de ese don del Sacerdocio”.
Otras de las enseñanzas de Cristo es el signo del lavatorio de los pies, que deja como gesto el gran regalo de la caridad, el amor, la fraternidad, el sacrificio y el sacerdocio en la Iglesia.
Además, en este tiempo de celebración resaltó Monseñor ante los fieles de la Iglesia el gran trabajo que han hecho los sacerdotes a través de su vocación y enfatizó: “Somos sacerdotes para Dios nuestro Padre, estas palabras nos debe reconocer la importancia de nuestra destinación, somos para Dios, estamos destinados a Dios, estamos destinados a ser la gloria de Dios con nuestra vida, con nuestros hechos, con nuestras acciones marcados indeleblemente por esa sangre de Cristo que recibimos, por ese cuerpo del Señor que compartimos”. Es por eso que, “ofrecemos un sacerdocio santo, ofrecemos un sacerdocio común y gracias a Dios por su salvación” agregó.
Por último, invitó a cada uno de los sacerdotes a escuchar a Jesús, a ser fieles en su vocación, a entregarse y dedicarse a los misterios de la Eucaristía para servir en el mundo y en la presencia de Dios.